Richard Grenell y NIcolás Maduro.

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Pie de foto, Richard Grenell es el primer diplomático estadounidense en retratarse con Maduro desde hace años.

“En su primer gobierno, presidente reelecto Donald Trump, no nos fue bien. Este es un nuevo comienzo para que apostemos a ganar-ganar. Y le vaya bien a Estados Unidos, le vaya bien a Venezuela”.

Esas fueron las palabras con las que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, inició un mensaje televisado para felicitar a Donald Trump, poco después de que este ganara las elecciones del 5 de noviembre del año pasado.

Maduro le tendió la mano a Trump pese a que el estadounidense durante su primer gobierno (2017-2021) aplicó una política de máxima presión con miras a forzar un cambio de régimen en Venezuela, aplicando sanciones petroleras y financieras sobre el país.

EE.UU. encabezó una coalición internacional para desconocer la legitimidad de Maduro, cuando este inició en 2019 un segundo mandato como presidente luego de unas elecciones consideradas fraudulentas por decenas de países.

Trump le arrebató a Maduro el control de los bienes del Estado venezolano en Estados Unidos. Además, aprobó sanciones personales contra él y varias de las principales figuras de su gobierno e incluso ofreció una recompensa millonaria para quienes ayudaran a capturar al gobernante venezolano.

El gobierno de Maduro sobrevivió a la política de máxima presión, pero la economía de Venezuela, su producción petrolera y la calidad de vida de sus ciudadanos sigue resentida por los efectos de una crisis económica que ya existía antes de las sanciones.

El aislamiento y la renovada crisis de legitimidad internacional que sufre Maduro luego de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio -en las que el Consejo Nacional Electoral le proclamó ganador pese a no mostrar públicamente las actas que avalaban su supuesta victoria-, también contribuyen a explicar por qué al gobernante venezolano le puede interesar tener “un nuevo comienzo” con el gobierno de Trump.

Y, aunque oficialmente la Casa Blanca lo niega, hay evidencias concretas que indican que algo está cambiando entre Washington y Caracas.

El primer indicio se produjo el pasado 31 de enero, cuando Richard Grenell, enviado de Trump para misiones especiales, viajó a Caracas para reunirse con Maduro en el Palacio de Miraflores. Era la primera vez en muchos años que un diplomático estadounidense se dejaba fotografiar junto al gobernante venezolano.

Grenell junto a los seis estadounidenses liberados por Venezuela.

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Pie de foto, Tras su reunión con Maduro, Grenell logró la liberación de seis estadounidenses detenidos en Venezuela.

También trajo consigo el compromiso de Maduro de recibir y hacerse cargo de los venezolanos que el gobierno de Trump quiere sacar de EE.UU. como parte de la “mayor deportación” en la historia de EE.UU.

Nueve días más tarde, aterrizaban en Caracas dos aviones de la línea estatal venezolana Conviasa que transportaban a los primeros 190 deportados desde EE.UU.

¿Qué está pasando? BBC Mundo te cuenta tres claves para entenderlo.

1. La inmigración, la prioridad de Trump

Deportados procedentes de EE.UU. llegando a Venezuela el pasado 10 de febrero.

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Pie de foto, Maduro había dejado de recibir los deportados durante el gobierno de Biden, pero con Trump volvió a aceptarlos.

El cierre de la frontera y la lucha contra la inmigración ilegal es un tema central de Trump, quien ya en campaña vinculó la presencia de venezolanos indocumentados con el supuesto aumento de la delincuencia en Estados Unidos.

“En Venezuela, sus prisiones han sido vaciadas en Estados Unidos. Sus criminales y narcotraficantes han sido sacados de las ciudades y traídos a Estados Unidos, y eso es cierto con muchos otros países”, dijo Trump el 31 de mayo de 2024.

Distintos medios que se dedican a la verificación de datos como Factcheck.org han indagado este tema y apuntan que no hay evidencias de que las cárceles hayan sido vaciadas para enviar a los delincuentes a EE.UU.

En cualquier caso, la cifra de venezolanos en EE.UU. se ha multiplicado en los últimos años y han estado entre los principales beneficiarios del estatus de protección temporal (TPS) y del permiso humanitario (parole) otorgados por el gobierno de Joe Biden. De acuerdo con cifras del Migration Policy Institute, un centro de estudios con sede en Washington, para inicios de enero de 2025 había unos 607.000 venezolanos con TPS y unos 117.000 con parole.

El aumento exponencial en la cifra de migrantes, unido a las informaciones sobre la presencia en EE.UU. de miembros de la banda criminal Tren de Aragua, han puesto a los venezolanos en la mira del gobierno de Trump.

Hasta ahora, no obstante, la proporción de presuntos criminales entre los centenares de miles de migrantes venezolanos parece ser marginal. Cifras del Departamento de Seguridad Nacional citadas por la cadena NBC indican que 600 personas han sido identificadas como sospechosas de tener vínculos con el Tren de Aragua en Estados Unidos.

En una entrevista con la periodista Megyn Kelly, Grenell dejó clara la importancia que Trump le otorga a la deportación de venezolanos.

