Algo tan simple como es el hecho de correr se ha convertido en un auténtico -circo- arte. Cuando ven a un tipo corriendo en la calle a menos cinco grados en Burgos ya no le miran mal. Está socialmente aceptado correr en cualquier lugar y momento como si fuera un hobbie normal. Y con las pintas que sea.
La burbuja que algunos vaticinaban no aparece por ninguna parte. Los cuatro maratones más grandes de España -Valencia, Barcelona, Madrid y Sevilla- han agotado todos sus dorsales con meses de antelación. Somos una secta. Eso sí, la mejor secta del mundo.
Además de levantarnos un domingo a las siete de la mañana a correr 42 kilómetros porque sí (perdón, 42 kilómetros y 195 metros), hay otras tendencias, comportamientos, hábitos o modas que no vimos venir. Analicemos.
La placa de carbono, el Santo Grial del atletismo
El carbono es un material que, por sus cualidades -ligereza, densidad, rigidez-, ha cambiado la industria del calzado del running en este último lustro. Todas las marcas fabricantes de zapatillas han sucumbido a la placa de carbono como componente imprescindible para hacer más reactivos sus modelos de competición. Y claro, todos queremos correr más siendo igual de malos. Por tanto, éxito garantizado.
Así, incluso hemos acuñado el término ‘superzapatillas’ para denominar a este calzado que posee placa de carbono en la mediasuela. Ahora solo nos falta entrenar como ‘supercorredores’. En realidad, no hay mucho debate: este nuevo calzado tiene parte de la culpa de los numerosos récords que se están rompiendo últimamente. Es el Santo Grial del atletismo.
El uso de accesorios runners
La cantidad de ‘cachivaches’ pululando en las tiendas de running también es digna de estudio. Si en los noventa bastaba una cinta en la cabeza al estilo Bjon Borg, ahora un corredor cualquiera puede salir a entrenar con un sinfín de gadgets y accesorios repartidos por todo el cuerpo: perneras para el gemelo (ya no tan de moda como hace unos años), manguitos (si los usas es que te crees bueno), cinturón elástico (un inventazo para guardar móvil, llaves o DNI), tubulares (a los que todos llamamos BUFF aunque sean de otra marca), podómetro (si tienes uno es que ya eres un friki oficial), viseras (vale más para el postureo que para tapar el sol), cinturón de frecuencia cardíaca (para los más analíticos), reloj GPS (con 274 funciones y mirar solo el ritmo y la distancia), etc. Un corredor que se precie tiene su armario de ropa normal y su armario friki de running.
La fiebre del trail running
Como los maratones en ruta ya se nos han quedado cortos, ahora buscamos carreras de ultra en la montaña. De esas que tardas en hacer cinco horas, siete, catorce o veinticuatro. El caso es darse una paliza más grande que la vez anterior. Viendo lo que se venía, los organizadores de carreras también se han trasladado a la montaña para ofrecernos retos kilométricos por esos caminos de Dios.
Tanto ha crecido el trail running en la última década que las propias marcas de zapatillas ya cuentan con varios modelos en colección para correr por montaña. Y hay no sé cuantos campeonatos oficiales, circuitos mundiales varios y unas cuantas federaciones (cada una con sus reglas). Son cinco deportes en uno… para que luego presuman los del triatlón.
Los clubes de running para socializar
Hasta el pueblo más pueblo de nuestro territorio tiene su propio club de running. Es indudable la capacidad socializadora de este deporte donde confluyen divorciados, señoras que se cuidan, jubilados aburridos, chavales con abdominales, amantes de la cerveza y estresados de la vida. Criaturas varias de muy diferente condición.
Porque pocas cosas hay más placenteras en pleno 2025 que salir a correr con amigos, con compañeros de club o incluso con gente que ni conoces (casi la mejor opción, vaya). No nos engañemos, los que se resisten a descargar el Tinder para ver si pillan, también están en clubes de running.
Las zapatillas maximalistas
Esto sí que no lo vimos venir cuando hace diez años el calzado minimalista parecía la panacea para no lesionarnos nunca jamás. Aquel best-seller de ‘Nacidos para correr’ amenazó con dejarnos a todos poco menos que descalzos en las carreras. Nos convencieron de que, las zapatillas, cuanto más pegadas al suelo, mejor. Algunos empezaron a salir a correr en sandalias (y siguen).
Una década después estamos en el extremo totalmente opuesto, a punto de utilizar zapatillas con plataformas para hacer maratones. El maximalismo -la subida generalizada de las alturas de las zapatillas- se nos ha ido tanto de las manos que hasta la World Athletics ha tenido que sacar un reglamento para evitar que un paisano cualquiera bata un récord del mundo con muelles en la suela.