Para sorpresa de nadie lo primero que hizo Donald Trump al regresar a la Casa Blanca ha sido firmar una serie de mandatos presidenciales que van conformes a su ideología de extrema derecha, entre ellas atentar contra los derechos de las personas migrantes, las mujeres y la comunidad LGTB+, y claro, sin poder faltar, contra el medio ambiente.
Siendo conocido por ser un acérrimo negacionista de la crisis climática, Trump ha firmado una batería de resoluciones presidenciales en el minuto uno de su nueva llegada a la presidencia de Estados Unidos, donde confirma la salida del Acuerdo de París, luego de haber regresado en el gobierno de Biden, así como el compromiso por priorizar el uso de combustibles fósiles en zonas estratégicas como Alaska y si se cumplen sus propósitos, también de Groenlandia.
De acuerdo a su orden ejecutiva nombrada, Putting America First in International Environmental Agreements (Poniendo a EE. UU. primero en acuerdos ambientales internacionales), menciona que se debe priorizar la eficiencia económica, la promoción de la prosperidad estadounidense, la elección del consumidor y la restricción fiscal en todos los compromisos exteriores que afecten a la política energética, a su vez, en otra orden señala que se declara a Estados Unidos en emergencia energética, por lo que se debe preponderar el desarrollo, producción, transporte, refinación y capacidad de generación de energía y minerales críticos.
Entre otras ordenes ejecutivas que se presentaron el pasado 20 de enero, se encuentran los planes para pausar los proyecto eólicos y de energía solar que se pudieran haber implementado este año, así como la desregulación en el uso del agua en el Estado de California y poner fin al ambientalismo radical, así como la salida del país de cualquier acuerdo ambiental internacional.
Esto sumado a que, en contraste con su primer mandato, al menos estos primeros meses de su nuevo gobierno, el partido Republicano tendrá la mayoría en ambas cámaras, por lo que será más fácil que se legisle nuevas desregulaciones en materia ambiental, así como mayores recortes a la ciencia y el desarrollo de nuevas tecnologías para luchar contra la crisis climática.
Nueva salida del Acuerdo de París
Como ya había hecho en su primer mandato en 2017, Donald Trump ha firmado la salida de EEUU, del Acuerdo de París, un tratado internacional que busca frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar que la temperatura del planeta aumente por encima de 2°C con respecto a la etapa preindustrial, con un esfuerzo adicional para evitar que supere los 1,5°C.
Pese a esto, la mayoría de los estados al interior de EEUU, continuaron con los acuerdos establecidos en el Acuerdo de París, aunque sin la representación a nivel internacional, aún así
se continuaron con los planes de reducción de emisiones de carbono y con todas sus metas
climáticas desde entonces, lo que muchos analistas señalaron que esta decisión solo significó el debilitamiento de la posición negociadora de Estados Unidos en La Convención Marco de la Naciones Unidas para el Cambio Climático.
Aún así no sorprende que gobernadores alineados a las políticas negacionistas de Trump adopten sin condiciones las desregulaciones en temas de medio ambiente, como el gobernador de la Florida Ron DeSantis, quien en más de una ocasión ha sido señalado por sus posturas negacionistas, pese a que su estado haya recibido en los últimos años las peores consecuencias de la crisis climática, como los huracanes Milton y Helene en 2024 y cuya respuesta fue deficiente, ocasionando grandes perdidas humanas y materiales.
De esta manera, Estados Unidos, segundo país que más produce gases de efecto invernadero (GEI), responsables del aumento de las temperaturas globales, (después de China), se une a países como Yemen, Irán e Irak quienes no han ratificado este acuerdo, que pese a ser criticado por que las medidas planteadas para reducir la emisión de gases GEI no resultan suficientes y a casi 10 años de que haya sido firmado por la mayoría de países, ha sido insuficiente para frenar los efectos de la crisis climática y que Estados Unidos continuamente ha incumplido aún con las administraciones de Joe Biden o Barack Obama.
¿El fin del sueño del Green New Deal?
