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Científicos descubren un malentendido magnético sobre Urano

Autor: REUTERS

En 1781, el astrónomo británico de origen alemán William Herschel hizo de Urano el primer planeta descubierto con la ayuda de un telescopio.

Este gélido planeta, el tercero más grande de nuestro sistema solar, sigue siendo un enigma 243 años después. Y parte de lo que creíamos saber sobre él resulta ser erróneo.

Gran parte de los conocimientos sobre Urano se obtuvieron cuando la nave robótica Voyager 2 de la NASA realizó un sobrevuelo de cinco días en 1986.

Pero los científicos han descubierto ahora que la sonda visitó el planeta en un momento de condiciones inusuales -un intenso viento solar- que condujo a observaciones erróneas sobre Urano y, en concreto, sobre su campo magnético.

El viento solar es un flujo de alta velocidad de partículas cargadas que emanan del Sol.

Los investigadores analizaron ocho meses de datos de la época de la visita de la Voyager 2 y descubrieron que sobrevoló Urano días después de que el viento solar hubiera reducido su magnetosfera -la burbuja magnética protectora del planeta- a un 20% de su volumen habitual.

“Descubrimos que las condiciones de viento solar presentes durante el sobrevuelo sólo se dan un 4% de las veces”, dijo el físico de plasma espacial Jamie Jasinski, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, autor principal del estudio publicado el lunes en la revista Nature Astronomy.

“El sobrevuelo se produjo durante el pico máximo de intensidad del viento solar en todo ese período de ocho meses (…) Habríamos observado una magnetosfera mucho mayor si Voyager 2 hubiera llegado una semana antes”, agregó Jasinski.

Esa visita probablemente habría demostrado que la magnetosfera de Urano es similar a las de Júpiter, Saturno y Neptuno, los otros planetas gigantes del sistema solar, señalaron los investigadores.

Una magnetosfera es una región del espacio que rodea a un planeta en la que domina el campo magnético de éste, creando una zona protectora contra la radiación solar y de partículas cósmicas.

Las observaciones del Voyager 2 dejaron una impresión errónea sobre la magnetosfera de Urano: carecía de plasma y poseía cinturones de electrones altamente energéticos de una intensidad poco común.

El plasma -el cuarto estado de la materia después de los sólidos, los líquidos y los gases- es un gas cuyos átomos se han dividido en partículas subatómicas de alta energía. El plasma es una característica común en la magnetosfera de otros planetas, por lo que su baja concentración observada alrededor de Urano resultaba desconcertante.

“El entorno plasmático de cualquier magnetosfera planetaria suele estar formado por plasma procedente del viento solar, plasma de cualquier luna presente en el interior de la magnetosfera y plasma de la atmósfera del planeta”, explicó Jasinski.

“En Urano no vimos plasma procedente del viento solar ni de las lunas. Y el plasma que se midió era muy tenue”, dijo Jasinski.

Urano, de color azul verdoso debido al metano contenido en una atmósfera compuesta en su mayor parte por hidrógeno y helio, tiene un diámetro de unos 50.700 km. De los ocho planetas del sistema solar, sólo Júpiter y Saturno son más grandes.

Su inusual inclinación hace que Urano parezca orbitar alrededor del Sol como una bola rodante. Urano, que orbita casi 20 veces más lejos del Sol que la Tierra, tiene 28 lunas conocidas y dos conjuntos de anillos.

Las observaciones del Voyager 2 habían sugerido que sus dos lunas mayores -Titania y Oberón- orbitan a menudo fuera de la magnetosfera. El nuevo estudio indica que tienden a permanecer dentro de la burbuja protectora, lo que facilita a los científicos la detección magnética de posibles océanos subsuperficiales.

“Se cree que ambas son las principales candidatas a albergar océanos de agua líquida en el sistema uraniano debido a su gran tamaño en comparación con las otras lunas principales”, declaró Corey Cochrane, científico planetario del Laboratorio de Propulsión a Chorro y coautor del estudio.

Los científicos están ansiosos por saber si los océanos subterráneos de las lunas del sistema solar exterior presentan condiciones adecuadas para albergar vida. El 14 de octubre, la NASA lanzó una nave espacial en una misión a Europa, la luna de Júpiter, para abordar esa misma cuestión.

