El dinero y la felicidad han sido objeto de estudio durante décadas. Aunque tradicionalmente se ha pensado que mayores ingresos conducen a una mejor calidad de vida, nuevas investigaciones desafían esta idea. Un estudio publicado en la revista Nature sugiere que cómo decidimos gastar nuestro dinero podría ser más importante que la cantidad que poseemos. La investigación comparó los efectos del gasto personal y el gasto prosocial en el bienestar emocional de los participantes, arrojando resultados reveladores.
Los resultados de la investigación

El estudio contó con la participación de alrededor de 200 personas de países con distintos niveles de ingreso. Cada participante recibió una suma de 10.000 dólares y se le permitió gastarla libremente en un periodo de tres meses. A algunos de ellos se les pidió que compartieran sus experiencias de gasto con otros, mientras que a otro grupo se le solicitó mantenerlo en privado.
Los hallazgos fueron reveladores: aquellos que destinaron parte de su dinero a gastos prosociales, como donaciones a organizaciones benéficas o regalos para otras personas, experimentaron mayores niveles de felicidad en comparación con quienes destinaron su dinero exclusivamente a su propio consumo. Además, aquellos que mantuvieron sus elecciones de gasto en privado reportaron una satisfacción aún mayor.
¿Por qué gastar en otros nos hace más felices?
Según Mercedes Jones, socióloga y directora de proyectos del Centro de Innovación Social de la Universidad de San Andrés (UdeSA), la relación entre la generosidad y la felicidad tiene bases tanto neurológicas como psicológicas.
Estudios previos han demostrado que el acto de dar activa áreas del cerebro vinculadas al placer y la recompensa. Investigaciones de la Universidad Simón Frasser en Canadá han indicado que donar reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, mientras que un estudio de la Universidad de Lübeck, en Alemania, encontró que la generosidad influye en las conexiones cerebrales responsables del bienestar emocional.
Asimismo, Jones señala que, hasta cierto punto, el dinero es fundamental para el bienestar, ya que permite cubrir necesidades básicas. Sin embargo, una vez alcanzado un nivel de ingresos suficiente para una vida cómoda, acumular riqueza deja de tener un impacto significativo en la felicidad.
La perspectiva psicológica: la necesidad de reconocimiento

Desde la psicología, Ornella Benedetti, psicoanalista y coautora de Imperfectos, explica que el ser humano no solo busca placer a través del consumo, sino también reconocimiento social. Gastar en otros puede interpretarse como una manera de fortalecer los vínculos y encontrar un sentido de pertenencia.
«Cuando alguien gasta en otro, no solo entrega un bien material, sino que busca ocupar un lugar significativo en la vida de esa persona. En ese sentido, el gasto prosocial no es un acto puramente altruista, sino también una forma de reforzar la identidad y el sentido de comunidad», explica Benedetti.
Además, la experta destaca que las experiencias tienen un valor más duradero que los bienes materiales, ya que generan recuerdos y fortalecen los lazos interpersonales. «Cuando gastamos en experiencias compartidas, como cenas, viajes o actividades recreativas, estamos invirtiendo en nuestra conexión con los demás, lo que nos proporciona una satisfacción más profunda y duradera».
¿El dinero compra la felicidad?
Claudia Feler, psicóloga clínica, señala que «el dinero en sí no compra la felicidad, sino la manera en que lo utilizamos». Al analizar los hábitos de consumo, observa que las personas que destinan su dinero a experiencias significativas y a fortalecer sus lazos sociales tienden a sentirse más satisfechas con sus vidas.
Feler también advierte que la felicidad está influenciada por el contexto social y cultural. En una era donde la exhibición en redes sociales es común, el estudio sugiere que la exposición pública del gasto puede alterar la experiencia emocional, llevando a algunos participantes a actuar de manera más favorable socialmente.
La felicidad: ¿elección o imposición?
Jones también reflexiona sobre la felicidad como un concepto que ha evolucionado a lo largo de la historia. En la actualidad, se ha convertido en una especie de «mandato social». «Vivimos en una época en la que la felicidad se percibe como una obligación. La idea de que basta con cambiar nuestra actitud para ser felices puede generar culpa en quienes no logran alcanzarla», sostiene.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha impulsado el estudio de la felicidad a nivel global, estableciendo el World Happiness Report y declarando el 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad. No obstante, Jones advierte que aún subestimamos el impacto de la generosidad en nuestro bienestar y sobrevaloramos la acumulación material como fuente de satisfacción.
Conclusión
Los hallazgos de esta investigación refuerzan la idea de que el gasto prosocial es un camino eficaz hacia una mayor felicidad. No se trata simplemente de donar dinero, sino de entender que nuestras elecciones de consumo pueden fortalecer nuestras relaciones y brindarnos un bienestar emocional duradero.
Si bien la felicidad es un concepto subjetivo y complejo, este estudio sugiere que, para alcanzarla, podría ser más beneficioso invertir en los demás en lugar de centrarnos exclusivamente en nosotros mismos.