“Teníamos un mandato claro de Trump. Primero, hacer que los inmigrantes ilegales que estaban en nuestro país regresaran a Venezuela. Tenían que aceptar a todos esos individuos, incluidos los miembros del horrible grupo Tren de Aragua”, dijo.

Presunto miembro del Tren de Aragua detenido en Perú.

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Pie de foto, La expansión a lo largo del continente de células del Tren de Aragua ha perjudicado la imagen de la migración venezolana.

Otro indicador de la centralidad de la deportación de venezolanos parece ser el hecho de que de 17 nacionalidades amparadas bajo TPS, estos son los únicos a los que hasta ahora se les ha revocado la extensión de esa protección y se les ha negado su renovación.

“Creo que la terminación del TPS para los venezolanos refleja que el tema de las deportaciones y de la inmigración es prioritario. Y todo los demás es secundario”, dice a BBC Mundo Michael Shifter, expresidente del centro de estudios Diálogo Interamericano y profesor de la Universidad Georgetown.

2. Lo que gana Maduro: propaganda y ¿petróleo?

Grenell y Maduro.

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Pie de foto, La visita de Grenell a Maduro ayuda a romper la imagen de aislamiento internacional del gobierno de Venezuela.

En su entrevista con Megyn Kelly, Grenell destacó que en Venezuela no solamente consiguió que Maduro aceptara recibir a los deportados, sino que enviara los aviones y costeara el traslado. “Creo que esto es un nuevo estándar. Es bastante increíble”, se felicitó.

El diplomático negó que EE.UU. hubiera hecho alguna concesión al gobierno venezolano, aunque reconoció que le había dado un “regalo” a Maduro.

“Maduro me dijo ‘te vamos a dar esto y estas son las cosas que nosotros queremos’ y yo le dije: ‘No, te estamos dando un gran regalo. Y el gran regalo es que yo estoy aquí sentado contigo y tienes todo tipo de cámaras alrededor y vas a usar todo esto con fines propagandísticos porque un diplomático estadounidense está sentado aquí contigo'”, aseguró.

“Entonces, el regalo fue una conversación. La esperanza de un futuro diferente. Y que un diplomático estadounidense se sentara allí”, agregó.

Eric Farnsworth, vicepresidente del centro de estudios Council of the Americas and the Americas Society, considera que ese encuentro representa un “gran logro” para Maduro.

“Grenell tenía razón en cierto modo al decir que recibir a un alto funcionario estadounidense es bastante satisfactorio para Maduro. Le quita un poco el aislamiento internacional y es un reconocimiento público de que él es el líder del país, no Edmundo González [el candidato presidencial de la oposición venezolana, al que EE.UU. y muchos otros países consideran como el verdadero ganador de las elecciones del 28J]. Es una imagen pública que siempre estará presente en Internet”, afirma.

La prensa estatal venezolana informó ampliamente sobre la reunión entre Maduro y Grenell, diciendo que era un encuentro “histórico” a petición de la administración de Trump y que Maduro había planteado una “agenda cero” para que ambos gobiernos dialogaran sobre lo que hiciera falta y restablecieran una relación basada en el respeto.

El gobierno de Maduro también ha hecho hincapié en destacar que EE.UU. no los obligó a recibir a los deportados, sino que los recibían por voluntad propia.

Esta vez, el gobierno venezolano ha querido enmarcar los vuelos en el contexto del “Plan Vuelta a la Patria”, una iniciativa que puso en marcha en 2018 para facilitar el retorno al país de migrantes que quisieran volver a Venezuela.

Según el gobierno de Maduro, unos 913.000 venezolanos han regresado al país por esa vía (incluyendo a los 190 deportados la pasada por EE.UU.) Alrededor de 7,7 millones de personas han salido de Venezuela en los últimos años, de acuerdo con cifras de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Maduro calificó la llegada de los refugiados como un “primer paso” para “construir una agenda” común con EE.UU.

El gobernante venezolano aprovechó también para vincular la crisis migratoria con las sanciones petroleras. “Le dije al embajador Grenell: (…) levanten todas las sanciones y les aseguramos que ningún venezolano más saldrá de Venezuela y que los que están allá regresarán”.

Cabe destacar que tanto la crisis económica venezolana como la oleada migratoria se iniciaron antes de que Trump impusiera las sanciones petroleras en 2019.

Oficinas de Chevron en Caracas.

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Pie de foto, Hasta ahora, Trump no ha dado indicaciones de que vaya a revocar la licencia que permite a la petrolera Chevron operar en Venezuela.

Más allá del uso propagandístico que le pueda dar, la insistencia del gobernante venezolano en reabrir el diálogo con Washington se explica en gran medida por el mal estado de la economía venezolana.

En los últimos años, la producción petrolera cayó a mínimos históricos y aunque recientemente se ha recuperado un poco, los analistas coinciden en que la única vía para que Venezuela pueda recuperar su producción petrolera es realizando inversiones por miles de millones de dólares, pero para que eso ocurra hace falta -entre otras cosas- que la Casa Blanca levante las sanciones.

