Las mujeres pasan alrededor de un tercio de su vida en menopausia. Mejorar su salud en una “etapa en la que la caída brusca de estrógenos desencadena cambios, a veces de forma muy acusada, como sofocos, insomnio, irritabilidad, pérdida de líbido, ansiedad, depresión y un aumento del riesgo cardiovascular” es el objetivo del proyecto de investigación que dirige Juan Carlos Espín de Gea en el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) de Murcia.
Para ello el equipo investiga cómo cambia la microbiota intestinal, la comunidad de microorganismos vivos residentes en esa zona del tubo digestivo, durante este periodo. Y cómo pueden modularla los polifenoles, que son moléculas que están presentes en alimentos vegetales como “frutas, verduras, cereales, aceite de oliva, vino tinto, té o café” y que contribuyen a “proteger frente a enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y ciertos tumores”. Aunque, explica Espín, “no actúan de forma aislada ni son medicinas”. Su efecto positivo, remarca el investigador murciano, “es parte de un estilo de vida que incluye una dieta equilibrada, ejercicio físico y otros hábitos saludables”.
Juan Carlos Espín, que fue distinguido con el XX Premio Internacional Hipócrates de Investigación médica sobre nutrición humana, convocado por la Real Academia de Medicina y Cirugía del Principado de Asturias y Central Lechera Asturiana, ha centrado gran parte de su actividad investigadora en el estudio de los polifenoles y la microbiota intestinal. Desde hace un año su equipo está inmerso en el proyecto sobre la menopausia, que se prolongará otros tres más.
Polifenoles
En el centro del CSIC se acercan actualmente a “un terreno casi inexplorado: los virus asociados a la microbiota, que son completamente desconocidos en el contexto de la menopausia”. “Sabemos que los polifenoles, como por ejemplo las isoflavonas de la soja, el resveratrol del vino tinto o el ácido elágico de la granada y de las nueces, pueden aliviar síntomas y prevenir problemas cardiovasculares pero la eficacia varía según la persona”, comenta.
Parte el equipo de que “cada persona tiene una microbiota única” y cambia la forma en la que transforma los polifenoles y, por tanto, sus efectos. En investigaciones previas se identificaron diferentes grupos de individuos en función de la capacidad que tiene la flora intestinal de aprovechar esos compuestos. Son “perfiles diferenciales de la microbiota”, a los que se llama metabotipos. La respuesta está en “ciertas bacterias concretas de la microbiota de cada persona que pueden transformar de forma diferente estos polifenoles”.
Perfiles de microbiota
Con un análisis de orina se podría saber a qué grupo pertenece cada persona, lo que “abriría la puerta a personalizar dietas y tratamientos”. El reto, dice el investigador del CSIC, es “intentar universalizar estos beneficios modulando la microbiota intestinal para maximizar los efectos positivos de ciertos elementos”.
Con esta base, el equipo de Espín se centra actualmente en la menopausia y los cambios que se producen en esta etapa. “Si logramos identificar qué perfiles de microbiota maximizan los beneficios de los polifenoles, podríamos diseñar estrategias personalizadas para mejorar la calidad de vida y reducir riesgos en esta etapa de la vida femenina”, sostiene Espín. “¿Estamos soñando demasiado?”, se pregunta el profesor de investigación del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura. “Puede ser, pero aspectos ahora cotidianos en nuestras vidas eran un reto casi imposible hace años”, subraya a continuación.
Salud de precisión
Defiende Espín que “la personalización de la dieta y los hábitos son clave para maximizar los beneficios en la salud”. “Deberíamos dirigirnos hacia una ‘salud de precisión’”, concluye el investigador, que lleva siete años consecutivos apareciendo en la lista de los científicos internacionales más referenciados.
El proyecto en el que se ha embarcado Juan Carlos Espín es, como él define, “muy ambicioso”. Se están haciendo estudios con mujeres en edad fértil y en menopausia. El equipo se está encontrando, en esta labor, con un porcentaje destacable de féminas que en esta etapa en la que desaparece la menstruación consume fármacos para diversas patologías, como puede ser la hipertensión o el colesterol, entre otras. Y estos medicamentos, traslada el investigador, “también afectan a la microbiota intestinal”. Se abre aquí, indica, otra línea de estudio para analizar de qué forma lo hacen.
En unos pocos años se ha pasado de considerar la microbiota intestinal “como simples organismos que fermentan fibras a verla como un ecosistema clave para la inmunidad, el metabolismo y hasta la conducta, la calidad del sueño o las emociones”. “También está implicada en enfermedades como la obesidad, el cáncer o la neurogeneración”, manifiesta, aunque también advierte de que “no debemos caer en simplificaciones, no es un comodín para explicarlo todo”. En este campo, indica Espín, “queda mucho por investigar”.
Retos
Apunta el investigador a que “intentar modular la microbiota de forma dirigida sigue siendo un campo fascinante, pero también complejo y lleno de retos por resolver”. Aludió a los trasplantes fecales, que “han demostrado ser efectivos en casos específicos como infecciones intestinales por ‘Clostridium difficile’, que produce colitis”. Se ha comprobado que si a un ratón se le transfieren las heces de un enfermo de Parkinson, desarrolla esos síntomas. Ocurre con la obesidad y en este caso, explica, “ha llegado a ensayarse y si una persona obesa recibe heces de un donante delgado adelgaza”. Pero estos efectos, “son temporales”, de forma que la microbiota original de cada persona “suele acabar prevaleciendo”, afirma Juan Carlos Espín. Lo que se llegó a ver como “una solución revolucionaria” ahora se ve que “no es inmediata ni una panacea”, concluye el profesor del CSIC.
Superalimentos
“Dieta equilibrada y hábitos saludables”, es la receta que ofrece Espín, que insiste en que “demonizar alimentos nos aleja del sentido común”. “Ningún alimento por sí solo cura o previene enfermedades”, transmite. Incide el profesor en que el término “superalimento” es un “invento mediático que busca llamar la atención, pero carece de base científica”. “Ni la piña adelgaza ni la quinoa es la solución para todo”, asegura, aludiendo en que en esta era de hiperinformación se tiende a “simplificar cuestiones complejas con mensajes sensacionalistas”. Lo importante es “el equilibrio y el sentido común, no las modas”.
El premio Hipócrates, que recibió en Oviedo, supone, explica Espín, “un reconocimiento al trabajo y dedicación de muchos años, tantos míos como de mi equipo, y un impulso para seguir investigando en campos tan apasionantes como complejos”. Muestra su agradecimiento a la Academia de Medicina del Principado y destaca el “compromiso” de CLAS con la investigación, “un apoyo que, por desgracia, no es común en España”. “Es esencial que tanto la industria como las instituciones públicas apuesten más por la ciencia como una inversión de futuro, y no solo como una excepción”, asevera.
Suscríbete para seguir leyendo