¿Es relevante para la gente la actitud de los dirigentes políticos hacia la religión? En buena parte del mundo, sí, según una encuesta internacional recién publicada. La mayoría considera importante que quien gobierna el país (presidente ejecutivo, primer ministro o equivalente) defienda la religión y que tenga él mismo firmes convicciones religiosas.
La encuesta fue hecha a unas 53.000 personas de 35 países por el Pew Research Center, de Estados Unidos. Forma parte de un proyecto común con la Fundación John Templeton para estudiar los cambios religiosos y sus consecuencias sociales en distintas partes del mundo.
En casi todos los países donde se llevó a cabo el sondeo, los ciudadanos dan más importancia a que el gobernante defienda la religión –concretamente, la de cada encuestado–, por encima de que tenga creencias religiosas –las mismas que ellos u otras–. La defensa de la religión es considerada importante por la mayoría en 25 de los 35 países. El máximo se da en Asia meridional (Indonesia, Bangladesh, Filipinas, India) y el mínimo, en Europa y en el Extremo Oriente (Japón, Corea del Sur). Lo mismo ocurre con respecto a la fe del dirigente.
Casos no obvios
En general, la actitud del mandatario hacia la religión se estima más relevante en los países donde la población es más religiosa, como los del sur de Asia citados. Pero, junto a ese dato esperable, se observan detalles no obvios si se comparan las respuestas de los ciudadanos según la importancia que personalmente dan a la religión.
Por ejemplo, Australia está entre los países donde la defensa de la religión por parte del gobernante es importante para la minoría. Pero a la vez, la proporción de creyentes que mantienen esa postura es de las más elevadas (87%), solo inferior a las de Filipinas, Israel y Estados Unidos. Así, la divergencia entre religiosos y no religiosos en Australia en torno a esa cuestión es la mayor de todas: 47 puntos.
En Sudáfrica, Polonia, India y Filipinas hay una elevada proporción de personas poco o nada religiosas que juzgan importante que el gobernante respalde la religión
También es alta la diferencia entre unos y otros en los Países Bajos y en Turquía, pero por causas opuestas: en el primer caso, porque la defensa de la religión es muy minoritaria entre los no religiosos, y en el segundo, porque es muy mayoritaria entre los religiosos.
La divergencia es mínima en Sudáfrica y Polonia, que destacan por la elevada proporción –el 71%– de no religiosos que juzgan importante que el gobernante respalde la religión. Algo semejante se da, en menor grado, en la India y en Filipinas.
Mayor variedad de posturas entre los cristianos
El Pew Research Center también examina cómo varía la postura favorable a que el gobernante proteja la religión o a que tenga firmes creencias según la confesión religiosa de los encuestados. Hindúes, budistas y musulmanes la afirman de modo claramente mayoritario; pero hay excepciones.
El apoyo de los budistas es elevado –entre el 70% y el 80%– en los países de la muestra donde son mayoría: Sri Lanka y Tailandia; en cambio, solo el 22% de los budistas de Corea del Sur están interesados en que su religión tenga respaldo del jefe de gobierno.
La excepción entre los musulmanes son los de Israel. Aunque el 65% quieren que el primer ministro defienda la fe de ellos, se apartan mucho de sus correligionarios de otros países en que solo para el 30% es importante que sea un creyente convencido.
Los judíos encuestados son solo de Israel y de Estados Unidos, y coinciden en la proporción, más bien baja, en que aprecian las firmes convicciones religiosas –cualesquiera– en el gobernante: el 30% en los dos países. En torno a los otros dos asuntos, divergen. No sorprende que más judíos israelíes que norteamericanos prefieran que el mandatario profese la misma religión. Pero es curioso que más norteamericanos que israelíes juzguen importante que ampare el judaísmo.
Hay mucha mayor variedad de posturas entre los cristianos según sus países. Los que esperan que el gobernante defienda su religión van del 88% en Filipinas al 30% en Francia.
Como parece natural, los que declaran no tener afiliación religiosa son en todas partes los que menos importancia dan a la protección de la religión por parte del dirigente del país. Pero se dan casos especiales, similares a los detectados antes entre los que consideran poco importante la religión. Los encuestados sin confesión religiosa a favor de la defensa de la religión por el gobernante son mayoría en tres países: Sudáfrica (68%), Perú (57%) y Brasil (53%).
Finalmente, la encuesta revela que la importancia dada a la actitud religiosa del dirigente nacional es en general mayor entre las personas de menor nivel de instrucción y entre las de derechas. No se observan diferencias por la edad, salvo en los países latinoamericanos, donde los menores de 40 años manifiestan menos interés por la fe del gobernante.
La secularización no es universal
En términos generales, esta encuesta sobre algunos aspectos de la presencia de la religión en la vida pública refleja aproximadamente el mapamundi de la secularización, que está extendida en los países occidentales y es débil en el Oriente Medio, en Asia meridional y en África. Concretamente, aporta indicios sobre el grado en que la gente tiene la religión por un bien social merecedor o necesitado de protección. A este respecto, los casos de Sudáfrica, Polonia y otros países muestran la posibilidad de una relación no lineal entre creencia y aprecio por la defensa de la religión.
Ahora bien, la indiferencia con respecto a la fe de los gobernantes no es necesariamente signo de laicismo. Puede muy bien responder a una recta secularidad que distingue entre el orden religioso y el civil, mientras que la postura contraria es compatible con el clericalismo o con un fundamentalismo religioso como el que a veces se ve en países islámicos o hinduistas.
El Pew Research Center nos deja por ahora solo una instantánea. Mientras no se disponga de ediciones periódicas de la encuesta a lo largo de unos decenios, no se podrá apreciar la evolución de las ideas sobre lo que la gente de distintas regiones del mundo y distintas creencias espera de los gobernantes en materia de religión.
