Lapatilla
La perfección no existe. Ya todos lo sabemos. Pero descubrir el lado B de ese espejo que devuelve imágenes inmaculadas y sonrisas deslumbrantes es aterrador.
Por infobae.com
James “Kraig” Kahler encarnaba al hombre superlativo: era el marido perfecto que se convirtió en el padre perfecto de la familia perfecta que gracias a su perfecto trabajo les brindaba una vida perfecta.
Los cinco encarnaban la película rosa de la existencia, por ponerle un tono obvio, en la que todos simulaban vivir. Pero la “nada feliz” familia Kahler tenía sus muros internos pintados con el desconocido color del espanto.
Karen Hetrick (nacida el 30 de julio de 1965 en Topeka, Kansas, Estados Unidos) y Kraig Kahler se conocieron cuando él estaba en el último año de ingeniería y ella recién comenzaba a cursar el primero de la misma carrera en la Universidad Estatal de Kansas. Se pusieron de novios y se convirtieron en la pareja más popular del campus universitario. Compartían amigos, ambiciones, sueños. Al concluir ese mismo año de estudios, a tres de los alumnos que habían terminado la carrera, entre ellos Kraig, les ofrecieron puestos interesantes en una empresa de Colorado. La buena noticia implicaba que, de aceptarlo, él y Karen deberían mudarse. Karen estaba tan enamorada que decidió dejar su propia carrera de ingeniería para poder seguirlo dónde fuera que lo destinaran por trabajo. Se casaron el 28 de diciembre de 1985 y partieron.
Tuvieron a su primera hija Emily el 8 de abril de 1991. Dos años después, el 10 de mayo de 1993, nació Lauren. En 1999, cuando Karen esperaba a su tercer hijo, a Kraig le ofrecieron un puesto tentador: ser director en una empresa multinacional en Weatherford con un salario más que interesante. Lo hicieron y ese mismo año llegó a sus vidas el hijo varón, Sean. Y se compraron una nueva casa.
Ya eran cinco en la familia, prosperaban en lo económico. Los chicos eran aplicados, no daban mayores problemas. Había salud, dinero y talento intelectual. ¿Qué más se podía desear? Sus amigos los consideraban la foto de la familia ideal.
¿En qué momento fue que la relación entre la pareja cambió? No se sabe con claridad. Pero un día no especificado la hermana de Karen, Lynn Denton, recibió una llamada. Era Karen. Mantuvieron una larga conversación por teléfono donde su hermana le reveló la realidad detrás de la fachada impecable de su matrimonio: dijo que Kraig había cambiado demasiado. Con el paso del tiempo se había vuelto controlador y ella había empezado a sentirse atrapada en su casa. Él ponía reglas estrictas. Pretendía que ella se quedara en casa y Karen debía pedirle permiso para cada cosa que hacía. Tenía que rendir cuentas por lo que gastaba hasta en lo más mínimo: desde los útiles escolares hasta las compras diarias de fruta y verdura. Kraig ahora la supervisaba las veinticuatro horas y miraba ticket por ticket. Además, todo lo que hacía dentro de su casa tenía que realizarse dentro de un horario preestablecido por él. Por ejemplo, a las ocho de la noche era la hora del sexo. Lo peor de todo era que, a pesar de que ella hacía todo lo que él exigía, las cosas seguían empeorando. Después de esa prolongada e íntima conversación Karen decidió que se buscaría hacerse un espacio propio. Iría a un gimnasio local en el horario en que los chicos estaban en el colegio y Kraig trabajando.
Ese gimnasio le cambió la vida. Al tiempo de comenzar a entrenar, le ofrecieron ser instructora de fitness. Aceptó. No era lo que había soñado, pero era algo para hacer que la sacara de su casa por un rato. Estaba construyendo ese metro cuadrado personal que tanto precisaba para encontrarle un poco de sabor a la existencia.
Cuando Kraig se enteró, contrario a lo que Karen había esperado, le dijo que le parecía muy bien que lo hiciera. Siempre y cuando ella siguiera ocupándose de los chicos y de la casa en el día a día. Esa libertad adquirida fue una alegría.
