20 de enero de 2025
Los resultados de las votaciones para el Salón de la Fama de este año se revelarán este martes, con Ichiro Suzuki como claro favorito para ingresar a Cooperstown con un apoyo abrumador.
La pregunta no es si Ichiro será elegido, sino si se convertirá en la segunda selección unánime en la historia (el panameño Mariano Rivera fue el primero).
Si no lo logra, no será culpa mía.
Cuando completé mi boleta este año, marcar el nombre de Ichiro fue una decisión obvia. Seleccionado al Juego de Estrellas en 10 ocasiones consecutivas, Novato del Año y Jugador Más Valioso de la Liga Americana, Ichiro nos dejó impresionados desde el momento en que llegó de Japón en el 2001. Terminó con 3,089, hits a pesar de debutar en las Mayores a los 27 años, logrando al menos 200 imparables en cada una de sus primeras 10 temporadas con Seattle. Ah, y también ganó un Guante de Oro en cada uno de esos años, impactando tanto en la ofensiva como a la defensa.
Incluso cuando la segunda mitad de su carrera mostró un declive en sus números — después de todo, hablamos de sus campañas entre los 37 y 45 años — siempre fue un placer verlo batear.
Tuve la oportunidad de cubrirlo durante su paso por los Yankees entre el 2012 y el 2014, y observar su preparación para los juegos era fascinante. Era un verdadero maestro de la rutina, desde sus ejercicios de estiramiento hasta su trabajo en la jaula de bateo. Aunque ya no estábamos viendo al Ichiro en su mejor forma, era fácil entender por qué había sido tan excepcional.
Mi historia favorita sobre Ichiro ocurrió en Boston durante una serie entre los Yankees y los Medias Rojas en el 2014. El clubhouse de visitantes del Fenway Park es notablemente pequeño, así que cuando los Yankees estaban en la ciudad, el espacio disponible era limitado.
Estábamos por entrevistar a un jugador cerca del casillero de Ichiro — no recuerdo quién era, pero era una de esas entrevistas típicas de “¿Cómo está tu pierna?” — mientras Ichiro estaba en el suelo frente a su casillero, haciendo sus estiramientos diarios. Había muchos periodistas cubriendo a los Yankees en esa época, así que mientras nos agrupábamos alrededor del casillero del jugador, la multitud se acercó mucho a Ichiro.
Sin darme cuenta, en un momento de la entrevista pisé la mano de Ichiro. Lo noté de inmediato y me disculpé profusamente, pero Ichiro no iba a perder la oportunidad de bromear con un reportero avergonzado.
Ichiro me miró y, sin cambiar su expresión, dijo lo siguiente: “Necesitas bajar de peso”, antes de estallar en risas unos segundos después.
Afortunadamente, la mano de Ichiro estaba perfectamente bien. Esa noche se fue de 4-2 con un doble, disipando cualquier temor de que mi error lo enviara a la lista de lesionados.
Ichiro hacía sus entrevistas en japonés, aunque dominaba el inglés a la perfección. Yo diría que hablaba mejor inglés que muchas personas nacidas en los Estados Unidos. Ya sea que dé su discurso de exaltación en inglés o japonés, espero escucharlo, ya que su sentido del humor y su visión del juego deben de hacer de ese momento algo memorable.
Ésta es mi novena vez votando, y en mis ocho boletas anteriores he votado por 17 jugadores que terminaron siendo elegidos, incluyendo al dominicano Adrián Beltré, Todd Helton y Joe Mauer el año pasado.
Ahora que saben que voté por Ichiro, veamos los otros nueve nombres que completaron mi boleta para el Salón de la Fama en el 2025.
Jugadores elegibles que regresan
(Listados alfabéticamente)
Carlos Beltrán, Mark Buehrle, Andruw Jones, Andy Pettitte, Chase Utley, Billy Wagner
A lo largo de mis años como votante, mi regla general ha sido que si voto por un jugador una vez, permanece en mi boleta mientras sea elegible.
