WASHINGTON.- Durante más de una década, Estados Unidos ha estado poniendo obstáculos al comercio mundial. Durante su primer mandato como presidente, Donald Trump sacó al país del Acuerdo Transpacífico, debilitó el mecanismo de solución de diferencias de la Organización Mundial del Comercio e impuso aranceles a las importaciones de países amigos y enemigos. El presidente Joe Biden continuó en gran medida con este enfoque, añadiendo adornos retóricos sobre la creación de un “nuevo consenso” para limitar la globalización.
Al final de su presidencia, Biden decidió bloquear la adquisición de US Steel por parte de una empresa japonesa, a pesar de que Japón es uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos en el Pacífico y de que Nippon Steel asumió compromisos serios de seguir invirtiendo en la economía estadounidense.
Y ahora Trump 2.0 está prometiendo aranceles para… todo el mundo.
Sin embargo, el resto del mundo no quiere participar. Mientras Estados Unidos se aísla de la economía global, otros países están tratando de entrelazarse económicamente. No es solo China, ansiosa por firmar acuerdos comerciales con todos. Muchos gobiernos, incluidos Ecuador, Indonesia y Taiwán, así como China, esperan en fila para firmar la Asociación del Pacífico que surgió después de que Estados Unidos se retirara. Los países africanos están trabajando para unir su continente en una gran zona de libre comercio. Incluso India, uno de los más proteccionistas del planeta, ha avanzado en algunos acuerdos comerciales .
Como explicó la Comisión Europea en un comunicado de prensa, “en un momento en que las presiones proteccionistas están creciendo, un acuerdo de asociación entre la UE y el Mercosur envía una clara señal al mundo de que dos de sus mayores economías rechazan el proteccionismo y están abiertas a los negocios y al comercio sobre la base de reglas justas y altos estándares”. El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea aún debe ser ratificado por el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo.
Sin embargo, los caminos divergentes que han tomado Estados Unidos y la mayoría de sus aliados amenazan el liderazgo estadounidense en el escenario internacional y, al desconectarse del comercio global, Estados Unidos pone en peligro su propia prosperidad futura.
Estados Unidos es una economía poderosa, pero no puede darse el lujo de actuar en solitario. Aunque es el mayor comprador del mundo, hoy representa solo alrededor del 13 por ciento de las importaciones globales, en comparación con más de una quinta parte a principios de los años 90. Por lo tanto, es poco probable que la amenaza de Trump de poner trabas a las importaciones de todas partes logre doblegar a todas las demás naciones.
La política exterior estadounidense de las dos últimas administraciones ha tenido como objetivo contener a China, impidiéndole el acceso a tecnologías críticas e impidiendo que sus empresas ocupen posiciones dominantes en industrias estratégicas de todo el mundo. Para continuar con estos esfuerzos será necesario cooperar con los aliados. Enfurecerlos impidiéndoles el acceso al mercado estadounidense sería contraproducente. Una política comercial proteccionista solo aislará a Estados Unidos.
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