No entran apenas coches fúnebres, sino discretas furgonetas blancas o grises, algunas con logos oficiales. Algunos ponen: “Dirección general de Justicia, servicio fúnebre judicial”. Otro añade al logo de la Generalitat Valenciana el de una funeraria. A veces pasa un coche de Policía con las luces encendidas o con la sirena puesta. También entran, por la misma rampa, la que da acceso al sótano del aparcamiento habilitado como morgue, coches particulares. En el interior, antes del mediodía, había ya algo más de medio centenar de cuerpos de personas fallecidas a consecuencia de la DANA y las inundaciones, según fuentes judiciales. Han entrado en coches y en furgones que tienen, sobre todo, una cosa en común: barro en las ruedas.
Dentro, según anunciaron este miércoles desde el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana, el sótano del parking de la sede judicial se ha transformado. Ahora es un centro de recepción de cadáveres como paso previo a la realización de autopsias, que realizan los técnicos del Instituto de Medicina Legal de València, quizá con los profesionales que salen uniformados a la calle a tomar aire. Algunos han venido de lejos: este miércoles ya se anunciaron los refuerzos de cinco médicos forenses y un auxiliar de autopsias procedentes de Alicante, cinco médicos forenses de Castellón, otros cinco de Murcia y dos de Baleares. Hoy, además, se añaden forenses desplazados desde Madrid y Albacete.
De este modo, el Instituto de Medicina Legal se convierte, aunque no sea perceptible desde el exterior, en la pieza que funciona a mayor velocidad de un engranaje judicial a medio gas. La Ciudad de la Justicia permanece toda la mañana medio vacía, porque el Consejo General del Poder Judicial ha acordado la suspensión de los plazos procesales en la provincia de Valencia que solicitó el TSJ de la Comunitat Valenciana, lo que ha vaciado gran parte de la agenda judicial.
Bares y pancartas
Pero este jueves el movimiento se ha desplazado a los laterales del edificio de la Ciudad de la Justicia. En su flanco derecho, el bar Don Pelayo, por ejemplo, funciona a pleno rendimiento pese a que en la sede judicial haya una actividad más restringida. En la terraza, hay durante un rato mesas sin recoger porque los camareros no dan abasto. Desde debajo de las sombrillas se ven los restos de un cordón policial que este miércoles rodeaba la Plaza de Miguel Asins Arbo y en el que aún son legibles las palabras “Cuerpo Nacional de Policía. No pasar”. Al lado del bar, un grupo de hombres vestidos con equipos de protección individual esperan y charlan, valoran si tomarse un café. Son parte del equipo que trabaja en el Instituto de Medicina Legal. Detrás de ellos, apostados permanentemente durante toda la mañana, cuatro agentes de Policía Nacional custodian una de las rampas de entrada. La primera, la más cercana al giro por el que entran todos los coches, está guardada por dos agentes.
Enfocando a la entrada, detrás de los cordones policiales, los periodistas de televisiones y radios entran de vez en cuando en directo. A las cámaras se acerca, a media mañana, un hombre que lleva enrollada una cartulina bajo el brazo y el móvil en la mano. “¿Habéis visto esto?”, pregunta a los periodistas. Es un corte de vídeo del president de la Generalitat, Carlos Mazón, del pasado martes, en el que dice que a las seis de la tarde se daría por finalizada la alerta roja meteorológica. “Qué vergüenza”, dice el hombre, que despliega la cartulina ante los periodistas. En ella ha escrito: “Nos gobiernan delincuentes”. Pasa el resto de la mañana sujetando la pancarta abierta.
La RAI, Venezuela y confeti
La rampa lateral, aun custodiada, no llama la atención de las personas que pasean por la zona, pero los trípodes, micrófonos y cámaras sí lo hacen. Un hombre, quizá acostumbrado al uso original del edificio, se acerca a preguntar: “Perdonad, ¿a quién se juzga hoy?”. Otros sí saben, o intuyen, qué es lo que está pasando allí este jueves, como el padre que mira los furgones y pide a sus hijas que le den la mano antes de seguir avanzando. Por delante de los periodistas cruzan grupos de turistas asiáticos, que prefieren no detenerse, pero también hay quien se para y fotografía a quienes fotografían, preguntándose qué está pasando.
A partir de la una y media, a los visitantes se suman periodistas de medios de comunicación que vienen de lejos. Desde diferentes puntos de la calle hacen directos Telemadrid y la balear IB3. Una periodista de una televisión de Venezuela llega solo con su móvil y, con ese instrumental y sin trípode, hace un directo de casi media hora relatando la evolución del temporal y sus consecuencias. Poco después, se escucha hablar italiano: ha llegado la RAI a las puertas de la Ciudad de la Justicia y sus periodistas se preparan también para entrar en directo.
Mientras, por la puerta central del edificio apenas entran funcionarios ni visitantes. Pero, ajenas a los furgones y a la UME, a la morgue y los directos, en el lateral izquierdo de la sede judicial, hay personas que sonríen. Llevan ropa elegante: camisas blancas metidas por dentro, alguna chaqueta, tacones, vestidos. Parecen desconectados del entorno. Esperan algo, pero lo esperan con alegría. Horas después, el confeti a las puertas del Registro Civil atestigua que este jueves, a pesar de los furgones y la UME, de la morgue y los directos, en València, también, había bodas.