Todos sabemos que dormir a pierna suelta es uno de los mayores placeres que existen y que una noche de insomnio se puede convertir en una auténtica tortura. Pero de lo que tal vez no seamos tan conscientes es de la importancia que tiene este hábito en nuestra salud.
Para ahondar sobre ello se celebra desde 2008 el Día Mundial del Sueño, una jornada establecida por la Sociedad Mundial del Sueño, cuyo objetivo es concienciar sobre los trastornos de este acto y fomentar hábitos que promuevan un descanso de calidad.
El evento se celebra anualmente el viernes antes del equinoccio de primavera, por lo que la fecha varía cada año. En 2025, la celebración tendrá lugar el 14 de marzo, bajo el lema ‘Haz de la salud del sueño una prioridad’, donde se nos recuerda que cuidar esta necesidad biológica es tan esencial como cuidar otras áreas de nuestra salud física y mental.
Cuarto pilar de la salud
El sueño es un estado fisiológico de reposo que ocupa aproximadamente un tercio de la vida de un ser humano. Durante esta fase se consolida la memoria y el aprendizaje y se reparan funciones que se han llevado a cabo durante el día, algo así como la ‘puesta a punto’ para seguir funcionando.
Visto de esta manera, dormir bien nos aseguraría una buena vejez, así como dormir mal, no tan buena, y es por eso por lo que los neurólogos se atreven a definir el sueño como el cuarto pilar de la salud.
De momento, está demostrado que dormir mal durante un periodo considerable de tiempo favorece la aparición de ansiedad y depresión, el aumento de peso y del colesterol, el riesgo de accidentes vasculares -infarto, ictus…- y la aparición temprana de enfermedades del deterioro cognitivo.
Cantidad y calidad
Para averiguar si estamos durmiendo bien, los expertos opinan que no hay patrones exactos, y que lo que determina el sueño de calidad es la sensación de descanso físico y mental durante el día.
Sin embargo, como pauta, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda dormir al menos de 6 a 7 horas diarias, teniendo en cuenta que no descansamos el mismo número de horas a lo largo de nuestra vida. Mientras que los bebés duermen en torno a 14 horas al día, en la edad adulta la cantidad se restringe hasta las 7 u 8 horas y por encima de los 65 años podría bajar hasta 6.
Y eso en cuanto a cantidad, porque también está demostrado que las interrupciones del sueño reducen igualmente los beneficios del descanso reparador.
Es decir, que podemos dormir un número considerable de horas, pero si no son de calidad, ‘no sirven’. Y, al contrario, si dormimos pocas horas y bien, el éxito está asegurado.
Las 4:00 de la mañana, la ‘hora bruja’
Si hay un momento en el que los insomnes aseguran ‘contar ovejitas’ es entre las 3:00 a las 5:00 de la madrugada, cuando todo está en calma, lo cual ha alentado mucha literatura al respecto.
Sin embargo, lejos de esoterismos, parece que la ciencia tiene una explicación al respecto. Cada noche completamos dos o tres ciclos de sueño, con sus respectivas fases (superficial, profunda y REM). Pues bien, si nos vamos a la cama entre las 12:00 de la medianoche y las 1:00 a.m., parece que en torno a las 4:00 de la mañana habríamos completado el primer ciclo (de unas tres horas) y estaríamos a punto de empezar la fase de sueño superficial del segundo ciclo, de ahí que la posibilidad de despertarnos sea más alta.
Una vez despiertos, tocará entonces volver a intentar dormir, pero aquí la cosa se complica, teniendo en cuenta que ya hemos descansado unas horas y la necesidad de nuestro cuerpo no es la misma.
El temido insomnio
Podría aparecer entonces el temido insomnio. La dificultad para conciliar el sueño -de primeras o tras una interrupción- afecta a aproximadamente el 10% de la población mundial y en España la cifra se mueve entre el 20 y el 48%, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Y aunque las causas son variadas (estrés, mala alimentación, enfermedades, etc.), los investigadores alertan actualmente sobre la aparición, los últimos años, de un nuevo culpable: el uso excesivo de dispositivos móviles y la ‘luz azul’ que emiten, similar a la luz natural del día, que confunde a nuestro cerebro.
De ahí que en ningún caso el insomne debería recurrir a ellos para matar esas horas de vigilia.
Dormir la siesta
Si la dificultad de caer en los brazos de Morfeo nos acecha, los expertos recomiendan intentar eliminar de la mente cualquier pensamiento estresante o imaginar una escena relajante que involucre el sueño y, si aún así persiste, la solución pasaría entonces por levantarse de la cama y realizar alguna actividad tranquila.
Aunque sin olvidar que siempre nos quedará la siesta, ese hábito saludable que se ha ido perdiendo debido al ritmo de vida actual, y que por raro que parezca solo el 16% de la población en España practica a diario, frente al 22% de los ciudadanos alemanes que duermen siesta hasta 3 días a la semana. Pero en ningún caso ponerse nervioso, porque… los nervios quitan el sueño.