Ha habido algunas excepciones. Por ejemplo, el año pasado quité a Alex Rodríguez y al dominicano Manny Ramírez de mi boleta después de votar por ellos anualmente, ya que tenía otros jugadores por los que quería votar (el Salón de la Fama limita a los votantes de la BBWAA a 10 espacios) y ni A-Rod ni Manny parece estar remotamente cerca de ser elegido. Sentí que eran votos desperdiciados, pero si alguno de ellos gana apoyo en el futuro, consideraría incluirlos nuevamente en mi boleta.
Dicho esto, marcar los nombres del puertorriqueño Beltrán, Buehrle, Jones, Pettitte, Utley y Wagner fue fácil para mí después de haber votado por todos ellos el año pasado.
Pedroia podría no tener los llamativos números vitalicios que poseen muchos miembros del HOF, pero el ex segunda base de los Medias Rojas fue sumamente condecorado, ganando el premio a Novato del Año de la Liga Americana en el 2007 y al de Jugador Más Valioso en el 2008, además de cuatro llamados al Juego de Estrellas, tres Guantes de Oro y dos anillos de Serie Mundial. Es uno de sólo cuatro jugadores en la historia en ser Novato del Año y JMV en sus primeras dos temporadas, junto a Cal Ripken Jr., Ryan Howard y Kris Bryant, mientras que Ichiro y Fred Lynn lograron ambos premios en su misma campaña de novato.
Los premios y los campeonatos son sin duda parte del historial de un jugador para el Salón de la Fama, pero el caso de Pedroia va mucho más allá de eso. Registró un bWAR de 53.3 durante sus primeras 11 temporadas, antes de que un deslizamiento de Manny Machado en el 2017 esencialmente pusiera fin a su carrera a los 33 años. Hasta ese punto, Pedroia iba en camino al Salón de la Fama, pero sólo jugó nueve partidos después del 2017.
El bWAR por 162 juegos de Pedroia, 5.6, es medio punto más alto que el promedio de los intermedistas en el Salón de la Fama. Durante su apogeo absoluto, lideró a todos los de la segunda base con un bWAR de 34.9 entre el 2008 y el 2013, promediando un bWAR de 5.8 en ese período.
Aunque sus números generales — línea ofensiva de .299/.365/.439 con 140 jonrones, 725 carreras impulsadas, 922 carreras anotadas, 1,805 hits y un OPS+ de 113 — podrían no gritar “Salón de la Fama,” Pedroia fue el corazón de dos equipos campeones y, probablemente, el mejor jugador en su posición durante seis o siete años. En sus años de gloria, cubrí a los Yankees y puedo decir que, en una alineación con bateadores imponentes, Pedroia era uno de los más temidos por los del Bronx.
No creo que Pedroia sea elegido este año, pero sus argumentos para Cooperstown son lo suficientemente interesantes como para recibir un análisis más profundo en el futuro.
No había votado por Rollins en ninguno de sus primeros tres años en la boleta, aunque eso tuvo más que ver con la regla de los 10 jugadores que con cualquier otra cosa. Si nos hubieran permitido votar por más nombres (incluso 12), Rollins probablemente habría estado en mi boleta desde que fue elegible en el 2022.
El año pasado, quité a A-Rod y Manny para dar espacio a tres jugadores elegibles por primera vez: Beltré, Mauer y Utley. Con Beltré y Mauer elegidos el año pasado — además de Todd Helton, también en mi papeleta — se abrieron al menos cuatro espacios en el 2025, si decidía mantener a los seis jugadores elegibles del año anterior. (Gary Sheffield, quien estuvo en todas mis boletas anteriores, ya no es elegible, lo que abrió otro espacio).
En mi opinión, los argumentos de Rollins son incluso mejores que los de Pedroia. Sus vitrinas de trofeos son similares, ya que Rollins fue JMV de la Liga Nacional en el 2007, obtuvo cuatro Guantes de Oro, fue llamado tres veces al Juego de Estrellas y llevó a los Filis a dos viajes consecutivos a la Serie Mundial, ganando un anillo en el 2008.
Sin embargo, los números de por vida de Rollins superan fácilmente los de Pedroia. Rollins terminó su carrera como el único campocorto en la historia con más de 2,400 hits, 200 cuadrangulares, 400 bases robadas y 800 extrabases (crédito al gran Jayson Stark, quien señaló este dato). Además, es el líder histórico en imparables de los Filis.
