Nadie duda de las verdaderas intenciones de Rodrigo Bentancur y la complicidad que puede tener con su compañero Son al realizar un chiste sobre la comunidad coreana, en este caso. Cómo no se va a comprender al jugador uruguayo si hasta la ex canciller argentina cometió un desliz parecido. Y aunque la discusión está totalmente abierta a la hora de debatir la severidad de la sanción de la Federación Inglesa, habrá que aceptar que los efectos que provoca la palabra no son los mismos en estos tiempos ni en todas las sociedades.
Comentarios que hace unos años sonaban habituales y graciosos, hoy por hoy muchos pueden percibirlos como hirientes, xenófobos, racistas, misóginos u homofóbicos. Olé no titula como titulaba hace 28 años. Programas de culto de TV de la década pasada, en esta era serían irreproducibles. La semana pasada, en el Olé Sports Summit pasaron dirigentes de FIFA, UEFA, Conmebol y AFA abordando el tema de la inclusión como pilar en los objetivos actuales. Y así, cada uno puede repasar sus conductas entendiendo que la primera premisa debería estar centrada en no dañar al otro por más que no haya intención de hacerlo.
El pedido de disculpas de Bentancur.
La Selección tuvo fechas en las que no pudo jugar a cancha llena como consecuencia de los cantos racistas. Enzo Fernández, más allá de su no intención de descalificar, estuvo cerca de una sanción. Cavani, en la misma liga que Bentancur, fue suspendido por decir un cariñoso “negrito” a un compañero, apodo que a cada momento tenemos a flor de piel en nuestro día a día. Y los ejemplos siguen.
Por supuesto que para erradicar cualquier señal discriminatoria no alcanza con las medidas administrativas -sanciones, suspensiones, reducción de público en los estadios-. En paralelo debe estar acompañado por la mejora en las etapas de formación de las personas. Pero si en nuestro lenguaje empezamos a espaciar las palabras que puedan herir al otro, estaremos transitando un camino más inclusivo para todos.
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