Joe Biden se encargó de desmentirlo en persona, pero su voz tiene nada más que el peso que se les asigna a los políticos en retirada. Su declaración tuvo la intención de parar lo que ya se había transformado en una ola de opinión en los círculos políticos de Estados Unidos: ese rumor indica que el cese del fuego entre Israel y Hamas debe ser considerado más como una primera pisada en la nueva política exterior de Donald Trump que una huella en el camino que deja Biden.
Trump mismo reforzó esa impresión cuando quiso anunciar el acuerdo, a pesar de que el todavía presidente llevaba meses trabajando en negociaciones junto a Qatar para mediar en el conflicto que se agudizó el 7 de octubre de 2023 cuando terroristas de Hamas salieron de la Franja de Gaza para atacar una fiesta electrónica en el sur de Israel y asesinar y secuestrar a varias decenas de israelíes y trabajadores de otras nacionalidades en el sur de Israel.
Es verdad que Biden está habilitado para decir que Trump y el equipo que asumirá en Washington la semana próxima no tuvieron ninguna participación en las negociaciones que llevaron a este entendimiento. Pero lo que no quiere decir Biden es que los términos del acuerdo ya estaban listos desde hace tiempo y que lo que cambió todo fue la victoria de Trump en las elecciones.
La oposición israelí -y en algunas ocasiones los funcionarios estadounidenses- asegura que quien trababa las negociaciones era el premier israelí Benjamin Netanyahu, que está obligado a contentar a los sectores de la derecha dura que son parte de la alianza de su gobierno y que no quieren de ningún modo conversar con los terroristas de Hamas ni con otros sectores no tan extremos de la política en la Franja de Gaza.
Esa situación se mantiene, pero la gran novedad -y que Biden prefiere no comentar- es que Trump está al borde de volver a la Casa Blanca y Netanyahu no quiere llevarse mal con él.
El acuerdo es histórico, entre otras cosas porque permitirá aliviar la catastrófica situación humanitaria en la que quedaron los habitantes de la Franja por el tremendo contraataque de las tropas israelíes tras la masacre de hace 15 meses en Israel.
Sin embargo, todavía faltan varias etapas para que comience a dar frutos. Hamas se compromete a liberar los rehenes en tres etapas e Israel deberá cumplir dos cosas: la liberación de presos palestinos y la flexibilización de la frontera en Gaza que permita el ingreso de 600 camiones diarios de ayuda humanitaria. Israel se compromete además a sacar a sus tropas de los centros poblados de la Franja y apostarlas en la frontera.
Para que se pongan en práctica esos cambios, Netanyahu debe convencer a sus aliados más duros de que el acuerdo no implica una retirada de Israel de la Franja. Está claro que tras 15 meses de combates, Israel desarticuló a Hamás y también a otros grupos terroristas de la zona. Pero para los aliados de Netanyahu una victoria como esa puede no ser suficiente, e incluso pueden considerarla una claudicación. El anverso de esa situación ocurrió en la Franja, cuando cientos de personas salieron a festejar el cese del fuego por considerar que implicaba una victoria sobre Israel. Esa es, probablemente, la condena de un país que vive cruzado por una guerra inmemorial de relatos contrapuestos.