Imagen de la lluvia de meteoros Táuridas, capatada por la Nasa.
Foto: Tomada de la Nasa
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En noviembre, los aficionados de los fenómenos astronómicos tienen una buena razón para observar el cielo. Por estos días, es posible ver la corriente de escombros que deja, a su paso, el cometa Encke, y que produce, al quemarse en la atmósfera de la Tierra, un evento conocido popularmente como la lluvia de meteoros Táuridas.
Se trata de un evento que tiene lugar todos los años, entre septiembre y los primeros días de diciembre, pero que suele verse con mayor claridad el 5 de noviembre (en el caso de las Taúridas del Sur) y el 12 de noviembre (en caso de las Táuridas del Norte).
No hace falta contar con artefactos muy sofisticados para ver esa “lluvia” de meteoros. Con algo de suerte, se puede observar desde buena parte del planeta, aunque si está en el Polo Sur posiblemente no logre detectarlos.
Buena suerte quiere decir, un cielo despejado y un lugar en el que no haya tanta contaminación lumínica. En la medida de lo posible, es útil que no haya luz de la Luna, pues puede afectar la visibilidad.
Lo ideal es buscarlos después de la media noche. Basta mirar hacia la constelación Tauro para detectar algunas de estas bolas de fuego que deja el cometa Encke.
Como decía en el blog de la Nasa hace unos años, Bill Cooke, entonces, director de la Oficina de Entornos Meteorológicos de la NASA. “las personas no deberían sorprenderse si ven un meteoro brillante o una bola de fuego en las próximas noches”.
El cometa Encke es un viejo conocido entre quienes suelen seguir este tipo de fenómenos. Fue descubierto hace más de dos siglos (en 1786) por el astrónomo Pierre FA Mechain. Su nombre, sin embargo, obedece a quien calculó la órbita del cometa: el astrónomo alemán Johann Franz Encke.
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