Hace pocos días lamentábamos la pérdida de Ana María Lajusticia, a los 100 años de edad. La bioquímica y fundadora de la conocida marca de suplementos que lleva su nombre. Pionera en introducir el magnesio en la dieta como suplemento esencial, también popularizó una propuesta de alimentación saludable y accesible para quienes buscan adelgazar sin someterse a dietas milagrosas.
Su enfoque, que ha ganado gran repercusión en redes sociales en los últimos años, no solo promueve la pérdida de peso, sino también un equilibrio nutricional que fomenta la salud a largo plazo. Asi, su método no solo se enfoca en alcanzar el peso ideal, sino en fortalecer el organismo y prevenir enfermedades asociadas, como la diabetes y los problemas cardiovasculares, al fomentar hábitos alimenticios sostenibles y respetuosos con las necesidades del cuerpo.
Desde su propia experiencia con la diabetes tipo II, Lajusticia desarrolló un método basado en la moderación de los alimentos que,a su juicio, más impacto tienen en el peso corporal: los hidratos de carbono y las grasas. “No esperéis nunca hacer dietas milagrosas”, insistía, ya que el éxito de una alimentación saludable y sostenible radica en la proporción adecuada de estos nutrientes. “Para adelgazar, “debemos consumir la cantidad justa de hidratos de carbono que necesitamos para vivir, pero sin excesos, y lo mismo con las grasas”, aseguraba.
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Lo fundamental: la moderación
Por tanto, elemento principal y fundamental de su propuesta era algo tan sencillo como la moderación y el equilibrio, especialmente al consumir alimentos como arroz, pan, pasta y dulces, y recomendaba limitar el exceso de fruta debido a su contenido de azúcar, señalando que aunque la fruta es saludable, también puede contribuir al exceso calórico cuando no se ajusta a un estilo de vida activo.
Más allá de planteamientos teóricos, Lajusticia también dejó pautas claras sobre cómo aplicar su dieta día a día. En el desayuno, recomendaba incluir siempre una fuente de proteínas, un hábito que ella misma seguía: “un huevo con 40 gramos de jamón york, 50 gramos de pan integral y leche desnatada” era su desayuno tipo.
Además, para las comidas y cenas, aconsejaba equilibrar las porciones de carbohidratos y comenzar las comidas con un plato de verduras o ensaladas para evitar el abuso de alimentos ricos en almidones como el arroz o la pasta. Incluso en entornos familiares, donde suelen compartirse platos de pasta o arroz, su estrategia era moderar las porciones empezando con un tomate o lechuga y reduciendo los carbohidratos a solo un tercio del plato.
La importancia de las grasas saludables
La selección de frutas también era un componente central de su enfoque. Para Lajusticia, había que priorizar las frutas menos dulces para controlar los niveles de azúcar, especialmente al postre, y prefería opciones como la manzana, el melocotón o las fresas. “Hay que evitar frutas como higos, uvas moscatel y ciertos tipos de melones, porque contienen mucho azúcar”.
Por otro lado, enfatizaba la importancia de las grasas saludables. “No se puede dejar de consumir aceite”, subrayaba, y explicaba que las grasas poliinsaturadas, como los omega 3, son esenciales para el organismo porque “ayudan a formar prostaglandinas cíclicas que evitan la formación de trombos”. Su recomendación diaria era clara: tres cucharadas de aceite distribuidas entre las comidas.
La científica y empresaria, con décadas de experiencia, insistía en que su dieta equilibrada no solo favorecía una pérdida de peso sostenible, sino que también ayudaba a reducir riesgos de enfermedades como la diabetes. Su enfoque, más allá de promesas rápidas, reforzaba la importancia de una alimentación que no solo ayuda a adelgazar, sino que mejora la salud a largo plazo.