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La paranoia de la perfección: el ciclo de las dietas y su impacto en la salud mental

Autor: Administrador

El final del verano trae consigo un renovado impulso hacia la auto-mejora que, aunque bien intencionado, a menudo se convierte en una trampa para quienes buscan alcanzar una versión idealizada de sí mismos. Este fenómeno, amplificado por las redes sociales, lleva a muchos a embarcarse en un maratón de resoluciones que incluyen desde meditación hasta rigurosos entrenamientos físicos, pasando por dietas estrictas. Sin embargo, esta obsesión con la perfección física no solo resulta extenuante, sino que también puede ser perjudicial para la salud mental y emocional.

Uno de los efectos más notorios de esta tendencia es el fenómeno conocido como permarexia, un estado en el que los individuos se someten a constantes ciclos de dietas restrictivas impulsados por el miedo a ganar peso. Aunque el término no está oficialmente reconocido como un trastorno mental en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), sus consecuencias son muy reales. Las personas afectadas suelen acumular una serie de pautas dietéticas, mitos y suplementos que, lejos de aportar claridad, generan confusión y un sentimiento constante de fracaso.

El ciclo de adopción de nuevas dietas y su posterior abandono, a menudo en un plazo breve, deja a muchos en un estado de desánimo y agotamiento. La presión por cumplir con un ideal estético, que se perpetúa tanto en la publicidad como en el bombardeo de mensajes a través de las redes sociales, contribuye a una relación disfuncional con la comida. Este ciclo de restricción y sobrealimentación no solo puede provocar aumento de peso y daños metabólicos, sino que también deteriora la confianza en uno mismo y puede predisponer al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la anorexia, bulimia o el trastorno por atracón.

El culto a la delgadez

Las causas detrás de esta obsesión son variadas y complejas. Desde el culto a la delgadez como sinónimo de éxito y salud hasta la gordofobia estructural que permea nuestra sociedad, la presión por mantener un cuerpo ajustado a los estándares ideales se convierte en una fuerza poderosa. Aunque hay una creciente representación de la diversidad corporal, los cuerpos que no se ajustan a estos ideales siguen enfrentando críticas y presión, a menudo disfrazadas de intentos de evitar la “apología de la obesidad”.

El uso del Índice de Masa Corporal (IMC) como principal indicador de salud contribuye a justificar prácticas restrictivas bajo el pretexto de cuidar la salud. Detrás de afirmaciones como “no como ese dulce porque no es sano”, puede esconderse un miedo profundo a perder el control más que una verdadera preocupación por la nutrición.

Este fenómeno afecta especialmente a las mujeres jóvenes, aunque no está limitado a un grupo etario específico. La baja autoestima y la valoración personal basada en la apariencia externa son comunes entre los dietantes crónicos, perpetuando un ciclo de insatisfacción corporal y vergüenza.

Afortunadamente, es posible romper este ciclo destructivo. La clave está en alejarse de las dietas restrictivas y buscar la orientación de profesionales de la nutrición que promuevan un enfoque equilibrado y adaptado a las necesidades individuales. La recuperación de una relación saludable con la comida requiere valentía y la disposición a aceptar que la verdadera salud no se mide solo en términos de apariencia, sino en la capacidad de disfrutar de una vida plena y libre de restricciones autoimpuestas. @mundiario

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