La sostenibilidad ha madurado. Ya no es una tendencia, ni mucho menos una moda: nunca lo fue. Su arraigo en las empresas durante los últimos años ha sido tan hondo y tan amplio que se ha convertido en patrón. Los valores medioambientales se han integrado en el ADN de las compañías. Tanto es así que ahora, ante el advenimiento del trumpismo negacionista, algunas intentan marcar perfil propio denostándola. Por eso muchos empresarios mantienen su compromiso medioambiental sin hacer ostentación de ello, como si se sintieran avergonzados de ser sostenibles.
Paul Polman es uno de los grandes expertos internacionales en desarrollo sostenible. Fue uno de los principales asesores del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, para la elaboración de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y fundó la oenegé Imagine, que agrupa a los principales líderes mundiales que trabajan para promover su consecución desde el mundo de los negocios.
En una brillantísima columna publicada estos días en su página de Linkedin, ‘Becoming Net Positive’, da un palmetazo en la mesa de juntas y llama al orden a quienes se aprovechan del caos que están sembrando los trumpistas para promover las dudas sobre la oportunidad de seguir apostando por la sostenibilidad .
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“Es curioso -argumentaba desde esta red social- pero la era del lavado de imagen verde, cuando las empresas exageraban sus credenciales de sostenibilidad para reforzar su reputación, está dando paso a una especie de silenciamiento ecológico que resta importancia deliberadamente a las acciones de sostenibilidad”.
Del ‘ecopostureo’ a la acción
Las reflexiones de Polman llegan cuando muchas compañías se sienten avergonzadas de mostrar su contribución al cuidado del medio ambiente y la acción climática. “El temor ahora -subraya en su escrito- no es el daño a la reputación por hacer poco, sino las represalias políticas por hacer demasiado. Es algo surrealista. Aterrorizadas por la reacción política, algunas empresas se esfuerzan ahora por ocultar que están tratando de evitar que el planeta se siga recalentando”.
Pero eso no significa que proteger el medio ambiente haya pasado de moda. Lo que ocurre es que en determinados ámbitos, sobre todo políticos, el compromiso con el planeta ya no luce. Así, aunque “en privado muchos directores ejecutivos admiten que la sostenibilidad no es un proyecto secundario ni una protección reputacional, sino un elemento central para la gestión de riesgos y la competitividad a largo plazo, en público renuncian a defender esa idea”.
Y sabe muy bien de lo que habla. Aunque ahora centra todo su trabajo en promover la responsabilidad ambiental desde su responsabilidad como vicepresidente del Pacto Mundial de la ONU, Paul Polman fue durante diez años el CEO mundial de Unilever: desde 2009 hasta su jubilación en 2019. Además dirigió la Cámara de Comercio Internacional, de la que sigue siendo presidente honorario. Por eso es tan relevante su llamada al orden a quienes mienten al señalar un falso retroceso de la ambición climática y el compromiso en las empresas.
El oportunismo de los farsantes
“Es cierto que demasiadas empresas se involucraron con gestos simbólicos y compromisos vagos, tratando de desviar la atención (del consumidor y del inversor) hacia lo superficial”, señala. Una actitud que no solo no ha contribuido a generar el cambio que tanto se necesita, sino que ha entorpecido la labor honesta de todas las empresas, desde pymes hasta grandes multinacionales, que en verdad han hecho y siguen haciendo de la sostenibilidad bandera.
Ahora, son esos mismos impostores los que afirman que la sostenibilidad era una moda pasajera. Por eso, como denuncia Polman, “en su retroceso actual hay algo de falsario ¿Acaso quienes abandonan sus compromisos ante el primer obstáculo se comprometieron realmente desde el principio?”.
En su opinión no debemos atender a las voces interesadas en promover el abandono de los compromisos medioambientales. “La transición está en marcha. Los datos son claros. Las inversiones fluyen. Los consumidores dan su apoyo. Sin embargo, esta nueva narrativa intenta defender lo contrario”. Por eso llama al mundo empresarial a rebatirlas, pues “si no se cuestiona esa ficción, podría frenarnos justo cuando más necesitamos acelerar”.
La trascendencia de este mensaje, lo que hace que valga la pena recogerlo y ampliarlo aquí, está en la solvencia de quien lo expresa: uno de los altos ejecutivos mejor considerados y más exitosos de las últimas décadas. Un hombre de negocios que baso su gestión en el compromiso con el medio ambiente y en “la obligación moral” de incluir la lucha contra el cambio climático en el propósito de las marcas para seguir creciendo pero de una manera sostenible, es decir dentro de los límites del planeta.
Sus palabras finales van dirigidas a quienes se sienten tentados a dejarse llevar por este florecer del negacionismo: “la peor señal que puede enviar un líder es el silencio, el abandono total de sus principios. Indica debilidad. Le dice a su gente que han perdido. Quien se desploma, le entrega la narrativa a sus críticos”. Es tiempo de aferrarse a los valores medioambientales, no de renunciar a ellos.
La sostenibilidad ha madurado. Ya no es una tendencia, ni mucho menos una moda: nunca lo fue. Su arraigo en las empresas durante los últimos años ha sido tan hondo y tan amplio que se ha convertido en patrón. Los valores medioambientales se han integrado en el ADN de las compañías. Tanto es así que ahora, ante el advenimiento del trumpismo negacionista, algunas intentan marcar perfil propio denostándola. Por eso muchos empresarios mantienen su compromiso medioambiental sin hacer ostentación de ello, como si se sintieran avergonzados de ser sostenibles.