Maduro logró recorrer parte de esa ruta con Biden, quien permitió que la petrolera estadounidense Chevron pudiera operar en Venezuela, aunque de forma limitada. Según la agencia Reuters, para mediados de 2024 Chevron extraía unos 180.000 barriles al día en Venezuela. Esto constituye en torno al 20% de la limitada producción de crudo en ese país.

Aunque Grenell negó que EE.UU. hubiera dado algo a cambio a Maduro por aceptar a los deportados, al día siguiente de su visita a Miraflores se produjo una extensión de la licencia que permite a Chevron operar en Venezuela.

Esta renovación estaba programada para ocurrir de forma automática ese día, pero la Casa Blanca está facultada para evitar que se produzcan en el futuro.

En relación con el tema petrolero, Michael Shifter señala que, aunque Trump ha dicho que EE.UU. no necesita el crudo de Venezuela, en realidad sí le puede interesar que ese país mantenga su producción.

“Creo que a él le conviene tener el petróleo de Venezuela en el mercado internacional, porque eso podría facilitar precios de la energía más bajos. Además, eso puede abrir oportunidades para sus amigos que están mirando Venezuela con ciertas ganas de hacer negocios e invertir en ese sector”, apunta.

En una pieza publicada por el diario Miami Herald, se dice que el empresario estadounidense Harry Sargeant III, quien ha realizado negocios con asfalto y petróleo en Venezuela, habría sido una pieza clave para facilitar el encuentro entre Maduro y Grenell. El diplomático estadounidense hizo referencia a ese trabajo en un post en X y dijo que estaba “lleno de errores”.

3. La ambigua política de la Casa Blanca

Marco Rubio.

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Pie de foto, El secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, es un gran crítico de los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

A diferencia de lo que ocurrió durante su primer gobierno, la política del gobierno de Trump hacia Venezuela en la actualidad no está tan claramente definida.

Aunque funcionarios estadounidenses han dicho que la visita de Grenell a Maduro no constituye un reconocimiento oficial, en la práctica ese gesto ayudó a romper el aislamiento internacional que el propio EE.UU. había tratado de construir en torno al gobierno venezolano.

“Las cosas aún no están asentadas. No sabemos dónde terminará esto”, dice Eric Farnsworth.

El experto señala que el encuentro de Grenell con Maduro y el hecho de que este haya aceptado recibir a los deportados sugiere que hay algún tipo de acuerdo, pero que -al mismo tiempo- el secretario de Estado, Marco Rubio, afirma que no hay un acuerdo y sigue hablando en términos muy duros en contra del gobierno de Maduro, al que califica de ilegítimo.

“Se pueden ver dos tendencias que van en aumento y no sabemos en qué punto coincidirán al final”, señala Farnsworth.

El propio Trump ha negado que la visita de Grenell le confiera legitimidad a Maduro y ha manifestado su interés en hacer “algo” acerca de Venezuela, pero sin delinear claramente qué.

“Queremos hacer algo con Venezuela. He sido un gran opositor de Venezuela y de Maduro. No nos han tratado muy bien, pero, sobre todo, han tratado muy mal al pueblo venezolano”, dijo recientemente en la Casa Blanca.

Farnsworth considera que la actual indefinición obedece al hecho de que el gobierno tiene distintas prioridades.

“La prioridad número uno son las deportaciones. Otra prioridad es la democracia en Venezuela, otra prioridad es el acceso a energía segura. Así que hay todo tipo de prioridades diferentes. En todo caso, se trata de cuál está más arriba en la mente del presidente. ¿Y si esas prioridades entran en conflicto de alguna manera?, ¿hay alguna manera de perseguir la prioridad principal sin socavar las demás? Ese es el desafío”, señala.

En ese proceso de definiciones, Michael Shifter cree que el gobierno de Trump no regresará a la política de máxima presión de su primer gobierno, ni a los intentos de diálogo de Biden, sino que buscará algo distinto.

“No va a haber una alianza con Maduro, pero tampoco va a haber mucha presión. Va a bajar la presión para facilitar el tema de los negocios porque la idea sería que con otras inversiones se ayudaría a evitar la migración de venezolanos quienes, con más oportunidades, ya no van a salir del país”.

“Al mismo tiempo, se mantendrá un espacio para criticar a Maduro, decir que es un dictador y todo lo demás. Sé que hay personas que no están de acuerdo con esa decisión, pero creo que eso es lo que está definiendo un poco la visión que tiene”, apunta Shifter.

El analista destaca que aunque las autoridades estadounidenses suelen agrupar a Venezuela, Cuba y Nicaragua como países no democráticos del continente, Venezuela es distinta a los otros dos en la visión del presidente estadounidense.

“Trump solamente hace una pregunta a todos los líderes en el mundo, ¿qué puedes hacer tú por mí? Y lo que Maduro puede hacer por él es aceptar a los deportados, a los criminales. Y también puede facilitar la inversión de sus amigos para fomentar la producción de petróleo”, dice.

“Si tú preguntas qué puede hacer Miguel Díaz-Canel [presidente de Cuba] o Daniel Ortega [de Nicaragua] por Trump, no hay respuesta, no pueden hacer nada”, asegura.

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