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A muerte por cada voto / Análisis de Juan Manuel Galán sobre las elecciones en EE. UU.

Autor: EL TIEMPO

Las elecciones presidenciales y congresionales de Estados Unidos en 2024 serán como la final por el campeonato entre Santa Fe y el Atlético Bucaramanga en el estadio El Campín. El mundo aguantará la respiración, como lo hicimos los hinchas hasta el último penalti cuando Aldair Quintana, portero del Bucaramanga, selló la victoria. El retiro de Biden movió el piso estratégico de los republicanos. Pero ¿se podría repetir el escenario de la primera elección presidencial en el 2000 de George W. Bush contra Al Gore, cuando el resultado fue tan apretado que solo fue declarado oficialmente un mes después de los comicios?

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La probabilidad de que, 24 años después, nos enfrentemos de nuevo a una prolongada incertidumbre de los resultados electorales entre Trump y Harris es significativa. Con un país dividido casi en partes iguales y márgenes de votación extremadamente estrechos, cualquier irregularidad o disputa en el conteo de votos desencadenaría una serie de litigios, recuentos y decisiones judiciales que prolongarían la incertidumbre electoral. La historia podría repetirse, dejando al país y al mundo en vilo mientras se determina el próximo líder de la democracia más influyente del planeta.

Con un país profundamente polarizado, los swing states, o estados bisagra, serán el campo de una batalla a muerte por cada voto. Estos juegan un papel crucial en las elecciones estadounidenses por su historial de votar a favor de diferentes partidos en diferentes elecciones. En noviembre, estados como Wisconsin, Míchigan, Arizona, Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania y Nevada serán particularmente relevantes. La batalla voto a voto en estos estados tendrá lugar hasta en su más profunda ruralidad y podría decidir no solo la presidencia, sino también definir el control del Congreso.

Foto:AFP

En Wisconsin y Míchigan, los demócratas tendrán que movilizar a sus bases urbanas y suburbanas mientras enfrentan una fuerte oposición en las áreas rurales. Estos estados, que votaron por Trump en 2016 y por Biden en 2020, son emblemáticos de la lucha por el voto de la clase trabajadora del Medio Oeste.

Arizona y Georgia se volvieron azules (demócratas) en 2020, por primera vez en décadas, y representan la cambiante demografía del país. Los votantes jóvenes y unas crecientes comunidades latinas y afroamericanas serán cruciales en estos estados.

El tema de la campaña en 2024 será de nuevo, it’s the economy stupid, la economía

En Pensilvania, con su mezcla urbano-rural, y en Carolina del Norte, un estado del sur en rápida evolución, habrá un combate cerrado. La capacidad de los candidatos para conectar con una base diversa de votantes será clave.

Nevada, un estado con fuerte influencia sindical y una población latina en ascenso, también será una disputa sin cuartel. Los demócratas tendrán que asegurar una participación alta en Las Vegas para mantener este estado en sus filas.

El tema de la campaña en 2024 será de nuevo, it’s the economy stupid, la economía. ¡Ojo! En particular, no poner impuestos a las propinas y, en general, recuperar la confianza de la clase media. Veamos: entre 2020 y 2024, el PIB aumentó aproximadamente un 27,7 por ciento, el desempleo disminuyó 3,9 puntos porcentuales, la inflación tuvo un incremento de 1,5; la tasa de interés, 5,25; la balanza comercial pasó de un déficit que ascendía a 677.000 millones, a 79.000, la deuda pública creció 22 puntos porcentuales y finalmente la confianza del consumidor cayó 20,7. Este aparente balance claro-oscuro ha sido más oscuro que claro para los demócratas y ha hecho creer a una mayoría de votantes de clase media, según las encuestas, que Trump puede gestionar mejor la economía pospandemia.

Donald Trump en el debate en Filadelfia.

Donald Trump en el debate en Filadelfia.

Foto:EFE

Aparte de la economía, el cambio climático, los derechos reproductivos, la inteligencia artificial, la identidad migratoria y el crimen callejero, también serán temas significativos. La seguridad y la migración tendrán un impacto durísimo en la votación, especialmente en estados fronterizos como Arizona y Texas.

Sería un lugar común decir que la elección de Donald Trump o Kamala Harris tendrá consecuencias trascendentales tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo, si no fuera porque la viabilidad de la democracia estadounidense está en la balanza. Trump afirmó que será “dictador solo el primer día” en caso de ser reelegido presidente.

Para el mundo, la elección de Trump significará un regreso a políticas aislacionistas; por ejemplo, una disminución radical en el presupuesto asignado a la Otán –alianza de países de Europa y Norteamérica–, mientras que Harris probablemente buscaría mantener y fortalecer el apoyo a Ucrania. En América Latina, específicamente en Venezuela y Colombia, las políticas de Harris podrían enfocarse en apoyo humanitario y cooperación, mientras que Trump podría tomar una postura ‘bukelesca’ en temas de seguridad y migración.

Internamente, la administración Trump continuaría con políticas económicas de corte conservador, reducción de impuestos a los más ricos y un enfoque restrictivo en la inmigración, entiéndase build the wall, el muro. Harris, por otro lado, podría poner en práctica políticas más avanzadas en áreas como la reforma policial, la justicia social y el control de armas. El pasado mes de junio, la Corte Suprema decidió mantener restricciones al acceso a las armas de fuego para personas condenadas por violencia de género.

Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris se dan la mano en el debate presidencial en Filadelfia.

Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris se dan la mano en el debate presidencial en Filadelfia.

Foto:AFP

En los meses que quedan de campaña, la inteligencia artificial jugará un papel interesante pero riesgoso por el poder de desinformación. Desde el análisis de datos hasta la predicción de tendencias electorales, esta tecnología podría ser utilizada para mejorar las estrategias de campaña y personalizar mensajes a los votantes, pero también para la campaña sucia.

En cuanto al Congreso, los demócratas enfrentan la posibilidad de perder el control del Senado, mientras que la Cámara de Representantes tampoco está asegurada. La cooperación con Colombia puede variar significativamente dependiendo del resultado electoral. Un Congreso controlado por los demócratas probablemente mantendría o incluso aumentaría el presupuesto de cooperación sobre migración; mientras que un triunfo republicano podría producir recortes en áreas específicas, aunque manteniendo un enfoque en la guerra contra las drogas. Sin duda, el gravísimo error de romper relaciones diplomáticas con Israel será un factor que jugará en contra de Colombia, tanto en el Partido Republicano como en el Demócrata, a la hora de definir el presupuesto de cooperación con nuestro país. La política exterior bipartidista es nuestro interés nacional en la relación con Estados Unidos.

En conclusión, las elecciones de 2024 de Estados Unidos serán prueba de fuego para la democracia, no solo para el país sino para el mundo entero. Los swing states y la economía serán factores decisivos. Tecnologías emergentes como la inteligencia artificial podrían cambiar la dinámica de la campaña. Será una elección inédita, si gana Trump, el primer presidente con dos impeachment o acusaciones del Congreso y una condena criminal; si gana Harris: la primera mujer, hija de inmigrantes indios y jamaiquinos.

Juan Manuel Galán

Análisis especial para EL TIEMPO

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