A poco que se haga scroll en Instagram es fácil encontrarse con algún contenido sobre estilo de vida que cuente el secreto para mejorar el crecimiento del pelo o de las uñas, para cuidar las articulaciones y, casi, casi, para alcanzar una eterna juventud: el colágeno. Algunas de estas cuentas recomiendan suplementos para introducir en la dieta. Otras veces estos se venden en algunos de esos negocios nuevos que proliferan en la ciudad con tostadas de aguacate, bowls con semillas y bebidas con nombre anglosajón.
Madrid se convirtió en la 2023 en la primera ciudad europea en albergar un minibar especializado en el consumo de bebidas con colágeno. Es un local que cuenta con smoothies energizantes y cafés con un plus del suplemento presentado de una forma atractiva para las fotos de creadoras de contenido healthy.
Pero la moda de tomar colágeno como remedio mágico lleva ya unos cuantos años funcionando. Cada vez hay más marcas que venden esta proteína en forma de suplementos, cremas y alimentos enriquecidos. Se promocionan como remedio antienvejecimiento, para fortalecer los huesos, desarrollar músculo y ganar elasticidad. El mensaje suena bien pero la teoría, al menos la científica, la desmonta.
El motivo es que el colágeno es una proteína. Está formada por aminoácidos, que se rompen con la digestión para que el intestino los absorba. Y una vez que llegan a la sangre, por mucho que queramos, no van a ir directos a la piel o al cartílago como si siguieran una ruta de Google Maps. “Pensar que tomando colágeno mejora las articulaciones porque está en ellas es como pensar que si comes lechuga, con un alto contenido de clorofila, haces la fotosíntesis de paso”, asegura José Miguel Mulet, divulgador científico y catedrático del departamento de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia.
No funciona como queremos
“El hecho de que nos falte colágeno en las rodillas o en las articulaciones no se soluciona consumiéndolo directamente, sino con una dieta con una cantidad adecuada de proteína y de buen valor biológico”, explica Alma Palau, gerente del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas.
¿Qué quiere decir esto? Palau lo explica cómo se lo enseñaron a ella en la universidad. Imaginémonos un barril de vino hecho con muchas tablas. Unas 20. Con que no tenga un solo aminoácido, en este caso una sola tabla, si siquiera podrías empezar a llenarlo. Es inútil.
“Lo que suele suceder es que las propiedades de bajo valor biológico tienen muchos aminoácidos, pero algunos de ellos no están al mismo nivel que el resto, o lo están en muy poca cantidad, cuando necesita tener todos los aminoácidos esenciales en cantidad suficiente”, indica.
El suplemento es la mejor forma de venderte caro algo que es barato
Las carnes, los pescados, los huevos y los lácteos sí pueden tenerlos todos. Después existen otras proteínas de origen vegetal a las que les puede faltar alguno. Algo que se soluciona al combinarlos. Por eso es bueno juntar, por ejemplo, legumbres con hortalizas. O lentejas con arroz. Mucho mejor que los conocidos ‘superalimentos’, otro de los nombres mágicos del marketing alimentario, que utiliza palabras vagas e imprecisas, y frases que no son del todo mentira -por ejemplo, que un producto lleva hierro, lo que ayuda a pensar- pero no del todo verdad.
Campaña de marketing
Ya de no servir de mucho, Mulet asegura que casi vale más tomarse “un caldito de huesos”, y más en esta época, que tomarse un suplemento. “Cuesta una pasta y encima de sabor están horribles. El suplemento es la mejor forma de venderte caro algo que es barato”, añade.
“Muchos profesionales vemos que cuando la ciencia dice algo, la industria fabrica. Si se indica que el magnesio es bueno para algo, aparece el café con magnesio, el chocolate con magnesio, las galletas… Todo en lo que se le pueda añadir técnicamente. Pero no funciona.Los nutrientes funcionan bien, casi al cien por cien, cuando están en su matriz, es decir, en el alimento de origen”, asegura por su parte Palau.
Además, explica la profesional, “aunque un nutriente tenga unas determinadas propiedades, no se adquieren simplemente tomándolo, sino que va asociado a otras cuestiones”. Por eso advierte de que hay que tener cuidado.
“Los nutricionistas prescribimos suplementos o complementos allimenticios solo en dos ocasiones: cuando la ingesta de ese nutriente es insuficiente, o cuando las analíticas o su historial clínico nos indican que va a haber una mala absorción del intestino”, indica. Ante la duda, prosigue, mejor preguntar con cualquier profesional sanitario. Salvo que se esté dispuesto a gastar dinero por… nada.