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¿Cómo influye la dieta en el riesgo de desarrollar demencia?

Autor: Maria G. San Narciso

¿Hasta qué punto la dieta es un factor de riesgo para padecer demencia? En los últimos años, varias investigaciones han estudiado esta relación. La última, que se acaba de publicar en ‘Alzheimer’s & Dementia’, viene a decir que es bastante estrecha.

Según la Organización Mundial de la Salud, se prevé que la demencia alcance los 152 millones de casos en 2050. Esto supondrá una presión cada vez mayor para los cuidadores y los sistemas de atención sanitaria. Aunque ha habido avances en las terapias farmacológicas, sigue siendo difícil conseguir medidas preventivas. La dieta puede ser una de ellas.

Varios estudios han vinculado las dietas antiinflamatorias, como la dieta mediterránea, con un menor riesgo de deterioro cognitivo. Ahora, este nuevo trabajo, realizado en varios centros de Estados Unidos, pone el foco en el Índice Inflamatorio Dietético (DII, por sus siglas en inglés), una herramienta que mide el potencial inflamatorio de los alimentos que consumimos. Los resultados señalan que quienes obtuvieron puntuaciones más altas en este índice —es decir, quienes consumían más alimentos proinflamatorios— tenían un mayor riesgo de desarrollar demencia, tanto por todas las causas como específicamente por enfermedad de Alzheimer.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron datos de la cohorte de descendientes del estudio Framingham Heart Study (FHS), considerado un referente en este tipo de investigaciones. El trabajo incluyó a 1.487 participantes mayores de 60 años que no presentaban demencia al inicio del seguimiento, que se prolongó de media unos 13 años.

Incluyeron a 1.487 participantes de al menos 60 años que no tenían demencia al inicio. La información dietética la obtuvieron con cuestionarios. Usaron 36 componentes dietéticos, que se categorizaron como antiinflamatorios (como la fibra, vitaminas A, C, D, E, grasas omega-3) o proinflamatorios (como grasas saturadas y carbohidratos). Cuanto más altas eran las cifras que salían de los mismos, más proinflamatorias eran sus dietas.

De todos los participantes, 246 desarrollaron demencia por todas las causas, incluidos 187 casos de enfermedad de Alzheimer. Los participantes que se habían alimentado a base de dietas proinflamatorias tuvieron un riesgo significativamente mayor de demencia por todas las causas y demencia por enfermedad de Alzheimer. De hecho, por cada unidad de aumento en la puntuación DII, el riesgo de demencia por cualquier causa aumentó un 21%; un 20% en el caso de demencia por alzhéimer.

Problemas con el trabajo

Sin embargo, como señala Gurutz Linazasoro, miembro de la Sociedad Española de Neurología, el estudio es de tipo observacional, por lo que no se puede establecer una relación de causa y efecto directa. Casi ninguno de los que hay de este tipo pueden. De hecho, el neurólogo recuerda que este mismo año la Comisión de The Lancet publicó un estudio sobre los 14 factores de riesgo de la demencia. Abordaba desde la escolarización hasta la baja audición, el alcohol o el tabaco. No había nada sobre la dieta.

Aun así, la correlación encontrada en esta última investigación, con una variación del riesgo del 84% entre las puntuaciones más altas y más bajas del DII, sigue siendo bastante significativa, como señalan los autores.

Entre los sesgos que pueden haber en el trabajo, y que resalta el neurólogo, están la falta de fiabilidad de la información que aportan los propios participantes (no siempre tienen por qué acordarse de todo lo que han comido) o que entre los componentes con nutrientes antiinflamatorios incluyeron el alcohol o la cafeína.

La relación de la cafeína con la función cognitiva es un poco dosis-dependiente: es positiva a dosis bajas, pero a partir de la cuarta taza del día, empieza a invertirse la relación y pasa a ser negativa. Y con el alcohol, la mayoría de estudios publicados en los últimos años apuntan a que ni la famosa copa de vino al día es saludable, ni para la función cognitiva ni para nada en general”, indica.

A pesar de estas limitaciones, los resultados del estudio refuerzan la idea de que las intervenciones dietéticas pueden ayudar a reducir el riesgo de demencia. Las dietas antiinflamatorias, como la mediterránea, podrían ser una herramienta preventiva a largo plazo. “Al final, el mensaje es claro: hay que comer sano, variado y equilibrado”, concluye Linazasoro. Recomienda evitar los ultraprocesados, el azúcar y el alcohol, y priorizar alimentos como frutas, verduras, legumbres y otros componentes de la dieta mediterránea. “De eso sí se puede abusar”, añade.

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