Imagina que eres una persona que practica ejercicio de forma regular, que cuida su alimentación, que no fuma ni bebe… pero que, de repente, y sin esperarlo, los resultados de una analítica confirman que tienes un nivel de colesterol alto. Lo lógico en estos casos es, cuanto menos, sorprenderse y preguntarse cómo puede ser. Pues bien, eso es algo que suele ocurrir más de lo que pensamos y, por supuesto, existen razones demostradas por la ciencia.
El cardiólogo José Abellán lo ha explicado en su cuenta de Instagram (@doctorabellan), que en un breve vídeo ha señalado algunos motivos por los que alguien que se cuida y sigue hábitos saludables puede tener un nivel alto de colesterol. “Puede ocurrir; en mi consulta, de hecho, me encuentro a veces con personas que hacen mucho ejercicio, llevan una alimentación saludable y, a pesar de ello, su nivel de colesterol LDL está muy elevado. Además, suelen tener los triglicéridos bajos y un HDL bueno”.
Aunque la genética puede jugar un papel importante, y contra ella es difícil luchar, existen otros factores menos conocidos. Según explica el Dr. Abellán, uno de ellos es llevar una dieta baja en carbohidratos: “Al forzar al cuerpo a depender de la grasa, aumenta los transportadores de triglicéridos, que también transportan el colesterol”. Esta dependencia puede reflejarse en un aumento del colesterol LDL, sin que esto implique necesariamente un riesgo inmediato.
Otra causa frecuente es el ayuno intermitente, una práctica cada vez más popular debido a sus múltiples beneficios, como la pérdida de peso y mejoras metabólicas. El Dr. Abellán aclara que esta práctica “condiciona temporalmente un metabolismo dependiente de la grasa, aumentando así el colesterol LDL”. Durante los períodos de ayuno, el cuerpo recurre principalmente a las grasas almacenadas como fuente de energía, provocando este aumento transitorio del colesterol en sangre.
Algo parecido sucede cuando una persona está en déficit calórico constante, es decir, consumiendo menos calorías de las que gasta, con el fin de perder peso. Este estado obliga al organismo a utilizar grasas almacenadas como combustible, generando un incremento temporal de los niveles de colesterol LDL en los análisis médicos.
El estrés crónico es otro factor determinante, aunque con frecuencia es pasado por alto. El Dr. Abellán explica claramente cómo ocurre esto: “El estrés activa un modo de supervivencia en el cuerpo, incrementando la disponibilidad de triglicéridos y colesterol en sangre para asegurar suficiente energía”. Este mecanismo responde a una adaptación evolutiva para enfrentar situaciones de peligro, pero en condiciones de estrés prolongado, lejos de ser beneficioso, termina afectando negativamente a la salud cardiovascular.
Control pero sin alarmismo
Como destaca la Fundación Española del Corazón (FEN), mantener controlados los niveles de colesterol es clave para prevenir enfermedades cardiovasculares. El colesterol es una sustancia grasa natural esencial para el correcto funcionamiento del organismo; sin embargo, su exceso en sangre puede depositarse en las paredes de las arterias, provocando un estrechamiento conocido como ateroesclerosis.
Cuando las células no pueden absorber todo el colesterol disponible, este sobrante se acumula en arterias importantes, como las coronarias, las arterias que irrigan los miembros inferiores e incluso las del cerebro. Esta acumulación puede derivar en la formación de placas que obstruyan parcial o totalmente las arterias, dando lugar a problemas graves como la angina de pecho, el infarto de miocardio o los ictus.
Mantener el colesterol en niveles adecuados suele requerir de hábitos saludables como llevar una dieta equilibrada, como la dieta mediterránea, y practicar ejercicio físico regularmente. Las grasas saludables presentes en alimentos como el pescado y el aceite de oliva, junto al consumo frecuente de vegetales, legumbres y frutas, ayudan a reducir el colesterol LDL (“colesterol malo”) y aumentar el HDL (“colesterol bueno”). Además, el ejercicio regular es fundamental en este proceso.
De tal forma, si se siguen esas pautas pero aparecen resultados inesperados, es importante no alarmarse y entender que no todo aumento del colesterol LDL es necesariamente preocupante. Lo ideal es acudir a un especialista que valore individualmente la situación, considerando factores personales, hábitos alimenticios, actividad física y estado emocional. De esta forma, se podrá determinar si el incremento no representa riesgo o si requiere de algún ajuste específico en el estilo de vida o tratamiento médico.