EDITORIAL
La aplicación de IA DeepSeek despierta las sospechas que acompañan a toda tecnología china
La irrupción de DeepSeek, la aplicación de inteligencia artificial (IA) china, ha puesto patas arriba a Wall Street y a las firmas de Silicon Valley, que han sufrido pérdidas milmillonarias en su capitalización bursátil en horas. La constatación de que una firma china, pese al embargo de los procesadores más avanzados impuesto por EE.UU., ha podido desarrollar tecnología capaz de competir con los últimos modelos de IA con un coste más bajo y un menor consumo de recursos ha sorprendido a todos. El principal afectado ha sido la compañía Nvidia, fabricante de los procesadores más demandados, que perdió en un día en Bolsa el equivalente a un tercio del PIB español al descubrirse que una versión de ChatGPT es posible con circuitos menos avanzados.
Lo más penoso del asunto ha sido constatar el papel de espectadora de Europa ante este duelo de innovadores. No es verdad que el continente no tenga nada que decir –ahí está la neerlandesa ASML que produce las máquinas para fabricar circuitos integrados o la aplicación francesa de IA Mistral–, pero nuestra capacidad de generar enfoques comerciales es tan limitada que nuestro papel se circunscribe al estudio y la regulación de lo que otros protagonizan en primera persona. DeepSeek despierta las sospechas que acompañan a toda tecnología china, desde Tik Tok hasta Xiaomi, pero la apropiación de datos del usuario es un abuso que una sociedad demasiado complaciente acepta cada vez que descarga estas aplicaciones, esté su sede en Pekín o en Seattle.
La irrupción de DeepSeek también ha venido a romper la idea de que el futuro ya estaba repartido entre el dominio chino de la cadena de valor de la transición energética y el de Estados Unidos sobre la inteligencia artificial. La reacción de Donald Trump, dando la bienvenida a la competencia y animando a las empresas de su país a que espabilen, ha sido canónica. De momento, el nuevo actor chino ha vaciado el foso monopolista que protegía a Nvidia, pero su gratuidad, su código abierto y su capacidad de usarse en modo local van a privar al emergente negocio de la IA de muchos de los recursos con los que creía contar.