- Autor, Cristina J. Orgaz
- Título del autor, BBC News Mundo
- Twitter, @cjorgaz
El 14 de febrero de 1630, una escuadra de unos 60 navíos de guerra fue avistada en la costa brasileña de Pernambuco. Hay quien habla de que transporta hasta 8.000 mercenarios.
Las banderas blanquinaranjas que ondean en la popa pertenecen a las Provincias Unidas, lo que hoy es Países Bajos. Están preparados para arrebatarles esos territorios a los portugueses, que bajo el monarca español Felipe IV ahora son súbditos de la Corona española.
Sus habitantes apenas consiguen defenderse y la respuesta que llega desde España es lenta, así que los holandeses pronto consiguen capturar la capital, Olinda, y lo que es más importante, el puerto de Recife.
“Fueron años difíciles. Durante cuatro años prácticamente no podían salir de las fortificaciones. Pero poco a poco consiguieron ocupar más territorio y se quedaron durante 24 años. Fue su dominación más larga”, afirma George Cabral, profesor de Historia de Brasil Colonial de la Universidad Federal de Pernambuco.
La colonia que fundan los holandeses en el noroestre de Brasil devoraba dinero. Necesitaba defensa, mercenarios, barcos. Pero también era la llave de lucrativos negocios.
Y es que durante el siglo XVII Pernanbuco era el centro de un enorme poder económico gracias al comercio de azúcar. Una actividad casi tan lucrativa como la extracción de plata, que el imperio español dominaba con las minas de Potosí, en lo que hoy es Bolivia, o las de Zacatecas y Guanajuato, en México.
El control de esta parte de Brasil permitió a Países Bajos, a través de su Compañía de las Indias Occidentales, comerciar también con tabaco, especias, madera de Brasil o esclavos.
“No había nada comparable en Brasil. En la época, Pernambuco era la región más rica, el mayor productor de azúcar del mundo. Y por eso los holandeses atacan aquí”, explica José Manuel Santos Pérez, director del Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca.
Los colonos británicos lo llamaban “oro blanco”. Su extracción y refinamiento fue el motor del comercio de esclavos que llevó a millones de africanos a América a principios del siglo XVI.
Debilitar al Imperio español
Pero esta es la segunda vez que los holandeses intentan asaltar Brasil. Entre 1624 y 1625 habían ocupado Salvador de Bahía. Un solo año de control antes de ser expulsados, pero que ya marcaba sus intenciones con Brasil.
Hay en Europa un enrome interés en explotar este inmenso territorio, todavía desconocido.
Para los historiadores, esta conquista holandesa de Pernambuco y otras cinco capitanías del nordeste azucarero tenía como objetivo mermar la capacidad económica de la monarquía española e incrementar su dominio de las rutas comerciales del Atlántico.
Era un momento en el que las Provincias Unidas de los Países Bajos emergían como potencia del comercio mundial con su Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Pero en el fondo, este es un capítulo de los conflictos entre los holandeses y los españoles en el siglo XVI y XVII.
En 1580, Portugal se queda sin sucesor. Aprovechando este vacío de poder, el rey Felipe II de España reivindica su ascendente portuguesa y se convierte en Felipe I de Portugal, logrando una unión dinástica que duró décadas.
Durante años, los holandeses han sido socios de los portugueses en el mercado del azúcar. “Tenían una participación importante con el transporte, la financiación, el refinamiento azucarero en Europa. Y cuando empiezan las guerras entre España y Holanda, y más aún cuando se unen las Coronas de Portugal y de España, surgen problemas”, apunta Cabral.
Entre otras cosas, el lucro que los holandeses obtienen en el comercio con los portugueses les permite financiar la guerra con la corona de España. Así que en 1621 Felipe prohíbe los negocios entre las colonias en Brasil y Países Bajos. Se niega la entrada a los puertos de los navíos holandeses.
“El imperio español simplemente les impuso un embargo y con ello les cortó el acceso no sólo al azúcar y otras mercancías”, dice Bruno Ferreira Miranda, historiador y profesor asociado de la Universidad Federal de Pernambuco.
Deciden invadir las colonias
Es cuando los holandeses impulsan sus planes de arrebatar a la Corona de España sus colonias en América y tratan de crear una compañía de comercio que financie la invasión.
“Los holandeses querían tomar todas las colonias de España en América, empezando por Pernanbuco, pero ya miraban hacia Perú, hacia México, el Caribe y el resto”, dice Cabral. “Empiezan por los puntos que militarmente les parecían más débiles”.
Y así es como llegan a Pernambuco.
“No fue fácil. En la primera fase de la presencia holandesa -de 1630 hasta 1637- hay muchas escaramuzas y enfrentamientos para lograr consolidar el dominio. Y “pese a la tendencia a glamorizar el período holandés, fue una época marcada por el hambre y la violencia”, cuenta el profesor Cabral.
