Diez claves del 'tsunami' económico que provocará la vuelta de Trump a la Casa Blanca en 2025

Autor: Diego Herranz

La heterodoxia se apoderará del mundo en 2025. Por decisión de esa versión radicalizada del America, first -el MAGA, Make America Great Again– que le ha concedido a Donald Trump una segunda legislatura en EEUU. La economía más poderosa del planeta, con el dólar como máximo gobernador de los destinos monetarios del comercio, la energía y las reservas internacionales de divisas, y el territorio que cobija a las mayores entidades bancarias será el epicentro de una auténtica revolución de incalculables consecuencias. 

El adalid del libre mercado está dispuesto, bajo otra Administración Trump, a alterar el hasta ahora sacrosanto principio de la circulación de mercancías, capitales y personas que ha sido la seña de identidad de la doctrina neoliberal que ha imperado en el mundo desde el comienzo de la globalización. Incluso, antes, desde la paz que siguió a la Segunda Guerra Mundial en los mercados occidentales. Por influjo de Bretton Woods.

El imaginario trumpista contempla agitar con aranceles el comercio global, aduciendo la urgente corrección de su déficit y sin ocultar siquiera la instauración de medidas proteccionistas inéditas desde el Crack de 1929, limpiar de requisitos las reglas de juego de sectores que han ocasionado crisis crediticias como el bancario o tecnológico, de incalculables daños colaterales como la Inteligencia Artificial (IA) o los cripto-valores, y frenar los flujos de inmigración pese a que las envejecidas naciones industrializadas reclaman mano de obra joven para financiar pensiones y servicios sociales y talento profesional para operar en áreas productivas que aumenten la ratio de competitividad.

Pese a que voces como la de Sarah Bianchi, antiguo número dos del USTR, el organismo que dirige la política comercial americana, diga que “la puesta en marcha de tarifas universales a las mercancías surgidas de una carrera competitiva conduciría a la destrucción de los mercados de capitales”, la amenaza está sobre la mesa de las cancillerías de todo el planeta. La diplomacia no solo se da por enterada, sino que consideran, como Bianchi, que la declaración de intenciones de Trump -su doble estilete, domestico, para fomentar la reindustrialización de EEUU y exterior, para intimidar a las importaciones de socios y rivales geoestratégicos- es el mayor riesgo desde los años treinta del siglo pasado.

Pero ¿dónde se puede presenciar la lista negra de perjuicios de la versión Trump 2.0? El dictado de agravios es muy amplio, aunque este decálogo ayuda a entender la verdadera dimensión del cambio de paradigma que comenzará en 2025.

Los grandes suministradores de bienes de EEUU

Según datos de la BEA (Bureau of Economic Analysis) de 2023 -último ejercicio completo contabilizado-, China y México, que llegó a superar al gigante asiático como principal importador la pasada primavera, son los dos contribuyentes de mayor calado del desequilibrio de la balanza comercial. Por detrás está Vietnam, que cierra el pódium, donde se han dirigido la gran parte de los contratos de importación estadounidenses desde el inicio de las hostilidades arancelarias desatadas por Trump en 2018.

Les siguen Alemania, Canadá y Japón -tres aliados históricos de la Casa Blanca-, Irlanda, Corea del Sur y Taiwán, que antecede a Italia, que culmina el top-ten. A escasa distancia de India, que ha ganado puestos durante la Administración Biden como alternativa geoestratégica en Asia por la Alianza Indo-Pacífico. De ahí que no sorprenda que Trump quiera gravar con el 60% a cualquier bien made in China y con el 25% a la inmensa mayoría de los productos de su vecino del sur que fía el 27% de su PIB a sus ventas a EEUU; en especial, de vehículos. Pero el peligro, en realidad, alcanza a todos sus clientes.

Goldman Sachs aventura una pérdida de medio punto anual al PIB de la UE, con un superávit de más de 200.000 millones de dólares, y nuevos baches recesivos en Alemania; Vietnam retrocediendo de los 100.000 millones de 2023 y Canadá, India, Japón, Corea del Sur, Suiza, Taiwán o Tailandia con facturas menos abultadas, de decenas de miles de dólares inferiores a los dos últimos ejercicios de la Administración Biden.

