La novela vivió en la mente de su autor durante más de veinte años y al principio se llamaba La Casa. Aunque el escritor la consideraba un “vallenato de 450 páginas”, fue creada al ritmo de Los Beatles y Debussy. La obra menciona a Nicaragua y fue censurada en Rusia.
La Casa. El primer nombre de la novela más conocida de Gabriel García Márquez, Gabo, era La Casa. Es el título que el escritor colombiano tenía pensado desde los 17 años, cuando trató de escribir la historia, abandonándola al poco tiempo porque entonces le quedaba “demasiado grande”. En los siguientes años no dejó de pensar en la novela y de buscar la forma más eficaz de contarla. El nombre cambió cuando se dio cuenta de que su relato traspasaba los límites de la casa de los Buendía y se extendía por todo Macondo. En mayo de 1967, la novela se publicó con el título de Cien años de soledad, cuando Gabo tenía 40 años. El primer párrafo —dijo en una carta de 1966 a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza— no tiene “una coma más ni una coma menos” que el primer párrafo escrito veinte años atrás.
Éxito. El primer tiraje de Cien años de soledad fue extraordinario para un escritor que en ese momento no era famoso. La Editorial Sudamericana planeaba publicar 3 mil ejemplares de la obra, pero elevó la cifra a 5 mil cuando los escritores Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar le transmitieron a Paco Porrúa, el editor, sus opiniones positivas sobre la novela. Al final el tiraje aumentó a 7,940 ejemplares, que la editorial esperaba vender en seis meses. Vendió 25 mil en un año. Según la revista colombiana Semana, el contrato que Gabriel García Márquez firmó con la editorial establecía que el diez por ciento de las ventas de la obra iban para el autor. De haber sabido el éxito que su novela tendría, tal vez lo habría pensado dos veces.
Mercedes. La esposa de Gabo, Mercedes Barcha, fue elemental para la creación de Cien años de soledad, pues sostuvo la casa y las finanzas familiares mientras el escritor se dedicaba a su novela. Las penurias económicas los acompañaron durante todo el proceso creativo y, cuando el manuscrito estuvo terminado, les faltaba dinero para enviarlo completo de México a Argentina, donde sería recibido por la Editorial Sudamericana. El envío costaba 83 pesos, pero solo tenían 45, por lo que mandaron la mitad de las páginas. Al volver a casa, Mercedes empeñó lo poco que les quedaba, la batidora, el calentador, su secador de pelo, y así envió el resto del manuscrito. Fue entonces que pronunció estas legendarias palabras: “Ahora lo único que falta es que la novela sea mala”.
Macondo. El nombre del pueblo donde se desarrollan los hechos de Cien años de soledad proviene de un árbol endémico de la región del Caribe, pariente de la ceiba, que no produce flores ni frutos. Sin embargo, Gabo lo tomó del nombre de una finca bananera que descubrió en sus primeros viajes en tren. Le gustaba la resonancia poética de la palabra e incluso la utilizó en tres libros previos como nombre de un pueblo imaginario. Ahora Macondo es tan popular que da nombre a tiendas, cafés, hoteles, chocolates, vinos, camisetas… e incluso una especie de terminal bautizada en 2002 como Macondianus, en honor al mítico pueblo.
Nicaragua. El personaje Aureliano José, hijo del coronel Aureliano Buendía y de Pilar Ternera, se lanzó a la vida militar siguiendo los pasos de su padre y motivado por el rechazo de su tía Amaranta a sus pretensiones amatorias. Peleó en Nicaragua, posiblemente del lado liberal, bando al que pertenecía su padre. Sin embargo, el joven “desertó de las tropas federalistas de Nicaragua, se enroló en la tripulación de un buque alemán, y apareció en la cocina de la casa, macizo como un caballo, prieto y peludo como un indio, y con la secreta determinación de casarse con Amaranta”, escribió Gabo sobre su personaje.
Censura. Según la Fundación Gabo, “en 1971 la Unión Soviética eliminó algunos pasajes de la traducción al ruso de Cien años de soledad por considerarlos obscenos”. Se trataba, específicamente, de las escenas que incluían algún componente sexual. En resumidas cuentas, dice el artículo, “la primera versión rusa planteaba un mundo sin los desafueros fálicos de José Arcadio Buendía Iguarán”.
Portada. La portada de la primera edición de Cien años de soledad fue improvisada, pues la original, que había sido encargada al pintor español Vicente Rojo, no llegó a tiempo. El diseño de última hora recayó sobre Iris Pagano, diseñadora de la editorial, quien propuso un galeón flotando en una selva azul sobre tres lirios amarillos. La portada de Rojo se utilizó en las tres siguientes ediciones y consistía en una serie estampillas sobre un fondo blanco. El pintor invirtió de forma intencional la “E” de “soledad”, pero algunos lectores pensaron que era un error y un librero ecuatoriano “corrigió” a mano los ejemplares de su tienda.
Los Beatles. Gerald Martin, biógrafo del Nobel de la literatura colombiano, asegura que mientras Gabo escribía Cien años de soledad, la familia García Barcha empeñó casi todas sus pertenencias a la espera del punto final. Vendieron el automóvil, el televisor, la nevera, la radio y las joyas de Mercedes Barcha; pero conservaron el tocadiscos, y con él los Preludios de Claude Debussy, los conciertos para piano de Béla Bartók y el álbum Hard Day’s Night de Los Beatles. En sus pausas activas (interrupciones estratégicas en la jornada), Gabo escuchaba una y otra vez estas piezas musicales.
Vallenato. Una de las mayores inspiraciones de Gabo para lograr el tono narrativo de Cien años de soledad fueron los juglares vallenatos que recorrían los pueblos del Caribe colombiano, contando al ritmo del acordeón los sucesos más recientes de la región. Así lo reveló el escritor en 1985 a la revista cubana Opina. “El hecho de que sean canciones que cuentan hechos reales me dio la idea de Cien años de soledad”, afirmó Gabo. “¿Qué es Cien años de soledad? Pues, no es más que un vallenato de 450 páginas, realmente eso”.
Esperanto. Cien años de soledad es una de las obras más representativas de la literatura latinoamericana y universal. Ha vendido 30 millones de copias en todo el mundo, pero durante años circuló de forma pirata en árabe y chino, por lo que se estima que el total de ejemplares vendidos puede alcanzar los 50 millones. Además, ha sido traducida a 49 lenguas, incluyendo quechua y esperanto. El expresidente Barack Obama la tiene entre sus libros favoritos y la tesis doctoral de Mario Vargas Llosa, el Nobel de literatura peruano, fue un ensayo sobre la obra de Gabo y especialmente sobre cómo el escritor reinventó la realidad en Cien años de soledad. En la actualidad la plataforma Netflix emite una serie basada en el libro.