El hambre constante atormentaba a los soldados día tras día. Y cuando no era el hambre porque de Europa habían llegado unos mendrugos de pan, eran el escorbuto, la ceguera, la viruela, la hidropesía, la sífilis o la tuberculosis las miserias que debilitaban a los hombres.
“De los muchos males que sufrió el ejército de la Compañía de las Indias Occidentales durante sus años de actividad en Brasil, pocos podrían compararse con las enfermedades”, apunta Ferreira Miranda.
El “Brasil holandés” es mixto
“Lo llamamos el Brasil holandés. Pero el hecho es que los holandeses trajeron a Brasil un ejército mixto formado por holandeses, flamencos, franceses, ingleses, gente de Alemania, gente de escandinavia, gente del extranjero”, añade.
Ya entre 1637 y 1644, hay un periodo más tranquilo. No es un periodo dorado de paz, pero los conflictos disminuyen mucho.
En esos años, gobierna en Pernambuco un noble alemán contratado por la compañía holandesa. La tarea de gobierno de la “Nueva Holanda” se encomienda a Johan Maurits van Nassau, que llegó a Recife en 1637 y allí permaneció hasta su dimisión y salida en 1644.
Sería Nassau quien transformaría a Recife en una ciudad verdaderamente cosmopolita en el litoral atlántico de América del Sur. Dejó una herencia de producciones artísticas que están en los museos de Europa, de investigaciones científicas y de libros.
Recife se llenó de una arquitectura especial y obras monumentales. Por ejemplo, se construyeron dos grandes palacios. Uno de ellos tenía torres de 60 metros de altura; es decir, era algo completamente distinto de lo que se conocía hasta entonces.
“Hay también un poco más de libertad religiosa, o sea, los católicos vuelven a poder practicar su religión, los judíos son aceptados con culto público, con sinagoga abierta y todo”, recuerda Cabrales.
El mejor alcalde de Recife
“La memoria es tan fuerte que hasta hoy que si preguntas a cualquier persona en la calle, te dirá que el mejor alcalde que ha tenido Recife fue Nassau. Era un personaje muy distinto de otros administradores coloniales y dejó muy buen recuerdo”, dice.
El fin de la presencia holandesa en Brasil comienza a millones de kilómetros de allí, en Ámsterdam. El mercado se ve inundado de azúcar y los precios caen drásticamente.
“Los precios se desploman de tal manera que muchos de los comerciantes de azúcar se arruinan. Y esto actúa como un dominó”, aclara Santos Pérez.
“Cuando las compañías en Ámsterdam empiezan a quebrar, exigen urgentemente la devolución de sus créditos. No a plazos, sino de forma inmediata. Y esta ola de petición de deudas llega, evidentemente, a Pernambuco”, señala el director del Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Salamanca.
En la colonia brasileña varios hombres hacen sus cálculos. Son los propietarios de ingenios de azúcar que le debían a la compañía holandesa grandes cantidades de dinero. Y ellos, de alguna manera, llegaron a la conclusión: o los echamos o nos arruinamos.
Empieza la rebelión. Ya no tienen facilidad para negociar sus deudas y la recaudación de elevados impuestos por parte de la Compañía de las Indias Occidentales, que administraba la colonia, llevaron a los portugueses y a Pernambuco a actuar.
“Los locales hicieron una resistencia contra los holandeses que se habían parapetado en la ciudad y les hostigaron tanto que no les dejaron, prácticamente, salir de allí”, afirma Santos Pérez.
Hacia Surinam, el Esequibo y Bélice
Hasta la derrota final de los holandeses en 1645, los hombres que servían en el puerto de Recife vieron bloqueada su salida de la ciudad, y los que se aventuraban fuera a menudo eran emboscados regularmente por las tropas portuguesas.
“Lo que vemos estos años es que los holandeses no tienen la suficiente capacidad bélica, digamos, para contrarrestar esta resistencia local”.
“Cuando los holandeses perdieron su colonia en Brasil conquistaron otra parte del continente sudamericano en la costa del Caribe”, escriben Cabrales y Santos Pérez en su libro “El desafío holandés al dominio ibérico en Brasil en el siglo XVII”.
“Tal vez Surinam, el Esequibo y Bélice no eran islas como Barbados o Jamaica, pero reportaban los mismos beneficios: clima tropical, fácil acceso para las embarcaciones, vientos alisios para hacer funcionar los molinos y un buen suelo”.
“Estos factores convertían a esta zona en un lugar idóneo para el cultivo de la caña de azúcar”, añaden.
Perdieron Pernambuco, pero levantaron sus velas, se hicieron a la mar y hallaron otros territorios inexplorados a los que explotar.
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