‘Caos y confusión’ en los Institutos Nacionales de la Salud en Estados Unidos

Una semana después de la toma de posesión de Donald Trump, un científico de alto nivel de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por su sigla en inglés) se preparaba para dar una charla invitada a una reunión científica cuando recibió una llamada urgente de un asistente administrativo.

Hay una prohibición total de las comunicaciones, le dijeron, y no puede dar el discurso.

En cuanto el científico regresó a la oficina, entró en vigor otra prohibición, la cual impedía a los investigadores presentar trabajos a revistas para su publicación.

Siete investigadores de alto nivel que trabajan en distintas partes de los Institutos Nacionales de la Salud describieron las normas establecidas por orden del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su sigla en inglés) que corren el riesgo de obstaculizar y socavar la ciencia médica estadounidense. Todos hablaron bajo condición de anonimato porque temían perder sus puestos de trabajo por hablar públicamente.

Uno dijo que el DOGE había iniciado un reino de “caos y confusión”. Los científicos advirtieron que eso podía debilitar gravemente a los NIH, la joya de la corona de la ciencia estadounidense, la cual cuenta con una vasta red de miles de investigadores en 27 centros dedicados a tratar enfermedades, mejorar la salud y financiar la investigación médica.

Las normas cambian aparentemente de un día para otro.

¿Los científicos pueden pedir los suministros necesarios para realizar sus investigaciones? Sí. No. Tal vez.

¿Pueden viajar? El 26 de febrero se estableció una prohibición de 30 días. ¿Qué ocurrirá después? Nadie lo sabe.

“Es realmente escalofriante”, dijo uno de los científicos. “Controlan la información, provocan el caos, perturban a todo el mundo, nos mantienen desequilibrados”.

“De lo que la gente lee en los periódicos, es 10 veces peor”, añadió el científico.

Los científicos reconocen que los NIH, como cualquier institución, no son perfectos. Durante mucho tiempo se les ha criticado por ser demasiado cautos, por ejemplo, por no arriesgarse con propuestas de investigación de alto riesgo y alta recompensa.

“Me pondría en primera fila para colaborar en un proceso racional que ayude a mejorar este lugar”, dijo otro de los científicos.

Una portavoz de los NIH dijo que la agencia cumplía una orden ejecutiva, pero que algunas actividades continuaban, incluidos los pagos de suministros para estudios de investigación clínica o experimentos de investigaciones en curso. Y añadió que “los viajes por motivos de seguridad humana, atención sanitaria humana o animal, seguridad, bioseguridad o seguridad informática pueden continuar”.

La portavoz no habló sobre el propósito de cambiar tantas políticas y prácticas. Jay Bhattacharya, quien espera la confirmación del Senado para dirigir los NIH, tampoco abordó estas cuestiones en sus audiencias de confirmación de este mes. Pero dijo en su discurso de apertura que “las ciencias biomédicas estadounidenses se encuentran en una encrucijada”, citando datos de la encuesta Pew que encontraron que casi una cuarta parte de los estadounidenses tenía poca o nula confianza en que los científicos actuaran en interés del pueblo estadounidense.

Los NIH destacan en la investigación médica mundial.

Son donde se descifró el código genético humano, donde se descubrió la hepatitis C, donde se aisló el virus del SIDA, donde se descubrió el primer fármaco para tratar el SIDA y donde se realizó la investigación básica que contribuyó a las vacunas contra la covid. Hace décadas financió los trabajos que condujeron a la creación del Ozempic y otros nuevos fármacos que provocan la pérdida de peso.

“Es muy difícil citar descubrimientos fundamentales que no hayan sido financiados de algún modo por los NIH”, dijo Rudolph Leibel, profesor de medicina de la Universidad de Columbia, quien, como la mayoría de los investigadores médicos de Estados Unidos, ha recibido financiación de los NIH.

Francis Collins, exdirector de los NIH, dijo: “Si estás tomando un medicamento aprobado por la FDA que está mejorando la calidad o la duración de tu vida, hay un 99 por ciento de probabilidades de que los NIH hayan participado en la ruta hacia su descubrimiento”.