Durante mi tiempo cubriendo a los Yankees, tuve la suerte de observar a cuatro jugadores que se han convertido en miembros de Cooperstown: El panameño Mariano Rivera, Derek Jeter, Mike Mussina y Randy Johnson. Ya fuera viéndolos en el apogeo de sus carreras o hacia el final, siempre era especial presenciar su desempeño, sabiendo que estaba viendo a algunos de los mejores jugadores en la historia del béisbol.
Ichiro se sumará a esa lista esta semana, al igual que otro beisbolista al que seguí de cerca: Sabathia.
El zurdo fue la definición de un as. Ganó el Premio Cy Young de la Liga Americana en el 2007 con Cleveland, llevó a los Cerveceros prácticamente él solo a los playoffs en el 2008 y cuando los Yankees lo firmaron con un gran contrato antes de la temporada 2009, ayudó a conquistar el Clásico Otoñal en su primer año en el Bronx.
Sabathia representó el concepto de caballo de batalla. El zurdo tiró 3,577.1 entradas en su carrera, más que cualquier otro lanzador que haya debutado en 1989 o después. Tuvo ocho temporadas de al menos 200 episodios y cinco más con al menos 180, proporcionando estabilidad en la parte alta de la rotación en los equipos para los que jugó.
Y no sólo lanzó muchos innings, sino que tiró muchos de calidad.
Sabathia alcanzó un par de cifras históricas que deben de asegurarle un lugar en Cooperstown: Un total de 250 victorias y 3,000 ponches. Sólo 15 serpentineros en la historia han logrado esas dos marcas. Entre ellos, Steve Carlton y Randy Johnson son los únicos otros zurdos. Los únicos fuera del Salón son Roger Clemens, quien habría sido elegido en su primer año de elegibilidad si no fuera por su asociación con el uso de esteroides, y Justin Verlander, quien será seleccionado al Salón una vez que se retire y sea elegible.
No, Sabathia no llegó a las mágicas 300 victorias, pero seamos realistas: Es posible que nunca veamos a otro ganador de 300 juegos. Su efectividad de por vida de 3.74 puede parecer no tan brillante para un miembro del Salón de la Fama, pero lanzó en una era ofensiva, pasó 11 temporadas en el Yankee Stadium — conocido por favorecer a los bateadores — y su EFE+ de 116 lo coloca firmemente dentro del rango de un miembro del Salón. Su bWAR de 61.8 lo posiciona en el décimo lugar entre los abridores zurdos en la historia.
Sabathia tuvo cinco campañas en las que terminó entre los mejores cinco en la votación del Cy Young, y aunque sólo ganó una vez, su consistencia es impresionante. Su apogeo ocurrió entre el 2006 y el 2012, cuando acumuló un bWAR de 38.4, el segundo mejor en ese período después del miembro del Salón de la Fama Roy Halladay. Su EFE+ de 140 en ese lapso igualó al de Halladay como el mejor entre los serpentineros con al menos 1,000 actos, mientras que sus 122 victorias solamente fueron superadas por Justin Verlander (124).
Ese pico de siete años fue uno de los mejores de su generación: Registro de 122-57, efectividad de 3.14, 29 juegos completos y 10 blanqueadas en 226 aperturas, promediando 227 entradas por campaña.
Aunque no se puede cuantificar, Sabathia fue un gran compañero de equipo. Defendía a sus compañeros cuando alguien era golpeado, marcaba el tono para el resto de la rotación y era tan respetado y querido, tanto por compañeros como por rivales, como cualquier jugador que haya conocido.
Sabathia pudo haber sido el último verdadero caballo de batalla que veremos. Su efectividad podría no gritar “Salón de la Fama”, pero a menudo lanzaba según la situación; si los Yankees ganaban 4-0, no le importaba permitir tres carreras siempre y cuando ganaran. Las estadísticas personales nunca impulsaron a Sabathia, pero las que acumuló durante su carrera de 19 años deben de ser más que suficientes para asegurar su elección este martes.