En su nuevo trabajo Karen conoció a otra entrenadora personal llamada Sunny Reese. Sunny era un poco más joven que ella, pero tenían mucho en común. Terminaron haciéndose amigas inseparables. Tanto que, en algún momento de esos a comienzos de 2008, nació el amor y la relación se volvió sexual. Pasó el tiempo y Karen decidió que no podía ocultar lo que le pasaba y que tenía que confesarle a su marido lo que sentía. Estaba asustada por cómo lo podía tomar. Otra vez Kraig la sorprendió: dijo que no tenía problemas siempre y cuando fuera incluido en el tema sexual. Y, de inmediato, él empezó a enviarle flores y mensajes a Sunny. Kraig pretendía un trío sexual con ellas, pero Karen y Sunny no lo deseaban.
Cuando Kraig se terminó de dar cuenta de que no podría incluir a Sunny en su pareja con Karen, decidió que la relación entre ellas debía acabar. Y así lo expresó.
Ellas no le hicieron caso y siguieron viéndose. Karen empezó a pensar en el divorcio. Kraig, intentando evitar ese desenlace, buscó la manera de mudarse lejos de Sunny. Consiguió un excelente puesto en Columbia, Missouri como director de Columbia Water and Light. El nuevo trabajo era el sueño de cualquiera: Kraig sería el empleado mejor pago de toda la ciudad.
En junio de 2008 la familia se trasladó. Kraig había puesto entre ellas, Karen y Sunny, 1200 kilómetros. Esperaba que las cosas volvieran a la normalidad y el desliz lésbico de su mujer quedara en el pasado como una anécdota. Pero el affaire no terminó por la distancia. Karen y Sunny siguieron adelante con mensajes, llamados y algún que otro encuentro. Kraig y Karen, por otro lado, se llevaban cada vez peor. La relación se había vuelto absolutamente tóxica.
Para despedir el 2008 los Kahler fueron a una fiesta de unos amigos en Weatherford, donde habían vivido. En la celebración había vecinos de ellos de toda la vida. Sunny era una de las invitadas. Esa noche fue el principio del cataclismo. El alcohol hizo de las suyas y varios vieron lo obvio : Karen y Sunny estaban demasiado cerca. El secreto dejó de ser un secreto y se transformó en un chisme de alto voltaje.
Esa noche Kraig se sintió humillado frente al resto. Al salir de la fiesta peleó con Karen de una manera salvaje. Le dio un fuerte empujón y ella cayó y golpeó su cabeza contra el pavimento. La contienda se convirtió en escándalo y ya nadie hablaba de otra cosa.
Unos días después Karen le anunció a su marido: quería el divorcio. Y se fue a dormir a otra habitación. Kraig enloqueció. Empezó a dedicar muchas horas de su tiempo cotidiano a hablar con familiares, amigos y conocidos. Quería que convencieran a Karen para que no se divorciara. Les contaba que ella se quería ir con una mujer, que estaba dando un pésimo ejemplo a los chicos y que pretendía robarle su dinero y la tenencia de sus hijos.
Para Lynn Denton su hermana era tan maltratada por su marido que quería escapar de la relación como fuese. Y que cuando encontró que Sunny la cuidaba, el género fue lo de menos.
El 26 de enero de 2009 Sunny decidió intervenir en la pelea matrimonial. Le escribió a Kraig para que dejara de acosar a Karen. Le dijo que su esposa no era feliz con él: “No podés forzar, amenazar o humillar a Karen como lo hiciste ayer y, encima, esperar que te ame por eso.(…) Ella no te ama Kraig (…)”, tipeó.
Emily, para esta época, ya tenía 18 años y había entrado a la universidad para estudiar farmacia y Lauren, con 16 años, seguía todavía en el secundario Columbia High School. Ambas tocaban instrumentos en una banda musical y cantaban con sus amigos. El menor, Sean, con 10 años seguía en la escuela primaria.
Ellos tres eran los tristes testigos de las enormes bataholas entre sus padres. Nada estaba bien puertas adentro. Para marzo de 2009 las cosas escalaron a un nivel preocupante. Luego de otra golpiza a su mujer Kraig fue arrestado. Se defendió diciendo que solamente la había tomado con firmeza porque ella se había resistido. Karen insistió en denunciarlo y enseñó sus moretones y lastimaduras. Dijo: “… he aprendido en el camino que él es capaz de usar la fuerza. Los motivos podían ser varios. cuando el problema era el dinero yo no le decía lo que las cosas costaban. Cuando era por sexo, decidí que era más fácil darle lo que quería cada noche que rechazarlo. Cuando no lo hacía me forzaba. Temo que las cosas escalen al punto de que alguien salga seriamente herido”. Presentó cargos y se fue con los chicos de la casa. Podemos decir que la intuición la tuvo, pero no habrá sabido qué más hacer con ella.
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