Los NIH, que forman parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos que ahora dirige Robert F. Kennedy Jr., tienen un campus principal con más de75 edificios repartidos en 121 hectáreas en Bethesda, Maryland, donde trabajan casi6000 científicos. Hay cinco centros de investigación más pequeños en otros estados.

Los NIH financian grandes ensayos clínicos en campos como el cáncer, las enfermedades cardiacas y la diabetes, que han cambiado la práctica médica y salvado vidas.

Sus investigadores tienen prohibido ser asesores remunerados de la industria. Muchos dicen que los mueve el amor a la ciencia y la sed de mejorar la humanidad a través de sus descubrimientos.

Monica Bertagnolli, quien dimitió en enero como directora de los NIH, dijo que los científicos “están muy entregados a la misión”.

La agencia también apoya la investigación de otros 300.000 científicos en más de 2500 universidades y centros médicos, investigaciones que también están amenazadas.

Se han recortado cientos de subvenciones altamente competitivas que apoyan la investigación en universidades y facultades de medicina de todo el país. Muchas de las subvenciones eliminadas tenían descripciones que incluían términos como “minorías”, “transgénero”, “SIDA” y “dudas sobre las vacunas”. Pero los recortes también han afectado la investigación sobre las enfermedades crónicas que Kennedy ha convertido en su prioridad; por ejemplo, se ha recortado la financiación de una subvención a la Universidad de Columbia para un estudio que ha seguido durante más de un cuarto de siglo a personas que padecen diabetes o corren el riesgo de desarrollarla. (Sin embargo, es posible que esos fondos se restablezcan, ya que Columbia aceptó la semana pasada una lista de exigencias del gobierno de Trump).

También ha desaparecido un programa que apoyaba la formación de científicos de grupos minoritarios, con discapacidades y procedentes de entornos desfavorecidos.

Y se han recortado las becas de investigación que ayudaban a pagar la formación de estudiantes de doctorado y postdoctorado. Ahora las universidades están rescindiendo las ofertas a jóvenes científicos.

Los científicos de alto nivel de los NIH afirman que su trabajo se enfrenta a interrupciones diarias.

Algunas perturbaciones son nimias: todos los empleados de los NIH, sin importar su categoría, tienen que enviar un correo electrónico semanal a una dirección de recursos humanos con cinco viñetas en las que indiquen lo que han hecho durante la semana pasada. Los empleados nunca reciben respuesta, dijo un científico veterano que lleva décadas en los NIH. Pero dijo que él y otros científicos sienten un alto grado de paranoia sobre los mensajes.

Otras consecuencias son más graves: un científico de alto nivel que estudia un trastorno raro y devastador que afecta a niños pequeños, y que está estudiando un tratamiento que podría ayudar, había sido invitado a consultar con médicos que atienden a esos niños. En el último momento, le dijeron que no podía ir.

“Es totalmente inaceptable”, dijo ese científico.

Los investigadores también han tenido dificultades para adquirir los suministros básicos y especializados necesarios para realizar su trabajo.

Uno de los científicos de alto nivel dijo que cuando recientemente el DOGE puso un límite de gasto de 1 dólar a las tarjetas de crédito del gobierno, aparentemente lo hizo sin saber lo esenciales que eran las tarjetas para las operaciones básicas. No había ningún mecanismo, por ejemplo, para pagar la gasolina de los vehículos utilizados para transportar las muestras de sangre de los pacientes.

“Tuvimos que luchar y suplicar” para conseguir fondos, dijo el científico. Hace unos días, se reanudaron los pedidos de suministros no urgentes. Pero, dijo, “ahora hay un enorme retraso”. Y el personal que gestionaba los pedidos se ha visto diezmado por los despidos, añadió.

“Nos han dicho que es mejor pensar con semanas de antelación en los suministros y los reactivos”, dijo.

Otros científicos dijeron que se habían visto afectados por la incoherencia de las directrices sobre compras.

“No paran de cambiar las normas”, dijo un científico veterano que lleva décadas en los NIH. “Las políticas cambian con tanta rapidez y frecuencia que quién sabe”.

