En el mundo de las dietas existen miles de opciones que apuntan a teorías dispares sobre cómo o por qué perder peso. Sin embargo, algunas de ellas cuentan con el respaldo de organismos públicos, como es el caso de la dieta TLC (Therapeutic Lifestyle Changes). Esta propuesta no solo busca mejorar los hábitos alimenticios, sino también fomentar un cambio integral hacia un estilo de vida más saludable.
En los últimos años, las autoridades sanitarias han insistido en la importancia de adoptar rutinas más saludables debido al aumento alarmante de enfermedades relacionadas con la alimentación, como la diabetes y la obesidad. Estas patologías han alcanzado cifras récord, representando un reto no solo para la salud individual, sino también para los sistemas sanitarios y las economías de los países occidentales.
La dieta TLC surge como una respuesta a esta problemática, promoviendo hábitos que no solo benefician a quienes buscan perder peso, sino también a aquellos que desean reducir riesgos de enfermedades cardiovasculares y mejorar su bienestar general.
Dieta TLC: qué es y en qué consiste
La dieta TLC, siglas de «Therapeutic Lifestyle Changes» (Cambios Terapéuticos en el Estilo de Vida), es un programa desarrollado por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de Estados Unidos (NHLBI). Su origen inicialmente era ayudar a reducir los niveles de colesterol. Sin embargo, su objetivo principal es promover cambios sostenibles en los hábitos de vida que impacten positivamente en la salud cardiovascular.
A diferencia de muchas dietas que se centran exclusivamente en la pérdida de peso, la dieta TLC enfatiza la importancia de un enfoque integral. Esto incluye una alimentación equilibrada, actividad física regular y la eliminación de conductas que pueden aumentar el riesgo de enfermedades crónicas. Más que una dieta temporal, se plantea como una guía para lograr un estilo de vida saludable a largo plazo. Algo que la literatura científica ha demostrado.
Entre sus recomendaciones están la reducción de grasas saturadas y colesterol en la dieta, así como el aumento de la fibra y alimentos ricos en nutrientes esenciales. En esencia, la dieta TLC busca empoderar a las personas para que tomen decisiones alimentarias más conscientes, adaptándolas a sus necesidades específicas. Sin embargo, se insiste en que el foco debe ponerse en el cambio de hábitos, no solo en lo alimentario. Por eso, el concepto dieta aquí queda desdibujado y debería entender más como rutina.
Qué se hace en una dieta TLC
Seguir la dieta TLC implica adoptar una serie de pautas específicas. En cuanto a la alimentación, se recomienda priorizar alimentos bajos en grasas saturadas, como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y carnes magras. También se fomenta el consumo de productos lácteos bajos en grasa y aceites vegetales saludables, como el de oliva. Por el contrario, se deben evitar los alimentos procesados, fritos y ricos en grasas saturadas y, peor aún, en grasas trans.
En este caso, se facilitan unas directrices adicionales regularmente como que el consumo total de las calorías que vengan de la grasa esté por debajo de, entre el 25% y el 35%. También que se consuma poco sodio. O, en el caso de la ingesta de fibra, de la que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE, se sitúe entre los 10 y los 25 gramos.
La distribución de las comidas también es fundamental. Se sugiere realizar entre cuatro y cinco comidas al día. La intención de esos espacios es mantener estables los niveles de energía. Con ello se conseguiría evitar picos de hambre que puedan derivar en elecciones poco saludables. Además, las preparaciones deben ser sencillas, favoreciendo cocciones al vapor, hervidos o al horno frente a las frituras. La ventaja de la dieta TLC, advierten los expertos, es que «es relativamente fácil de seguir». El principal motivo es que no hay que eliminar grupos enteros de alimento. Eso sí, puntualizan que requiere de un esfuerzo suplementario en la lectura de etiquetas para fijarse en los nutrientes de lo que comamos.
La actividad física también juega un papel fundamental en este programa. Se recomienda realizar al menos 30 minutos de ejercicio moderado casi todos los días de la semana, como caminar rápido, nadar o montar en bicicleta. Esta combinación de dieta y ejercicio no solo contribuye a la pérdida de peso, sino que también mejora los niveles de colesterol y reduce la presión arterial.