El uso de luces decorativas durante la Navidad también contribuye al aumento del consumo energético. /Archivo El Espectador
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La temporada navideña, caracterizada por celebraciones, regalos y decoraciones, también trae consigo una serie de hábitos de consumo que generan efectos adversos en la salud ambiental. Desde el incremento en la demanda de bienes y energía hasta la proliferación de residuos y la constante quema de pólvora, hacen que esta época del año también nos permita reflexionar sobre cómo nuestras tradiciones afectan el equilibrio ambiental.
Por ejemplo, la producción masiva de bienes durante la Navidad implica un mayor uso de materias primas, energía y transporte, lo que incrementa la contaminación; así como el embalaje de los productos aumenta la generación de desechos plásticos, muchos de los cuales terminan contaminando océanos y ecosistemas.
De hecho, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) de España, revela que el uso de luces decorativas durante la Navidad también contribuye al aumento del consumo energético, y aunque las luces LED son más eficientes, se calcula que cada kilovatio por hora consumido produce aproximadamente 340 gramos de CO₂.
Ante esto, Sergio Andrés Córdoba Rojas, coordinador del programa de Maestría en Salud Ambiental de la Universidad El Bosque, afirma que el vínculo más crítico radica en el aumento de la demanda de recursos naturales y energía: “lo que genera impactos significativos en la salud ambiental. Durante la Navidad el consumo excesivo de bienes, energía (luces decorativas) y alimentos produce emisiones de gases de efecto invernadero, deforestación, y una mayor generación de residuos. Estos problemas afectan la calidad del aire, el agua y el suelo, produciendo consecuencias directas en la salud humana, como enfermedades respiratorias, gastrointestinales y exposición a contaminantes tóxicos”.
De igual forma, prácticas tradicionales como la quema de pólvora y el exceso de ruido se convierten en amenazas al medio ambiente, pues además de producir contaminación acústica, también se liberan partículas tóxicas y metales pesados como plomo y mercurio. Estos contaminantes afectan la calidad del aire y del agua, generando problemas respiratorios y cardiovasculares en las personas. Mientras que el exceso de ruido interfiere con los ciclos naturales de la fauna y produce estrés tanto en humanos como en animales.
Ante este panorama, el coordinador del programa de Maestría en Salud Ambiental de la Universidad El Bosque destaca que un cambio sostenible dependerá de la combinación de la educación ambiental, la innovación empresarial y las políticas públicas.
A su vez, considera necesario un aumento en la adopción de prácticas de economía circular, tanto por consumidores como empresas; mayor regulación sobre el uso de plásticos, empaques y fuegos artificiales; masificación de decoraciones y celebraciones menos intensivas en recursos naturales; un cambio cultural hacia la valoración de experiencias y solidaridad en lugar de consumismo excesivo; y el fortalecimiento de movimientos sociales que serán esenciales para promover una Navidad más consciente y amigable con el planeta.
Al igual, que los consumidores y la sociedad, las empresas tienen una gran responsabilidad, ya que son agentes clave en la generación de bienes y servicios. Por lo cual, para el coordinador de la maestría es fundamental que las compañías e industrias fomenten el consumo responsable a través de:
- La producción de bienes con materiales reciclados o biodegradables.
- La promoción de campañas de sensibilización sobre el impacto ambiental del consumismo.
- La adopción de procesos productivos más limpios y menos intensivos en carbono.
- La creación de sistemas de reciclaje o recolección de productos usados.
“Con la sensibilización adecuada y la implementación de políticas sostenibles, las festividades navideñas pueden transformarse en un ejemplo de armonía entre tradición, consumo y cuidado ambiental”, comenta Córdoba.
Así las cosas, la transición hacia celebraciones navideñas más sostenibles no es únicamente una responsabilidad de las grandes industrias o los gobiernos: cada persona puede contribuir significativamente con pequeños cambios en sus hábitos. Adoptar prácticas como el uso de decoraciones eco amigables, la elección de regalos con bajo impacto ambiental y la moderación en el uso de recursos energéticos puede marcar una diferencia importante.
La Navidad es un recordatorio de comunidad y generosidad, valores que pueden extenderse para favorecer a los animales, los ecosistemas, y en ultimas, a el planeta. Transformar las tradiciones decembrinas en acciones conscientes no solo permitirá proteger los recursos naturales para las generaciones futuras, sino que también reforzará la conexión entre las celebraciones y el respeto por el medio ambiente, lo que permite disfrutar de una Navidad y Año Nuevo llenos de significado y sostenibilidad.