La opinión del presentador de La Tribu
-
RAÚL VARELA 
Actualizado
Todo se ajustó al guion preestablecido en la afamada Academia Aspire en Doha, un lugar de tecnificación deportiva único en el mundo que ayer soplaba velas de 20 cumpleaños. Una gala FIFA de entrega de premios ágil, breve, con cuatro VIPS bien contados y elegidos y con la fugaz presencia del premiado, Vinicius, que tuvo a bien, con el consentimiento del Real Madrid, abandonar por un par de horas la concentración del equipo en Qatar para recoger su premio, cosa que no hizo en París con el Balón de Plata que le tocó en suerte.
Tras conocer el veredicto, en absoluto ni aplastante ni unánime y donde el voto fan fue totalmente determinante Vinicius agarró el micrófono para resumir su azarosa infancia antes de convertirse en rutilante estrella del fútbol mundial y dijo, entre otras cosas, que nada ni nadie le van a decir cómo tiene que comportarse. Mensaje humilde.
Deduzco, por tanto, que lo de mandar a segunda división a media liga viene de serie y lo ve como algo normal dentro del fogoso comportamiento de unos y de otros.
Estamos, sin duda, ante un caso absolutamente fascinante donde nada tiene mesura, donde todo es grueso y exagerado. Hoy decide Champions por si solo después de llorar con un gol que cerraba una racha de fallos terrible. Hoy desea el mal deportivo tras tener que sufrir el mayor ataque racista de la historia de nuestro deporte. Nada tiene medida y por lo visto nadie lo va a meter en cintura. Ni siquiera Ancelotti o sus capitanes. Hagamos acopio de dosis de tila. Nos queda baile y ruido para rato del Llanero Solitario del fútbol mundial.