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Opinión | Europa y la nueva política de Estados Unidos

Autor: HOY ARAGON

Soy de la opinión de que la Unión Europea es una gran idea, muy mal desarrollada; indudablemente, ha significado grandes avances en algunos campos, pero sigue siendo una comunidad de vecinos mal avenidos y con intereses dispares. El del ático dúplex no tiene las mismas inquietudes ni problemas que el de la planta calle con patio interior. Uno de los problemas es la falta de una voz única y la lentitud en la toma de decisiones, y cuando las políticas se demuestran equivocadas, nadie es responsable, pero los ciudadanos ya hemos pagado las facturas. La UE es la campeona mundial en burocracia, legislación y normativa; mientras otros desarrollan IA o semiconductores, nosotros fabricamos incómodos tapones para botellas de plástico.

Yendo al asunto del título, sabemos que, durante su primer mandato, la relación entre EEUU y Europa experimentó tensiones no conocidas anteriormente: Trump criticó a la OTAN, exigió mayor contribución de los aliados y ejerció una posición agresiva en el comercio internacional. Estas acciones forzaron a Europa a replantear, tímidamente, su dependencia de EEUU en materia de defensa y economía. En los dos meses transcurridos de la nueva administración Trump, todas esas políticas se han incrementado con inusitada velocidad, con especial incidencia en la guerra de Ucrania, la cual EEUU quiere detener pronto y a toda costa, “antes de mayo”, según su propia hoja de ruta, dejando descolocada a toda Europa.

La situación del periodo 2016-2020 sirvió como una llamada de atención a la UE, la cual, perezosamente, comenzó a explorar una mayor autonomía estratégica, impulsando proyectos de defensa conjuntos y reforzando su política industrial. En este sentido, la política exterior de Trump actuó como un catalizador que empujó a Europa hacia una mayor autosuficiencia.

¿UNA EUROPA DIVIDIDA?

El estilo de liderazgo de Trump, -no olvidemos que es un hombre de negocios, no un político al uso-, puso de manifiesto las grietas dentro de la propia Europa. Mientras algunos países, como Polonia y Hungría, acogieron con entusiasmo su enfoque nacionalista y euroescéptico, otros vieron con preocupación la erosión del multilateralismo.

Un regreso de Trump ha exacerbado rápidamente estas diferencias, dificultando la cohesión de la UE. La incertidumbre y la justificada desconfianza sobre el compromiso futuro de EE.UU. con la seguridad europea podría llevar a algunos países a buscar acuerdos bilaterales con Washington, debilitando la posición unificada de la UE en asuntos globales. O, por el contrario, y salvando la excepción de Hungría, podría reforzar la cohesión, incluido el Reino Unido, que padece la misma desorientación que el resto de cancillerías europeas, y quien ya pretende liderar una respuesta conjunta, en particular respecto a Ucrania.

EL DILEMA EUROPEO

Ante el nuevo mandato de Trump, Europa enfrenta un grave dilema: puede aprovechar la situación para consolidar su autonomía estratégica, fortaleciendo sus capacidades de defensa y aumentando su peso en el comercio mundial. O puede enfrentar un periodo de inestabilidad, marcado por divisiones internas y tensiones con EEUU, -con Rusia están garantizadas, en cualquier caso-.

Si la UE logra reforzar su unidad, Trump podría ser el detonante necesario de una Europa más fuerte y autónoma. Sin embargo, si persisten las diferencias internas, su liderazgo podría significar una crisis fatal para el proyecto europeo y su eventual disgregación.

A corto y medio plazo, es necesario hacer frente común al gigante de pies de barro que es Putin, y Europa debe hacerlo sin contar con el hermano mayor. El ejército ruso ha demostrado su incapacidad e inoperancia durante tres años; el conjunto de ejércitos europeos es significativamente de mejor calidad, pero para hacer un frente creíble a la amenaza, hace falta invertir en defensa, -lo que no se ha hecho en décadas- y tiempo, varios años, justo el que tarde Rusia en recuperarse en material y hombres, tras estos tres años de desgaste.

¿ESTÁ TRUMP ENGAÑANDO A PUTIN?

Es difícil creer en una “amistad” real de Trump con Putin. Puede respetarlo porque ve su fortaleza como dirigente, con todos los “peros” que se puedan poner a su gobierno. Esta es una de las incógnitas que rodean a Trump en su relación con Rusia.

Durante su primer mandato, sus declaraciones ambiguas sobre la OTAN y su aparente simpatía hacia el líder ruso generaron preocupación en Europa. Ahora, más bien parece que, a cambio del territorio conquistado en Ucrania y la “Pax Americana”, le ofrece compartir el “negocio” en Europa y repartirse el Ártico, una vez que Rusia ha sido expulsada del Mediterráneo, no controla el Mar Negro y ha perdido influencia en África y Sudamérica, en favor de China.

Rusia ya no es un competidor global y EEUU quiere/necesita centrarse en China y el Pacífico. Le sobra perder energías y dinero en el viejo continente. Por supuesto, tropas, ni una. Algunos analistas sugieren que Trump podría estar jugando una estrategia de engaño, haciéndole creer a Putin que obtendrá esas ventajas estratégicas y, mientras tanto, refuerza la posición de EE.UU. en el escenario global, dejando fuera a Rusia.

Este juego de Trump muestra una combinación de retórica conciliadora hacia Rusia, dando a entender que le da vía libre en Europa del Este, sin que moleste demasiado, algo así como “no me voy a involucrar en tu patio trasero”. Todo este juego de ambigüedades puede desestabilizar aún más la seguridad en la región -la nuestra-, y obliga a Europa a asumir totalmente su defensa.

CONCLUSIÓN

La reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede actuar como un catalizador que impulse a Europa a replantearse su futuro y reforzar su autonomía. La política aislacionista, ese “America First”, centrada en el comercio y un acercamiento verdadero o no a Rusia, deben llevar a la Unión Europea a tomar medidas efectivas para fortalecer su cohesión y su capacidad de respuesta independiente, política, comercial y militarmente.

Más que una cuestión de necesitar a EEUU, Europa debe decidir, y hacerlo de manera urgente, cómo responder al nuevo escenario político global. Y si bien el liderazgo de Trump genera obstáculos, también puede ser la chispa que impulse a Europa a redefinir su papel en el mundo, qué quiere ser de mayor. En definitiva, la capacidad de reinventarse no puede depender de uno u otro líder externo a la UE, sino de la determinación y unidad de los propios europeos. Mi duda es si nuestros políticos estarán a la altura del desafío.

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