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María José Espinosa, experta en política exterior: “La migración no es un problema a contener, sino una realidad que debe ser gestionada”

Autor: Carla Gloria Colome

Ha trabajado en cinco fronteras, diez países, incontables ciudades. Se ha hecho las mismas preguntas de tantos otros: “¿Quién define qué somos y qué podemos ser? ¿A dónde podemos ir?”. Su pasión por la movilidad comienza en ella misma, está en su condición de cubana. “He visto cómo los permisos, o su ausencia, la falta de libertades y las carencias han marcado y siguen marcando la vida de los cubanos. La historia de la movilidad cubana ha sido siempre una historia de restricciones y presiones, tanto internas como externas, en la lucha por viajar, por sobrevivir, por encontrar un lugar donde echar raíces”, asegura María José Espinosa, de 40 años, experta en política exterior y directora ejecutiva del Centro para el Compromiso y la Incidencia en las Américas (CDA), una organización que trabaja desde Washington para alcanzar un sistema de gobernanza que promueva la migración ordenada, segura y regular en la región.

Desde 2018, Espinosa ha pisado la frontera sur de Estados Unidos en múltiples ocasiones, y dice que “cada visita refleja nuevas dinámicas marcadas por los cambios en las políticas migratorias”. El último de estos viajes a El Paso (Texas) fue hace tres semanas, donde encontró un lugar completamente distinto al que había presenciado antes: no se percibe gente caminando, ni cruzando el río, ni familias en puertos de entrada, ni grupos que se acumulan en alguna calle de Juárez.

María José Espinosa, experta en política exterior.
María José Espinosa, experta en política exterior.Georgetown School of Foreign Service.

Las políticas emprendidas por la administración de Donald Trump —quien en su primer mes en la Casa Blanca ordenó la eliminación del asilo en la frontera, el programa CBP One y el despliegue de miles de agentes— han reducido drásticamente la llegada de emigrantes. En el mes de febrero, los encuentros fronterizos fueron tan bajos como en la década de los 60, según los expertos. Las fuerzas de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP) y la Patrulla Fronteriza detuvieron a 11.709 personas el mes pasado, frente a las 176.195 detenciones de febrero de 2024. Espinosa insiste en que la reducción de los cruces fronterizos no significa que los movimientos migratorios hayan terminado. “Al contrario, han sido empujados más al sur y fuera del ojo público, lo que va a obligar a que personas sigan cruzando de forma irregular y en condiciones peligrosas”, dice.

Pregunta. ¿Se puede seguir hablando de crisis migratoria en la frontera o es una crisis resuelta?

Respuesta. No hay una crisis de número, pero mucha gente está esperando a ver qué pasa. En México hay más de 30.000 personas en el limbo porque les cancelaron CBP One, lo cual quiere decir que están esperando, esas personas no son visibles, algo que es muy peligroso, algunos están en albergues, otros en casas, o regados por todo México. La crisis ha sido creada o exacerbada, en parte, por la inacción o por las políticas restrictivas que han dejado a miles de migrantes sin opciones seguras y viables. No se trata solo de cuántas personas llegan a una frontera, sino de la voluntad política de gestionarlo de manera digna y humana, y que resulten en beneficios para las comunidades de acogida.

P. La suspensión de vías legales de migración puede resultar en un mayor riesgo para muchos. ¿Qué se ve hoy en la frontera?

R. Antes, al menos existían ciertos mecanismos que ofrecían una vía legal, ordenada y segura para acceder a la protección, o a vías más allá del asilo. Ahora, con el cierre de asilo, la suspensión de CBP One, y el programa CHNV, que permitía a ciudadanos de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela solicitar permiso humanitario para ingresar a Estados Unidos, muchos migrantes se ven obligados a depender de redes informales o criminales para sobrevivir. En Juárez, por ejemplo, los migrantes están recurriendo a redes de vivienda clandestinas, exponiéndose aún más a explotación y violencia.

