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CURIOSIDADES DEL 29 DE JUNIO: LAS MANOS DE PERON – Dato Posta

Autor: Dato Posta

Trece años después de la muerte de Juan Domingo Perón, el líder del Partido Justicialista argentino Vicente Leónidas Saadi recibió una carta firmada por el desconocido grupo «Hermes IAI y los 13» en la que se exigía el pago de ocho millones de dólares por un extraño rescate: las manos del general Juan Domingo Perón, su anillo y su sable. Se adjuntaba como prueba un fragmento del poema manuscrito de su esposa María Estela Martínez de Perón que había sido colocado en el féretro del tres veces presidente argentino, en la bóveda del cementerio bonaerense de Chacarita. Otras dos cartas similares, con fragmentos del resto del poema, fueron enviadas a otros responsables peronistas: el secretario general de la CGT, Saúl Ubaldini y el presidente del Partido Justicialista porteño, Carlos Grosso.

Roberto García, sobrino político de Perón, entró en la bóveda de la Chacarita tres días después, el 29 de junio de 1987, para ver si todo estaba en orden. Al examinar el lugar, García comprobó que faltaba el sable y el manuscrito y lo denunció en la comisaría.

También los líderes judicialistas habían acudido a la Policía y aunque ésta en un primer momento desmintió la profanación de la tumba, el juez Jaime Far Suau confirmó que los restos de Perón habían sido cercenados.

«Luego de perforar durante horas la plancha metálica que protegía a la tumba, y de saltar alguno de los doce cerrojos que guardaban el cuerpo del general, los profanadores amputaron las manos del cadáver y se las llevaron junto al sable que reposaba sobre la cabecera del catafalco», explicaba la crónica policial de aquellos días.

El macabro robo causó una profunda conmoción en todo el país, donde la figura de Perón aún era objeto de una veneración que rayaba con lo religioso. «Los memoriosos, puestos a airear la pertinaz necrofilia de este país, recuerdan ahora a aquella banda del siglo pasado, «los caballeros de la noche», que entraban en el cementerio de la Recoleta para sustraer cadáveres y exigir luego rescate a sus deudos. También se habla de los increíbles «paseos» de que fuera objeto el cuerpo de Evita Perón; de su hermano Juan, cuyo féretro fue abierto y se seccionaron partes del cadáver, y del general Aramburu, cuyos restos fueron robados por los montoneros y abandonados posteriormente en plena vía rústica», contaba un corresponsal de ABC.

Se dijo que las manos habían sido mutiladas para acceder a una caja de seguridad en Suiza que solo se abría con la impresión de sus dedos, o con una combinación alfanumérica que estaría grabada en el anillo de Perón. Aunque algunos dirigentes peronistas, dejaron traslucir sus sospechas sobre posibles móviles políticos ocultos tras este extraño suceso. Argentina se encontraba entonces en plena campaña electoral ante los comicios que se iban a celebrar el 6 de septiembre. Para el presidente Alfonsín, el hecho demostraba que aún había «un minúsculo grupo golpista» que estaba jugando «a la desesperada».

Una cadena de sospechosas muertes

El juez Jaime Far Suau se hizo cargo de la investigación. Tras examinar la tumba de Perón, supuso que los profanadores habían trabajado «en más de una ocasión dentro de la bóveda». El cristal blindado que tuvieron que atravesar era de unos 170 kilogramos de peso.

Far Suau viajó a España para entrevistarse con la viuda de Perón, pero los apuntes que tomó de aquella charla desaparecieron tras la extraña muerte en un accidente de tráfico del magistrado. Claudio Negrete y Juan Carlos Iglesias aseguran en su libro «La profanación» (2002 y reeditado en 2017) que el juez fue asesinado.

Aquel mismo agosto la viuda de Perón denunció un robo en su domicilio de la quinta 17 de Octubre, en el barrio residencial madrileño de Puerta de Hierro. Se llevaron algunas condecoraciones, documentos y objetos de valor, destruyeron sables y floretes que pertenecieron a Perón y a las imágenes religiosas les mutilaron las manos.

Otras muertes contribuyeron a alimentar las sospechas. El sereno del cementerio de la Chacarita falleció poco después de denunciar que le querían matar, la mujer que llevaba flores a diario a la tumba de Perón murió de una paliza al parecer días después de intentar hablar con un investigador para describir a un sospechoso. También el comisario general Juan Ángel Pirker murió en esas fechas de un ataque de asma en su despacho y el comisario Carlos Zunino se salvó milagrosamente de un atentado.

Una línea de investigación emprendida por los periodistas David Cox y Damián Nabot en su libro «Perón, la otra muerte» (1997) apuntó a Licio Gelli como el hombre que ordenó robar las manos de Perón. Según esta hipótesis, el jefe de la logia italiana P2 (Propaganda Due) arrastraba un largo rencor contra Perón por una deuda millonaria que consideraba impagada y la firma «Hermes lai y los 13» de las cartas tendría que ver con creencias egipcias y esotéricas que sostenía.

Para Adrián Busto, autor de la novela «Las manos de Perón», el robo no fue más que un intento de cobrar un rescate. Sin embargo, la investigación llevada a cabo por Far Suau y la que continuó el juez Alberto Baños coincidieron en señalar que los profanadores contaron con algún tipo de apoyo oficial. El cristal blindado que protegía el féretro había sido perforado 15 centímetros, pero habían necesitado las doce llaves de las cerraduras del marco de metal para poder mutilar el cadáver. De hecho, Baños había reabierto la causa en 1994 al encontrar en una comisaría de Buenos Aires una copia de dichas llaves.

En 2008, el juez denunciaba el robo en su domicilio de los expedientes de los últimos nueve años de investigación sobre el caso. Baños explicó que tenía la causa en su casa porque preparaba un escrito en el que iba a pedir de nuevo al Gobierno toda la información que tuvieran los organismos de inteligencia del Estado.

«¿De qué sirvió atentar contra un cadáver como el de Perón? ¿A quién benefició? Mutilar el cuerpo del expresidente no fue un objetivo en sí mismo. Fue un medio para recordar que existen pactos implícitos y condiciones que deben cumplir quienes habitan la cara visible del poder», señalan Iglesias y Negrete en su libro.

Seis hombres fueron detenidos dos meses después del robo, una semana antes de las elecciones argentinas, pero ninguno fue acusado formalmente. Las manos de Perón nunca aparecieron.

Fuente: ABC.es

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