En el entorno de Edmundo González crece la teoría de que el gobierno de Cuba descarriló la posibilidad de una transición democrática en Venezuela, aún por encima de los nexos entre el chavismo, Rusia e Irán. Una tesis que viene a sugerir que los demócratas habían acordado diversos temas con Nicolás Maduro pero que la falta de ciertas concesiones a La Habana hizo que el aparato de inteligencia de Caracas, controlado desde la isla, descarrilara la apertura democrática.
Joe Biden nunca quiso retomar la política de deshielo iniciada en los gobiernos de Barack Obama, donde él era vicepresidente. Por el contrario, la apuesta del Departamento de Estado fue sostener la inercia de la política dura aplicada en el primer mandato de Donald Trump. El cálculo era que el regimen podía caer por su propio peso.
En los balances que por estas horas se realizan cerca de González, prevalece la teoría de que los demócratas no quisieron incluir apoyos para Cuba en sus negociaciones con el chavismo y por eso el actual endurecimiento del régimen.
El retorno de la democracia en Venezuela fue una de las principales metas de Biden para la región cuando llegó a la Casa Blanca en 2021. El presidente demócrata, que atraviesa sus últimos días en el Ala Oeste, aceptó la idea de su primer encargado para América Latina, Juan González, de que se podía negociar la salida de Maduro del gobierno y propiciar un recambio por la vía electoral.
González, que en marzo del 2022 fue el primer funcionario estadounidense en años en visitar Caracas, conversó a fondo su línea de acción con Lula Da Silva, desde antes de que regresara al poder en Brasil, con el expresidente argentino Alberto Fernández y con Gustavo Petro, actual mandatario colombiano. En esos intercambios González daba la impresión de que además existía un canal adicional con La Habana, esto a partir del entendido de que el castrismo ejerce una suerte de tutela sobre Maduro ya desde los años 80, cuando el ahora reconfirmado mandatario oficiaba como nexo entre Hugo Chávez y Fidel Castro.
Como en otras latitudes del planeta, Biden aplicó al caso Venezuela la técnica de sentar muchos actores a la mesa, escuchar una multiplicidad de opiniones para, finalmente, quedar a mitad de camino en el plano de las acciones. El mejor ejemplo de los resultados adversos de ese mecanismo es el desastre de la salida de Afganistán en agosto del 2021 o la situación actual en Medio Oriente.
Los asesores de Edmundo González creen que Biden, en el tema Venezuela, nunca se mostró como el comandante en jefe de una superpotencia. “Con Biden todo es en potencial, todo se podría, se querría, se impulsaría, todo es en asociación a otros y lo cierto es que luego nada sucede”, aseguran en el equipo de Edmundo.
En paralelo, señalan puntos en común entre la situación venezolana y la relación Washington-China. Recuerdan que el consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan desarrolló un intercambio permanente y subterráneo con Beijing pero, al final del día, poco o nada ha mejorado en la relación bilateral entre las dos potencias.
Con Venezuela se fue más allá de la comunicación: se liberaron integrantes del régimen que estaban presos, se retiró a otros de listas negras y se le quitó el reconocimiento a Juan Guaidó de cara a la Cumbre de las Américas de Los Ángeles en el 2022. En cambio, Maduro liberó a los ejecutivos petroleros estadounidenses de la empresa Citgo y aceptó vuelos con deportados venezolanos.
Más allá de esas transacciones, la democracia nunca volvió a Venezuela. Cerca del expresidente Andrés Manuel López Obrador dicen que este le mencionaba a Biden que se acercara a Cuba para, como agenda paralela, facilitar elecciones limpias en Venezuela. Pero el castrismo fue un límite permanente para la administración demócrata.