Cada 20 de enero, Donostia se convierte en un vibrante escenario donde la tradición y la emoción se entrelazan en una sinfonía de tambores y barriles. La Tamborrada, celebrada en honor al patrón de la capital guipuzcoana, San Sebastián, nos envuelve en una atmósfera única que palpita al unísono con los corazones de los donostiarras.
Este especial día nos invita a sumergirnos en la historia, la cultura y el orgullo de nuestras gentes, por lo que nos animamos a participar en un recorrido que conecta el pasado con el presente. Con la intención de descubrir los orígenes de su tradición, nos embarcamos en un viaje fascinante por la más pura esencia de Gipuzkoa.
La festividad comienza a las 00.00 horas del 20 de enero, cuando nos congregamos en la emblemática Plaza de la Constitución para la izada de la bandera. En este instante cargado de simbolismo, la sociedad Gaztelubide, acompañada por representantes de otras tamborradas, interpreta la Marcha de San Sebastián compuesta por Raimundo Sarriegui en el siglo XIX.
Este acto bañado por el sonido de los tambores marca el inicio de 24 horas ininterrumpidas de música, color y alegría que recorren cada rincón de la ciudad. Esta marca no es solo una melodía, es un eco que nos transporta a un pasado lleno de historias compartidas que a día de hoy aún perduran.
Un desfile de tradición
A lo largo del día, más de 200 compañías formadas por tambores y barriles desfilan por las calles de Donostia. Los que llevan tambor van vestidos con trajes militares napoleónicos, mientras que a los que van con barril se los conoce como replicantes, y se visten como cocineros.
Por otro lado, no solo los adultos son los privilegiados al poder participar en dicha festividad, pues el ambiente se llena con la frescura y la ternura de la Tamborrada infantil, que se celebra durante la mañana. Considerado uno de los momentos más entrañables de la jornada, en él miles de niños y niñas, organizados en compañías de diversos centros escolares, desfilan con entusiasmo, perpetuando una tradición que simboliza la continuidad y el arraigo de nuestra cultura.
La visión de estos pequeños, vestidos con el mismo uniforme que los adultos, refleja la fuerza de la identidad donostiarra y la alegría que envuelve a la ciudad en un día en el que el legado se transmite de generación en generación.
Tamborrada infantil en el Día de San Sebastián. Javier Colmenero
Orígenes de la festividad
La historia de este día se remonta a 1597, cuando una epidemia de peste llevó a los donostiarras a realizar un voto perpetuo de procesionar la reliquia de San Sebastián cada 20 de enero en busca de protección.
Con el tiempo, la celebración evolucionó, incorporando elementos como la Tamborrada, que según cuentan algunas leyendas, podría tener su origen en las burlas de las mujeres que al ir a recoger agua a las fuentes imitaban con sus cántaros el sonido de los tambores de las tropas napoleónicas que ocupaban la ciudad en el siglo XIX.
Sin embargo, esta no es la única historia que se cuenta sobre el nacimiento de esta celebración, pues otros la datan en 1830, cuando apareció la comparsa de Carnaval que en estas fechas desfilaba para anunciar el antiguo espectáculo taurino sokamuturra.
El mencionado músico Raimundo Sarriegui compuso para esa comparsa muchas de las piezas que siguen interpretando las compañías a día de hoy, y aún después de que la celebración se haya ido expandiendo y haya ido evolucionando y cambiando con el tiempo.
La Tamborrada, en el día de San Sebastián. Juan Herrero
La cena de la víspera
En medio de las festividades, la ceremonia de entrega de las Medallas al Mérito Ciudadano acostumbra a ser una de las citas con mayor carga emotiva de la fiesta. En ella, se reconoce el esfuerzo a personas o colectivos que han trabajado y contribuido al bienestar de la ciudad y de sus gentes. Llevada a cabo en el salón de Plenos del Ayuntamiento de Donostia, es un acto de gratitud y reconocimiento que resalta el compromiso de aquellos que, a través de su esfuerzo, enriquecen la vida de los demás.
Por otro lado, una de las tradiciones más entrañables de la víspera del 20 de enero es la cena de la noche anterior. Para los donostiarras, esta cita es irremplazable, pues las cuadrillas se reúnen en sus sociedades o en sus restaurantes de confianza para compartir una comida festiva que da inicio a un día repleto de emociones. Muchas de estas cuadrillas han sido fieles durante décadas al mismo lugar, convirtiendo a esta tradición en un lazo que une a todo su pueblo.
El día de San Sebastián se celebra cada 20 de enero. Javier Colmenero
¿Qué se celebra el 20 de enero?
La Tamborrada es la fiesta local de Donostia en la que se celebra el día de su patrón, coincidiendo el 20 de enero en el calendario santoral católico. San Sebastián o San Sebastián de Milán, que da nombre a la capital guipuzcoana, fue un mártir que vivió en el siglo III. Era un oficial del ejército romano que acabó siendo condenado a muerte por profesar la fe cristiana.
Según cuenta su historia, los soldados le ejecutaron lanzándole flechas, pero sobrevivió y, en vez de huir, conservó la entereza respecto a su fe y se personó ante el emperador Maximiano para reprocharle su persecución de los cristianos. Fue en ese momento cuando acabaron definitivamente con su vida, pues falleció siendo azotado hasta la muerte. Posteriormente, la Iglesia lo declaró como santo.
La jornada del Día de San Sebastián culmina en la medianoche del vigésimo día del primer mes del año, con la arriada de la bandera en compañía de la Unión Artesana en la Plaza de la Constitución. Los tambores y los barriles cantan las últimas notas de las marchas, mientras que la multitud conmovida mira al cielo deseando disfrutar del mismo momento cada nuevo año.
Ambiente de la arriada. Javier Colmenero
El Día de San Sebastián no solo honra al patrón de la capital guipuzcoana, sino que refuerza los lazos comunitarios y celebra la identidad donostiarra. Es una manifestación de la historia compartida, de la alegría colectiva y del orgullo de pertenecer a una ciudad que cada 20 de enero late al compás de tambores y barriles que retumban en los más profundo de nuestro pecho, recordándonos para siempre nuestros orígenes.
