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Desdramatizar la Champions

Autor: Joan Canete Bayle

La derrota del Barça en Mónaco en su debut en la renovada Liga de Campeones de este año ha vuelto a despertar los fantasmas de la pésima relación de los azulgranas con la máxima competición continental en la última década, desde que se alzó con el torneo contra la Juventus en la final de Berlín en el 2015. Repasar el rendimiento del equipo desde entonces es una pesadilla: en las temporadas 2015-16, 2016-17 y 2017-18 cayó en cuartos contra el Atlético, la Juventus y la Roma; en la 2018-19, fue eliminado por el Liverpool en semifinales; en la 2019-20 sufrió el humillante 2-8 ante el Bayern Múnich en Lisboa, y en la 2020-21 cayó en octavos ante el PSG de un Mbappé que se paseó en el Camp Nou. 2021-22 y 2022-23 la pesadilla se agudizó: el equipo no pasó la fase de grupos y compitió en la Europa League, que no logró ganar. Y la temporada pasada cayó ante el PSG en cuartos de final. En cifras, desde que se proclamó campeón el Barça ha jugado 82 partidos en la Champions, de los que ganó 46, empató 17 y perdió 13. Marcó 158 goles y recibió 96. Es decir: ha ganado poco más de la mitad de los partidos que ha jugado. 

Un balance paupérrimo para un grande de Europa. Cualitativamente, las derrotas suelen concentrarse con equipos grandes, ante los que el Barça no ha sabido competir desde hace muchos años, con la excepción del partido de ida de la eliminatoria de cuartos de la pasada temporada contra el PSG. La decadencia, además, ha sido progresiva: empezó el equipo sufriendo fuera de casa (Luis Suárez estuvo cinco años sin marcar a domicilio en la Champions), después en los cruces, pasó a ser goleado, después sufrió en la fase de grupos y acabó hundido en la Europa League. En una década ha habido todo tipo de jugadores, de Messi a Lewandowski, y varios entrenadores: Luis Enrique, Valverde, Setién, Koeman y Xavi. Han caído grandes Barças (aunque instalados en la molicie, como dijo Ivan Rakitic hace poco) y Barças muy limitados (como el que se encontró Xavi en sus primeros pasos como entrenador del equipo). 

Demasiados jugadores y entrenadores

Demasiados jugadores, entrenadores y coyunturas como para pensar que se trata de una mala racha temporal. A su manera, la maldición de la Champions también la sufrió el mejor Barça de la historia, el de Guardiola, que ganó dos veces el torneo pero cayó eliminado ante equipos inferiores como el Inter de Milán y el Chelsea. Lo que por calidad y juego debería haber sido una dinastía como la del Real Madrid esta década pasó a ser una oportunidad perdida. Y antes de Guardiola, el Barça ganó dos veces el torneo (contra el Arsenal y la mítica primera vez ante la Sampdoria) pero acumulaba una historia negra desde los postes cuadrados contra el Benfica hasta los penaltis y un tal Duckadam contra el Steaua de Bucarest. No, lo del Barça y Europa no es un romance. 

Cada eliminatoria, cada temporada acabada con eliminación tienen una explicación propia, algunas de motivación de los jugadores y cohesión de la plantilla, otras de juego y calidad, muchas veces de mala fortuna o de pésimos arbitrajes. Juntas, dibujan un club obsesionado con la Champions, por su propia historia y por la de su máximo rival, el Real Madrid, que es el polo opuesto del Barça: en blanco y negro y en color, en cada década, jugando bien y jugando mal, con galácticos o no tanto, los blancos ganan la Copa de Europa casi sin querer. 

De Stuttgart a Mónaco

Veamos el debut de este año en esta nueva Champions: el Madrid fue zarandeado por el Stuttgart, salvado por su portero, y aun así acabó ganando 3-1. El Barça, a los 10 minutos, fue hundido por su portero, que causó la expulsión de Eric García, y aún así logró empatar, para encajar el gol definitivo cuando parecía pasar por su mejor momento del partido. 

Es difícil no pensar que la obsesión del club y su entorno por esta competición permea a los jugadores y les afecta hasta el punto de saltar al campo agarrotados, irreconocibles. Las crónicas no ayudan. La derrota del Mónaco no es comparable con otras, ni siquiera con la del PSG el pasado año. El equipo jugó con diez 80 minutos, y no se desplomó. Pero tanto hablar de la maldición, tanto anhelar esa copa tan linda y deseada, ha generado una obsesión insana en el club y el entorno que afecta a los jugadores. 

Igual la forma de empezar a rendir en Europa es empezar a no darle importancia a Europa. Ya lo dijo el maestro: salid y disfrutad. 

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