“Para que no se detenga la revolución que nos has regalado, esos doce años de un cambio de paradigma, que ha sacudido los cimientos de la Iglesia, para devolverla a su esencia evangélica: El Evangelio y los pobres, carne de Cristo, en el centro”
“Un Papa que abre las puertas de la Iglesia del Nazareno a ‘todos, todos, todos’, incluidos los pobres, los homosexuales, los divorciados, los tirados en las cunetas de la vida”
“Desde este rincón de Religión Digital, que siempre ha apostado abiertamente por tu sueño primaveral para la Iglesia y el mundo, te pedimos: cúrate, ponte fuerte, sal de ésta. Porque la Iglesia te necesita”
“Aprueba, al menos, el diaconado femenino, da ese paso valiente que tantas esperan y que el Evangelio no contradice, sino que pide a gritos en este tiempo”
Querido Papa Francisco, hoy, tras 12 años de tu pontificado, quiero detenerme un momento para darte las gracias, desearte una pronta recuperación y pedirte que, si lo tienes a bien, aceleres las reformas. Para que no se detenga la revolución que nos has regalado, esos doce años de un cambio de paradigma, que ha sacudido los cimientos de la Iglesia, para devolverla a su esencia evangélica: El Evangelio y los pobres, carne de Cristo, en el centro.
Gracias por haber traído una espléndida primavera a esta Iglesia nuestra, tantas veces anquilosada, replegada sobre sí misma y tentada por el invierno del clericalismo, la autorreferencialidad, la tan manida prudencia y el ‘siempre se hizo así’.

Tú, con tu sencillez de pastor, con tu olor a oveja y tu Evangelio en la mano, has abierto ventanas (como hizo Juan XXIII en el Concilio), has dejado que entre el aire fresco del Espíritu y has puesto a la Iglesia en camino, en salida, hacia las periferias del mundo y del corazón humano.
Gracias por Evangelii Gaudium, ese grito profético que nos llamó a ser una Iglesia viva, misionera, en diálogo con el mundo. Gracias por Laudato Si’, por recordarnos que el planeta es nuestra casa común y que el grito de los pobres y de la tierra son uno solo.
Gracias por Fratelli Tutti, por esa fraternidad que nos desafía a derribar muros y tender puentes en un mundo roto por la guerra y la indiferencia. Y gracias por tantos escritos, documentos e intervenciones con los que has esponjado el corazón y la esperanza de los pobres.
Gracias por tus gestos, que están cambiando el estilo y la esencia del papado, por lavar los pies a los presos, por abrazar a los migrantes, por sentarte con los descartados y decirles que Dios no se olvida de ellos. Nunca se olvida de ellos, porque son sus preferidos.
Gracias, en definitiva, por ser un Papa de la misericordia, un pastor que no señala con el dedo, sino que acompaña con el corazón. Un Papa que abre las puertas de la Iglesia del Nazareno a ‘todos, todos, todos’, incluidos los pobres, los homosexuales, los divorciados, los tirados en las cunetas de la vida.

Tus denuncias proféticas, valientes y claras, han resonado como un trueno en medio de la tibieza, despertando conciencias y señalando el camino hacia la justicia y la misericordia. Te has convertido en un icono de autoridad moral mundial, reconocido por todos, creyentes y no creyentes, como un faro de humanidad en tiempos oscuros. Por eso, hasta el Trump de la ‘era dorada’ te teme.
Pero hoy, Papa Francisco, también quiero elevar una oración por ti. Sé que la edad pesa, que la salud te juega malas pasadas, que la artrosis y los achaques respiratorios te hacen sufrir.
Desde este rincón de Religión Digital, que siempre ha apostado abiertamente por tu sueño primaveral para la Iglesia y el mundo, te pedimos: cúrate, ponte fuerte, sal de ésta. Porque la Iglesia te necesita. Porque esta primavera que has sembrado no puede quedarse a medias, no puede marchitarse por las resistencias de quienes prefieren el inmovilismo al soplo del Espíritu.
Quedan asignaturas pendientes, Francisco, y confiamos en que tú, con la audacia que te caracteriza, las encauces y aceleres.
El Sínodo de la Sinodalidad ha sido un regalo inmenso: tu Concilio. Un proceso que ha dado voz a los laicos, a las mujeres, a las periferias eclesiales. Pero ahora toca concretar: que sus decisiones bajen a las curias diocesanas, que lleguen a las parroquias, que se traduzcan en Consejos Pastorales con peso real, participativos, deliberantes y decisorios, donde el Pueblo de Dios deje de ser convidado de piedra y pase a ser protagonista.

Y, por favor, Francisco, no dejes en el aire el clamor de tantas mujeres que sostienen la Iglesia con su fe y su entrega: aprueba, al menos, el diaconado femenino, da ese paso valiente que tantas esperan y que el Evangelio no contradice, sino que pide a gritos en este tiempo.
No nos dejes sin verte plantarte ante la arrogancia y la prepotencia de Trump, con el Evangelio de la misericordia en la mano, como ya has hecho frente a tantos poderosos. Y no nos dejes sin poner fin a los abusos del clero, esa lacra que tú has enfrentado con valentía y que urge erradicar para sanar a las víctimas y restaurar la credibilidad de la Iglesia.
No estás solo, Santo Padre. Millones de fieles, de curas de a pie, de religiosas, de teólogos y de laicos y laicas comprometidas te sostienen con su oración y su esperanza.
La Iglesia te necesita, para que esta primavera no sea solo un brote verde, sino una cosecha madura, que renueve nuestras estructuras y nos devuelva al corazón del mensaje de Jesús. Así que, Francisco, gracias por lo ya conseguido, y fuerza para lo que viene. Que el Dios de la vida te dé salud y años para seguir siendo el timonel de esta barca que, contigo, navega rumbo a la alegría del Reino.
Con gratitud y esperanza.
