Tras convertirse al cristianismo, la familia de Lai amenazó con quemar su casa si no abandonaba el pueblo
La cristiana Lai, que vive en Laos, fue impedida de asistir a la iglesia por su propio esposo
Lai vive en el sur de Laos con su esposo y sus tres hijos. Antes de convertirse, ella adoraba espíritus y les ofrecía animales, creyendo que eso traería prosperidad para su familia y cura para las enfermedades. “Tenía miedo cuando escuchaba el sonido del viento o de la televisión. Por eso, pasaba noches sin dormir y enfrentaba muchas dificultades”. Ella recuerda: “Un día, mientras trabajaba en la plantación, tuve un colapso y me llevaron al hospital. Tuve dificultad para respirar y necesité usar una máscara de oxígeno. Estuve hospitalizada durante tres meses y no pude liberarme de ese miedo, que seguía dentro de mí”.
En esa época, gastó mucho dinero en tratamientos y sacrificando animales a los espíritus. Pidió dinero prestado y quedó con una gran deuda. A pesar de sus esfuerzos, no experimentó ninguna sanidad. Lai comparte: “Mientras vivía con temor, me encontré con mi primo, quien compartió el evangelio conmigo. Oró continuamente por mi sanación hasta que, después de una semana, sentí que el miedo disminuía y pude dormir una noche entera. Eso me hizo creer que Jesús es el Dios verdadero. Poco después, acepté al Señor como mi Salvador y decidí dedicar mi vida a Él”.
Odiada por seguir a Cristo
Antes de convertirse, Lai mataba animales para ofrecérselos a los espíritus que adoraba, creyendo que eso traería prosperidad y curación para las enfermedades
Mientras ella estaba feliz por haber recibido a Cristo, su padre y sus hermanos se molestaron. La odiaron por seguir el cristianismo, ya que lo consideraban una religión extranjera que traía vergüenza y desgracia para la familia. Eso fue motivo suficiente para perseguir a Lai. Ella cuenta: “Mi padre y mis hermanos eran severos conmigo y me amenazaban con echarme de la casa y de la aldea. Si me negaba, incendiarían mi casa. Una de mis hermanas me acusó de traicionar a mis padres y me maldijo, diciendo que yo era una desgracia para la familia. Además, mi esposo también me perseguía mentalmente. A pesar de haber aceptado al Señor conmigo, su fe se debilitó después de que yo fui presionada para dejar mi fe. No me permitía ir a la iglesia, se enojaba y discutía conmigo cada vez que intentaba ir. Lloré mucho y le pedí a Dios que lo trajera de vuelta a su fe”.
A pesar de la difícil situación, Lai continúa confiando en Dios. Compartió lo que sucedió con su esposo, lo que lo hizo creer en Jesús nuevamente. “Era medianoche cuando escuchamos algo caer en nuestro techo. Fuimos a ver qué era y, para nuestra sorpresa, no había nada. Después de algunas horas, de repente, el cuerpo de mi esposo se puso rígido, sin poder moverse ni hablar. Estaba en la cama como si estuviera muerto. Sin entrar en pánico, oré por él. Después de unas horas, se despertó. Le conté que Dios lo había sanado y él creyó que Jesús es el Dios verdadero. Sin embargo, se negaba a ir a la iglesia. Aun así, no me rendí. Seguí orando para que se arrepintiera. Hasta que, una mañana, inesperadamente, confesó que se arrepentía y quería ser bautizado. Al escuchar eso, me puse tan feliz que mi cuerpo quedó entumecido por un tiempo. Agradecí al Señor y, ahora, juntos crecemos en nuestra fe”.
Lai aún enfrenta persecución por parte de su padre y sus hermanos. Ellos continúan sin considerarla parte de la familia, la desprecian y la maldicen. El deseo de ellos es que los espíritus la maten y constantemente le dicen que debe abandonar su fe o irse de casa. Siempre que la presionan y confrontan, le hacen la pregunta: “¿Tu casa o Jesús?”. Después de orar, decidió salir de casa con su esposo y sus hijos. Ella cree que esa es la voluntad de Dios y que Él proveerá lo que necesiten.
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