Hay abundante evidencia de que las políticas de disuasión no funcionan. En el 2019 varios países de la región impusieron restricciones de tránsito a la población venezolana, fue en ese momento cuando comenzó a “abrirse” la ruta del Darién para esta nacionalidad, pues ya no podían usar vuelos para llegar a México directamente o a otros países. En ausencia de vías regulares y humanitarias, los migrantes recurren a caminos controlados por redes criminales y traficantes de personas, quienes explotan su desesperación y vulnerabilidad.

P. Los recortes del Gobierno han afectado a muchas organizaciones. ¿Cuánto ha afectado al trabajo en la frontera?

R. Los recortes han golpeado con fuerza a las organizaciones locales. Hablé con representantes de varias de ellas, y el panorama es desolador. Algunas han perdido hasta el 80% de su financiamiento, dejando un vacío crítico en asistencia legal, refugios y alimentos. Hay organizaciones que han sido atacadas legalmente, lo que envía un mensaje claro: la asistencia humanitaria está siendo criminalizada. Esto precede a la actual administración estadounidense y sus políticas. Es un fenómeno que ha ido creciendo en escala durante los últimos diez años. Organizaciones en toda América Latina, el Caribe y otras regiones han sido atacadas por su trabajo en derechos humanos, siendo acusadas de acciones absurdas, desde el tráfico de niños hasta la desestabilización de gobiernos.

P. ¿En qué situación están los migrantes y solicitantes de asilo que se quedaron en un limbo en México?

R. Estuve en Juárez y fui testigo de la desesperación e incertidumbre que prevalece entre los migrantes. Sin acceso al asilo en Estados Unidos, muchos no saben qué hacer. Hay personas que están pensando quedarse en México. Muchos esperan un cambio en las políticas, mientras otros consideran cruzar la frontera. En Ciudad Juárez hablamos con algunos migrantes que estaban pensando en cruzar irregularmente con la expectativa de ser deportados, ya que lo veían como una opción “menos peligrosa” que intentar regresar a sus hogares desde México. Algunos mencionaron que otras familias sí habían decidido regresar a Sudamérica utilizando sus propios medios, o pagando a traficantes de migrantes. La incertidumbre es un denominador común en toda la región. La seguridad sigue siendo un problema crítico.

P. El mayor fin de la actual administración estadounidense es reducir al máximo la emigración.

R. La migración en las Américas es un desafío que ningún país puede abordar por sí solo. Gestionarla de manera efectiva requiere cooperación hemisférica y un enfoque coordinado que permita compartir responsabilidades entre países y maximizar los beneficios económicos y sociales de la movilidad humana. Eso ayudaría mucho a combatir el discurso xenofóbico que ha crecido, no solo aquí, sino en todo el mundo. Uno de los mayores retos es garantizar que los procesos de deportación y retorno sean dignos, seguros y respeten los derechos humanos. La cooperación entre países es clave para que quienes regresan puedan acceder a empleo, educación y servicios básicos.

P. ¿Qué tipo de políticas reales podrían brindar soluciones a los migrantes?

R. Parte fundamental debe ser la expansión de vías de migración regular. La ausencia de mecanismos accesibles y realistas para la movilidad laboral o la regularización ha empujado a millones de personas a la irregularidad. Es urgente fortalecer programas de empleo temporal, reunificación familiar y procesos de regularización para quienes ya han migrado una y hasta dos o tres veces. Fortalecer la migración laboral no solo es una alternativa viable a la migración irregular, sino que también es una herramienta clave para el desarrollo económico. Conectar a migrantes con empleadores, garantizar un reclutamiento ético y mejorar la protección laboral no solo beneficia a quienes migran, sino que responde a la escasez de mano de obra en sectores clave y fomenta el crecimiento económico en los países receptores.

Mejorar las condiciones en los países de origen no solo es una estrategia de contención, sino un compromiso con el desarrollo y la estabilidad de la región. Es necesario garantizar acceso a empleo, reducir la violencia y la corrupción, y fortalecer oportunidades económicas para que migrar sea una opción, no una necesidad forzada. La migración no es un problema a contener, sino una realidad que debe ser gestionada de manera ordenada y justa.

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