Empresas sometidas a la llamada de la relocalización

Aunque algunos aliados como Reino Unido o, con menos opciones, por exigir un consenso europeo, Alemania, con posibilidades de materializar nuevos acuerdos con Washington, podrían amortiguar sus presiones arancelarias, frente a rivales sin apenas alternativas como China, las empresas, sean de la nacionalidad que sean, movilizarán sus centros productivos. Incluso las estadounidenses.

Las empresas, sean de la nacionalidad que sean, movilizarán sus centros productivos. Incluso las estadounidenses

The Economist habla de un elenco de ellas. Desde Steve Madden, de moda, hasta Black & Decker, de máquinas de bricolaje, han manifestado ya su intención de abandonar China, sin destinos preferentes. Porque en México o en Sudáfrica la cruzada tarifaria trumpista puede desembarcar sin problemas. Igual que en Brasil o India. Todos ellos, socios de los BRICS y que han coqueteado en alguna ocasión con una divisa común que lesione el dominio del billete verde americano.

Las huidas del capital cobrarán intensidad

El fenómeno de la relocalización también afecta a los flujos de inversión, que esperan sus promesas de rebajas fiscales y desregulaciones como acicates para espolear los valores de las elecciones corporativas de sus carteras por incrementos de beneficios empresariales. El S&P 500 obtuvo un récord de capitalización los primeros seis días lectivos del triunfo de Trump, frente a la caída del 2% del resto de indicadores mundiales.

Pero este escenario tiene sus peligros. Eswar Prasad, de la Universidad de Cornell, alerta en el semanario británico de la combinación de “un profundo sentimiento de desarrollo económico en EEUU con una manifiesta debilidad de la actividad internacional que ha precipitado la idea de que los mercados financieros americanos se van a turbo-alimentar con Trump”. Aunque eso está por ver y, además, de producirse, “los gestores de fondos tendrían serios problemas para diversificar inversiones y, por supuesto, los riesgos”.

Desregulaciones sensibles

Algunas de las dulcificaciones normativas que prepara el equipo económico de Trump acarrearán costes a sus multinacionales.

Por ejemplo, en el orden energético. Está por ver que el rechazo a las reglas medioambientales traiga consigo un recorte de la energía en EEUU, cuando las renovables han alcanzado en Europa jornadas de consumos históricos a precios de saldo, después de la dura travesía de los recibos de la luz por las nubes tras el estallido de la guerra en Ucrania. Sin embargo, también puede provocar colapsos en los suministros y la transferencia de tecnología puntera e imprescindible para avanzar en neutralidad energética. Sobre todo, en medio de los procesos de reconversión industrial que se han emprendido a ambas orillas del Atlántico y grandes mercados emergentes.

El efecto de un dólar demasiado fuerte

De igual manera, los sectores exteriores e inversores deberían poner en cuarentena la correcta evolución del billete verde estadounidense, que subió un 3% frente al resto de divisas el noviembre pasado y ya roza una revalorización del 20% en los últimos dos años, hasta tocar la paridad con el euro. No obstante, el juego monetario está siempre a expensas de varias teclas que la Administración Trump ha decidido tocar con virulencia.

Entre otras, las rebajas impositivas -que fomentan su fortaleza-, la política comercial que necesita en cambio un dólar débil y, por supuesto, la trayectoria que tomará la inflación con unas facturas más costosas de suministro industrial o el déficit con menor recaudación tributaria y mayores desembolsos militares, y la deuda, desbocada, con visos de alcanzar el 140% del PIB más elevado del mundo. El FMI asegura que por cada revalorización del 10% del dólar se recorta, a los seis meses, la capacidad productiva de los mercados emergentes en un 1,9%.

El FMI asegura que por cada revalorización del 10% del dólar se recorta, a los seis meses, la capacidad productiva de los mercados emergentes en un 1,9%

Deportaciones con factura económica

Las expulsiones de extranjeros sin papeles y las duras reglas de inmigración que se avecinan. La población de EEUU podría reducirse un 4% en 2100, si se ponen en liza deportaciones de “baja intensidad” que Brookings Institution identifica como aquellas que provocan la salida de entre 350.000 y 600.000 personas al año. De cerrar sus límites fronterizos por completo, la demografía estadounidense descendería un 32%.

Estas medidas repercutirían en otras economías. Las centroamericanas de El Salvador, Honduras o Nicaragua recibieron en 2021 entre 6.000 y 14.000 millones de dólares de remesas de EEUU; entre el 16% y el 23% de sus PIB y que ha ido en aumento en los últimos años.

