«Si quieres vivir mucho tiempo, hay cosas que puedes controlar a lo largo de tu vida, como la dieta, pero en realidad lo que quieres es una abuela muy anciana». Esta es la principal conclusión de un estudio publicado hace unos días por la prestigiosa revista ‘Nature’ que viene decir que sí, que comer menos ayuda a vivir más años -en esto existe un amplio consenso entre los científicos-, pero que más importante todavía es contar con una genética generosa. De hecho, conviene no pasarse con las restricciones y ayunos porque podrían llegar a ser perjudiciales. «Si bien la restricción calórica es generalmente buena para la longevidad, nuestros datos muestran que perder peso con estas medidas en realidad es malo para la longevidad», aseguran los investigadores.
Los científicos saben desde hace décadas que los animales de laboratorio que comen menos viven más. En los seres humanos, esto se ha demostrado también. El caso más conocido es el de las islas de Okinawa, en Japón. Allí, por cuestiones culturales, sus habitantes comen entre un 10% y un 15% menos de lo que les correspondería. El resultado es que viven más -tienen 68 personas centenarias por cada 100.000 habitantes, tres veces más que en algunas zonas de Estados Unidos. En España, el porcentaje es del 0,04%- sino que también viven mejor.
Dos son las explicaciones que proponen los expertos. Una es la hipótesis de la velocidad vital y consiste en que cuanto más alta es la tasa metabólica -el mínimo que necesitamos para subsistir-, menor es nuestra longevidad. Muy resumido, lo que hace la restricción calórica sería volvernos más eficientes. La otra entiende el envejecimiento como un proceso de acumulación oxidativa en las células, algo así como una lavadora que pierde eficacia con el uso y el paso de los años. Sus piezas -nuestras células- siguen funcionando pero cada vez peor. Comer menos protegería contra ese desgaste a nivel celular. Respecto a la calidad de vida, la restricción en la ingesta previene la obesidad, controla los niveles de colesterol, la diabetes…
Cinco dietas a prueba
Lo que han hecho los autores de este estudio es probar cinco tipos de dietas en un millar de ratones muy diferentes desde el punto de vista genético, un aspecto este a tener muy en cuenta. Una consistía en que los roedores tenían vía libre para comer cuanto quisieran en cualquier momento; en dos la ingesta se reducía hasta situarse en el 60% y el 80% de las calorías habituales, y en las dos restantes se sometía a los animales a un ayuno durante dos días consecutivos mientras que en el resto de la semana podían comer cuanto quisieran. Los del primer grupo vivieron una media de 25 meses, los del ayuno intermitente alcanzaron los 28 meses de promedio, hasta 30 llegaron los que ingirieron un 80% de las cantidades habituales y el máximo fue para los que comieron solo el 60%. Estos vivieron de media 34 meses.
Hasta aquí, nada nuevo. Lo que destacan los investigadores es que dentro de cada uno de esos grupos, la variación de la esperanza fue notable. En el caso de los ratones que pasaron más hambre fue de unos pocos meses hasta cuatro años y medio. La genética sería la explicación a esta variabilidad. Los roedores que mantuvieron su peso, porcentaje de grasa corporal y la salud de su sistema inmunitario durante los períodos de baja ingesta fueron los que sobrevivieron más tiempo. «Nuestro estudio realmente señala la importancia de la resiliencia», subrayan.
Queda por saber qué genes ayudarían realmente a vivir más. En el caso de la población de las islas de Okinawa, que han pasado bastante tiempo relativamente aislados, lo que les ha permitido mantener algunas peculiaridades en sus genes, se ha hablado de una menor presencia del Apoe4, uno de los principales factores genéticos para sufrir alzhéimer. También está relacionado con enfermedades cardiovasculares y niveles de colesterol elevados. También contarían con otro gen que les protegería del cáncer.
De este estudio también se extrae otra conclusión: la mejor forma de equilibrar un buen estado de salud y una larga vida sería controlar la comida sin pasarse, ya que los animales que perdieron más peso con estas dietas tendían a tener poca energía, sus defensas bajaban y acababan viviendo menos. «Si bien la restricción calórica es generalmente buena para la longevidad, nuestros datos muestran que perder peso con una restricción calórica en realidad es malo para la longevidad. Por eso, cuando analizamos los ensayos en humanos de medicamentos para la longevidad y vemos que las personas están perdiendo peso y tienen mejores perfiles metabólicos, resulta que eso podría no ser en absoluto un buen indicador de su futura longevidad», concluyen.