Religión
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Sophie Le Pivain 09 ene 2025, 23:30 0 Comentarios
Diez años después de los atentados contra Charlie Hebdo e Hyper Cacher, los representantes franceses de las principales religiones no ven ninguna oposición doctrinal a las caricaturas de Dios y de la religión en el espacio público. Pero la relación política que mantienen estas religiones en el mundo varía de una a otra y dentro de cada una de ellas.
¿Es posible caricaturizar a Dios o las religiones? En la Francia de 2024, los creyentes no se oponen a ello, según los representantes religiosos de las tres grandes religiones monoteístas contactados por La Croix. El judaísmo y el islam son conocidas por ser religiones anicónicas, es decir, que prohíben incluso la representación de Dios. Para los judíos, la prohibición figura explícitamente en el Pentateuco: “No harás ídolo ni imagen alguna de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni las adorarás” (Éxodo 20,3-4).
“Representar a Dios significa limitarle”, explica Michaël Azoulay, rabino de Neuilly y asesor del Gran Rabino de Francia en asuntos sociales. Pero “la ley mosaica sólo se aplica a los judíos, lo que inevitablemente deja margen para la tolerancia cuando se trata de caricaturas producidas por autores no judíos”, añade, subrayando la importancia del humor en el Talmud y en el conjunto de la cultura judía: “Nos permite distanciarnos y desactivar la violencia dentro de las religiones”.
“Incluso los creyentes caricaturizan en cierto modo?”
En el islam, “muchos hadices del Profeta prohíben la representación de los vivos para evitar la idolatría”, afirma Tareq Oubrou, Gran Imán de Burdeos. La prohibición se aplica con mayor razón a Dios, que es absoluto, trascendente e infinito, pero al que las imágenes sólo podrían restringir. “Pero en la medida en que Dios deja a los seres humanos la libertad de creer o no, el islam tiene una posición muy simple sobre las caricaturas hechas por no musulmanes: un no creyente no puede blasfemar”, prosigue, yendo aún más lejos: “En cierto modo, incluso los creyentes caricaturizan a Dios, ya que la representación que hacen de él no puede ser totalmente conforme a Dios”.
El cristianismo, por su parte, no es una religión anicónica desde que el Segundo Concilio de Nicea, en 787, “distinguió claramente entre la imagen como tal y la realidad que representa”, afirma el padre David Sendrez, director del Instituto Superior de Teología de las Artes (Ista). Desde este Concilio -que tuvo la importante consecuencia de reconocer la legitimidad del inmenso patrimonio sagrado cristiano-, los cristianos se muestran bastante tranquilos ante las caricaturas que se hacen en el ámbito público, “sobre todo porque no pretenden imponer una relación que es una cuestión de fe”.
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“Toda libertad implica una responsabilidad”
¿Se sienten alguna vez ofendidos los creyentes cuando ven a su Dios o su religión caricaturizados en un dibujo, un anuncio o una producción cultural? La respuesta a esta pregunta, más social que religiosa, varía de vez en cuando, de una región a otra y de una persona a otra, incluso dentro de cada religión. El padre Laurent Stalla-Bourdillon, director del Service pour les professionnels de l’information, señala que los únicos límites legales a la libertad de expresión son las violaciones de la seguridad o la incitación al odio. “Sin embargo, toda libertad implica una responsabilidad, y no es un derecho individual que pueda utilizarse sin límites, en la medida en que se expresa en el seno de un cuerpo social”. En lugar de pedir que se legisle sobre las caricaturas, los cristianos prefieren reclamar “una justa estima de las religiones y los creyentes como forma de vinculación social, y la necesaria consideración de lo que las religiones aportan a la sociedad”.
Los judíos, por su parte, están más marcados en su historia por caricaturas vinculadas a su pueblo que por caricaturas religiosas: “Hago una distinción entre la sátira, que critica una religión o una representación de Dios, y la caricatura antisemita, que pretende deshumanizar a las personas por el mero hecho de pertenecer a un pueblo”, afirma Marc Knobel, historiador especializado en judaísmo, que constata la creciente popularidad de estas caricaturas, sobre todo en internet.
En el plano político, más allá de las declaraciones más liberales, el mundo musulmán mayoritario ha mostrado en las últimas décadas una creciente preocupación por combatir la “difamación de las religiones”, en particular desde la publicación de Los versos satánicos, de Salman Rushdie, que dio lugar a una fatwa emitida por el imán Jomeini. “En este ámbito, el marco jurídico de sanciones legitimado por las principales escuelas musulmanas se basa, entre otras cosas, en ‘dichos’ atribuidos a Mahoma, en los que quienes insultan al profeta del islam pueden enfrentarse a la pena de muerte”, afirma Dominique Avon, director del Irel (Institut d’étude des religions et de laïcité).
En el último medio siglo, “entre los Estados que hacen referencia al islam, en una mezcla de derecho consuetudinario, derecho religioso y derecho laico, se ha producido un refuerzo de la legislación sobre la blasfemia”, señala el especialista, citando a Arabia Saudí y Pakistán, donde la blasfemia se castiga con la pena de muerte. A escala internacional, los 57 Estados que reconocen un vínculo con el islam, unidos en la Organización de Cooperación Islámica (OCI), se han volcado para que la ONU reconozca una forma de expresión secularizada de la prohibición de la blasfemia.
En 2023, una resolución del Consejo de Derechos Humanos de la organización “pide a los Estados que adopten leyes, políticas y marcos represivos nacionales para remediar, prevenir y perseguir los actos y la apología del odio religioso que constituyan incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia”: “Los países predominantemente musulmanes lo acogieron con satisfacción”, afirma Dominique Avon. “Esta resolución muestra el equilibrio de poder en un organismo internacional”.
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