En EEUU hay alrededor de 8,3 millones de migrantes sin papeles, pero con trabajo, según datos del Pew Research Center. José Torres, economista en Interactive Brokers, dice a Business Insider que, en sectores con una alta proporción de empleados indocumentados, como la construcción o la agricultura, se pueden perder entre 200.000 y 400.000 puestos cada año con un impacto en el PIB de medio punto de caída. “Cuando hemos tenidos flujos de migrantes, el crecimiento de la economía ha sido positivo”, resalta. La doble barrera -migratoria y comercial- será muy dura especialmente para países como México. Pero, en general, en todo el continente.

Políticas monetarias en divergencia

John Authers, columnista de mercados en Bloomberg, asegura que, si bien el BCE fue el primero de los grandes bancos centrales en bajar -un cuarto de punto- los tipos de interés, toque similar al que, días después, certificó la Fed americana, la autoridad monetaria del euro “sigue sin reducir el precio del dinero de la manera agresiva que se esperaba al comienzo del año”. Incluso con señales de parálisis industrial y productiva como las que emiten alguno de los grandes socios de la divisa común. Todo ello podría crear brechas de tipos y propiciar fluctuaciones inversoras transatlánticas de primer orden. O distorsionar la relación cambiaria entre el dólar y el euro.

Con inflaciones difíciles de anticipar

Los precios muestran otra propensión contraria entre EEUU y Europa. En los últimos dos meses, Italia, uno de los socios con inflación más persistente, ha logrado contenerla al 1,5%. En EEUU aún navega en el 2,5%. El mensaje de la Reserva Federal es de posible sobrecalentamiento de los precios. El BCE habla incluso de posibles episodios de desinflación. “La dirección actual es muy clara”, llega a decir su presidenta, Christine Lagarde, que no parece, sin embargo, capaz de dominar las ínfulas precavidas de sus halcones, que vuelven a ver peligros ficticios -de momento- como los efectos comerciales y económicos que vengan de la versión Trump 2.0. Todavía en el limbo de las amenazas.

Los mercados emergentes salen a la palestra

A los BRICS + les apuntó directamente Trump. El motivo: sus devaneos verbales contra el dominio del dólar, la sugerencia de crear una divisa común entre sus nueve integrantes -en un club con numerosas llamadas de ingreso de potencias como Turquía y que espera el plácet oficial de Arabia Saudí- o las proclamas de China para combatir la supremacía tecnológica, monetaria, geopolítica, financiera y militar de la Casa Blanca. Otra vez con los draconianos incrementos arancelarios por bandera contra Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Etiopía, Egipto, Irán y Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Los BRICS +, según Census Bureau, vendieron a EEUU en 2023 mercancías por valor de 578.000 millones de dólares; sólo China, 427.000. “Haremos de las tarifas una herramienta estratégica” como reclama Trump -dijo el senador republicano Bill Hagerty, dando credibilidad al pleno apoyo del Congreso a la administración trumpista-, porque “necesitamos aplicar mano dura a naciones que discrepan de nuestros intereses comerciales y violan nuestras fronteras y los aranceles son un instrumento idóneo para poner fin a estas afrentas”.

El viejo orden mundial desaparece

Emma Ashford, del Stimson Center, y Matthew Kroenig, del Atlantic Council, así lo constataron en una reciente mesa redonda en Foreign Policy, en la que se pasó revista a los vencedores y perdedores del retorno de otra Administración Trump. La concepción del líder republicano -aseguran- no deja lugar a dudas: el problema es del mundo, no de América. Y bajo su mandato -se autoconvence- “los estadounidenses serán más libres y se quitarán responsabilidades exteriores de encima”. Sin caer en el “colapso ruinoso” que ocasionó en los años treinta del siglo pasado el proteccionismo comercial que desembocó, al finalizar la década, en la Segunda Guerra Mundial.

A su juicio, eso no será posible. Aunque la realidad avisa de que podría perfectamente suceder. “Durante algún tiempo -convienen Ashford y Kroenig- los augurios de Trump podrían acontecer; quizás por varios años”. Sin embargo, las resiliencias del orden internacional y de sus socios y rivales o las dificultades económicas, industriales y en las cadenas de valor americanas, podría engendrar nuevas tensiones inversoras, bursátiles y geopolíticas y “devolver al país a su viejo sueño americano”.

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