Para algunos analistas, el éxito de Joe Biden durante las elecciones del 2015 fue en parte gracias a promocionar este modelo para capitalizar el voto de los sectores más progresistas y jóvenes, u cuyo objetivo era lograr el 100% de la energía de origen renovable en los Estados Unidos para el año 2030, de la mano de revisar el sistema de transporte, mejorar las redes de energía, hacer inversiones públicas en energía renovable y, al mismo tiempo, garantizar los puestos de trabajo para las familias y la atención médica universal.
Pese a tener elementos progresivos, el Green New Deal no era suficiente para enfrentar la crisis climática, y quedó demostrado al priorizar el sector privado que incluso reduciendo mínimamente sus emisiones, no compensan las producidas por el sector de los combustibles fósiles, las empresas de electricidad, las compañías de automóviles y las compañías aéreas que no se han comprometido a cambiar sus políticas ambientales mientras siguen recaudando miles de millones para sus ejecutivos y accionistas. Ante esto, la nueva llegada de Donald Trump a la presidencia, en su declaración de emergencia energética decidió poner fin al nuevo pacto verde, con el fin de “frenar el ambientalismo radical”.
Esto no solo afecta a Estados Unidos, sino, según analistas podría empoderar a otros mandatarios afines en la región a seguir los pasos de Donald Trump y retirar a sus países del Acuerdo de París al mismo tiempo de aumentar las desregulaciones ambientales, como el caso de Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador o Daniel Noboa en Ecuador.
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Sin embargo, no todas las pretensiones energéticas del gobierno de Trump serán basadas en combustibles fósiles, cabe destacar que de la mano del lobby tecnológico, encabezado por el magnate de Tesla, Elon Musk, se tienen bajo la mira la explotación del litio y otras tierras raras, necesarias para la fabricación tanto de celulares, autos y otras tecnologías que también están dentro de la lógica del “capitalismo verde”.
Más allá de las declaraciones hostiles sobre anexar Canadá y Groenlandia, o de las anteriores declaraciones de Elon Musk sobre impulsar golpes de Estado en Latinoamérica (esto dicho en su Twitter después del Golpe de Estado en Bolivia en 2020), lo cierto es que darle un mayor impulso a la mega minería, que es uno de los sectores más contaminantes, implica también darle más presión a las comunidades que ya lidian con proyectos extractivistas que despojan y devastan sus territorios, como en el caso del triángulo de litio, Argentina, Bolivia y Chile, y algunos estados del norte de México que cuentan con reservas importantes de este mineral, que ya de por sí se enfrentan a enormes desafíos legales y sociales para defender sus ecosistemas y que por sí solo ya representa un fuerte peligro para las y los defensores del territorio.
¿Quién dijo que todo está perdido?
La nueva llegada de Donald Trump a Washington supone enormes retos a la lucha para frenar la crisis ambiental, esto en medio del recrudecimiento de los efectos de la crisis climática, ya que el 2024 fue el año más caliente desde que se tuvo registros, las potentes olas de calor y los eventos naturales extremos, como sequías y huracanes golpeando cada vez mas fuerte por todo el mundo, dejando no solo enormes pérdidas materiales, sino cada vez más víctimas humanas y desplazados climáticos.
Sin embargo, y, lejos de alentar la eco ansiedad, problema que cada vez sufren más jóvenes a lo largo del mundo, recordemos que en el pasado líderes negacionistas como Trump, Jair Bolsonaro en Brasil e incluso Javier Milei en Argentina, no han tenido la puerta abierta para imponer sus planes de saqueo extractivista y de expoliación de los territorios, como sucedió en el 2019, cuando millones de personas en el planeta se unieron a las huelgas por el clima.
Durante ese entonces, esta generación que denunció los intereses económicos y políticos burgueses que destruyen el planeta y se sumó al llamado de la activista Greta Thunberg, y que ahora es necesario que retome las calles para frenar la avanzada negacionista e intervencionista de Trump y sus aliados, a un horizonte político anticapitalista, antiimperialista y ligado a la clase trabajadores para sectores enormes de la juventud a nivel mundial.
No solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, es necesaria una vez más que los movimientos ambientalistas y contra el despojo capitalista se unan, de la mano de las y los trabajadores para hacer frente a la crisis climática, no solo en las calles, sino también para pensar una estrategia que busque acabar con el capitalismo y reorientar la producción hacia la satisfacción de las necesidades de todos y el respeto del medio ambiente.
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