Otro científico de alto nivel de los NIH dijo que un programa que utilizaba para pedir suministros para su laboratorio estuvo cerrado durante un mes. Luego se abrió aproximadamente un día. “A los pocos días volvió a cerrarse”, dijo. Y ha seguido cerrado.

Para sus estudios necesita ratones con rasgos genéticos especiales.

“No podemos pedir ratones”, dijo. Añadió que, como resultado, peligra el trabajo de varios años.

Los científicos se quedaron helados por los despidos y recontrataciones de empleados.

El viernes anterior al fin de semana del Día de los Presidentes, en febrero, un médico científico de alto nivel se enteró de que habían despedido a unos 20 técnicos en un banco de sangre de los NIH donde se analizan muestras de pacientes, como parte de una orden que eliminaba a los trabajadores en periodo de prueba que llevaban menos de dos años en su puesto actual. La orden también provocó el despido de los trabajadores en periodo de prueba que preparan las transfusiones en el banco.

También estaban en la lista de despedidos por estar en periodo de prueba los becarios que atienden a pacientes enfermos en el Centro Clínico, el hospital de los NIH dedicado a la investigación clínica en su campus de Bethesda. Entre ellos estaban el personal de la unidad de cuidados intensivos y los miembros del equipo de código azul que responde cuando un paciente sufre un paro cardiaco.

Los supervisores se quedaron atónitos. Estos pacientes estaban enfermos. ¿Quién iba a cuidar de ellos?

“Tendríamos que literalmente sacar a los pacientes por transporte aéreo”, dijo el médico científico de alto nivel.

El Centro Clínico obtuvo un aplazamiento de última hora después de que los investigadores entraran en pánico y protestaran. El DOGE detuvo el despido de los médicos de cuidados intensivos y permitió a los NIH volver a contratar a los técnicos de laboratorio y a los trabajadores del banco de sangre despedidos.

“Fue increíblemente estresante”, dijo el médico científico de alto nivel.

Otros científicos se están dando cuenta de que ningún puesto de trabajo es seguro, ni siquiera los ocupados por personas muy respetadas y con antigüedad.

El personal con plaza fija de los NIH ya no puede dar por sentada la renovación automática de sus contratos, dijo un científico veterano. Ahora, algunos científicos quedan de baja sin sueldo cuando se acaban sus contratos, y luego aguardan ansiosos para saber si siguen teniendo trabajo.

Los efectos se extienden más allá de los NIH, afectando las decisiones sobre qué tipo de proyectos de investigación realizados por científicos académicos pueden siquiera considerarse para su financiación.

El Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, situado en el campus de Bethesda de los NIH, tenía previsto conceder subvenciones a científicos académicos para estudiar los marcadores sanguíneos y cerebrales de la demencia no relacionada con el alzhéimer y la esclerosis lateral amiotrófica. El objetivo del proyecto era diagnosticar a los pacientes de manera más temprana y ver si los fármacos experimentales ayudaban.

Pero la evaluación de estas propuestas de subvención requiere una revisión especializada en el instituto de trastornos neurológicos. Las órdenes del DOGE trasladaron las revisiones a otra oficina en la que los revisores no tendrían conocimientos específicos.

El resultado, dijo un administrador científico de alto nivel, es que “no podremos dirigir ese tipo de programa”. En su lugar, dijo, “tendremos que hacer cosas más sencillas”.

Los empleados de los NIH temen enfrentarse pronto a un despido masivo o a una reducción de plantilla.

Nadie parece saber a quién se despedirá, qué criterios se utilizarán ni cuándo ocurrirá, dijo el científico de alto nivel que habló sobre el problema del pedido de suministros.

“Es el desconocimiento, el caos” lo que atormenta a la gente, dijo.

“Si dijeran: ‘Vamos a aplicar la RIF a los científicos administrativos más veteranos, a los mayores de 65 años o a los que tengan una calificación baja’, sería mucho menos estresante”, dijo, utilizando el acrónimo de reducción de personal por su sigla en inglés.

“Pero esto es como la ruleta rusa”, añadió. “No sabes lo que te espera”.

Gina Kolata reporta sobre enfermedades y tratamientos, cómo los tratamientos son descubiertos y probados, y cómo afectan a las personas. Más de Gina Kolata