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En 1781, el astrónomo británico de origen alemán William Herschel hizo de Urano el primer planeta descubierto con la ayuda de un telescopio.

Este gélido planeta, el tercero más grande de nuestro sistema solar, sigue siendo un enigma 243 años después. Y parte de lo que creíamos saber sobre él resulta ser erróneo.

Gran parte de los conocimientos sobre Urano se obtuvieron cuando la nave robótica Voyager 2 de la NASA realizó un sobrevuelo de cinco días en 1986.

Pero los científicos han descubierto ahora que la sonda visitó el planeta en un momento de condiciones inusuales -un intenso viento solar- que condujo a observaciones erróneas sobre Urano y, en concreto, sobre su campo magnético.

El viento solar es un flujo de alta velocidad de partículas cargadas que emanan del Sol.

Los investigadores analizaron ocho meses de datos de la época de la visita de la Voyager 2 y descubrieron que sobrevoló Urano días después de que el viento solar hubiera reducido su magnetosfera -la burbuja magnética protectora del planeta- a un 20% de su volumen habitual.

“Descubrimos que las condiciones de viento solar presentes durante el sobrevuelo sólo se dan un 4% de las veces”, dijo el físico de plasma espacial Jamie Jasinski, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, autor principal del estudio publicado el lunes en la revista Nature Astronomy.

“El sobrevuelo se produjo durante el pico máximo de intensidad del viento solar en todo ese período de ocho meses (…) Habríamos observado una magnetosfera mucho mayor si Voyager 2 hubiera llegado una semana antes”, agregó Jasinski.

Esa visita probablemente habría demostrado que la magnetosfera de Urano es similar a las de Júpiter, Saturno y Neptuno, los otros planetas gigantes del sistema solar, señalaron los investigadores.

Una magnetosfera es una región del espacio que rodea a un planeta en la que domina el campo magnético de éste, creando una zona protectora contra la radiación solar y de partículas cósmicas.

Las observaciones del Voyager 2 dejaron una impresión errónea sobre la magnetosfera de Urano: carecía de plasma y poseía cinturones de electrones altamente energéticos de una intensidad poco común.

El plasma -el cuarto estado de la materia después de los sólidos, los líquidos y los gases- es un gas cuyos átomos se han dividido en partículas subatómicas de alta energía. El plasma es una característica común en la magnetosfera de otros planetas, por lo que su baja concentración observada alrededor de Urano resultaba desconcertante.

“El entorno plasmático de cualquier magnetosfera planetaria suele estar formado por plasma procedente del viento solar, plasma de cualquier luna presente en el interior de la magnetosfera y plasma de la atmósfera del planeta”, explicó Jasinski.

“En Urano no vimos plasma procedente del viento solar ni de las lunas. Y el plasma que se midió era muy tenue”, dijo Jasinski.

Urano, de color azul verdoso debido al metano contenido en una atmósfera compuesta en su mayor parte por hidrógeno y helio, tiene un diámetro de unos 50.700 km. De los ocho planetas del sistema solar, sólo Júpiter y Saturno son más grandes.

Su inusual inclinación hace que Urano parezca orbitar alrededor del Sol como una bola rodante. Urano, que orbita casi 20 veces más lejos del Sol que la Tierra, tiene 28 lunas conocidas y dos conjuntos de anillos.

Las observaciones del Voyager 2 habían sugerido que sus dos lunas mayores -Titania y Oberón- orbitan a menudo fuera de la magnetosfera. El nuevo estudio indica que tienden a permanecer dentro de la burbuja protectora, lo que facilita a los científicos la detección magnética de posibles océanos subsuperficiales.

“Se cree que ambas son las principales candidatas a albergar océanos de agua líquida en el sistema uraniano debido a su gran tamaño en comparación con las otras lunas principales”, declaró Corey Cochrane, científico planetario del Laboratorio de Propulsión a Chorro y coautor del estudio.

Los científicos están ansiosos por saber si los océanos subterráneos de las lunas del sistema solar exterior presentan condiciones adecuadas para albergar vida. El 14 de octubre, la NASA lanzó una nave espacial en una misión a Europa, la luna de Júpiter, para abordar esa misma cuestión.

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