18 de enero de 2025 – 17:42
Hechos como estos no ocurren todos los días, y el canadiense Joe Velaidum puede jactarse de haber salvado su vida y, además, de haber contribuido con la investigación científica mundial.
En julio del año pasado, Joe iba a salir a dar una caminata junto a su pareja, Laura Kelly, y su perro, por Marshfield, su lugar de residencia en la Isla del Príncipe Eduardo, en Canadá.
Luego de ajustar la correa del perro, la pareja y el animal emprendieron el paseo, sin saber que, segundos después, una cámara de su timbre inteligente captaría la caída de un meteorito, según una crónica de Deutsche Welle en base a fuentes locales.
Sin embargo, los habitantes de la casa no tuvieron idea de lo que había ocurrido hasta un tiempo después. Al regresar de su caminata, hallaron “misteriosos restos grises” en el camino de entrada. Los padres de Laura, que viven en una casa vecina, recordaron haber escuchado un fuerte impacto, y se les ocurrió que podría haberse tratado de un meteorito. Fue así que Joe revisó la grabación de la cámara y corroboró la suposición de sus suegros.
A todo esto, Chris Herd, conservador de la colección de meteoritos de la Universidad de Alberta llegó a la isla a pasar sus vacaciones días después, tomó conocimiento de la noticia y fue al lugar a recoger evidencia.
El investigador explicó que el objeto viajaba a 60.000 kilómetros por hora antes de entrar a la atmósfera, y desaceleró hasta los 200km/h antes de impactar contra el suelo, dejando un pequeño cráter de 2 centímetros de diámetro. Esa velocidad hubiera sido suficiente para que Joe no contara el cuento si se demoraba con su perro frente a la entrada a su vivienda.
Herd pudo recolectar unos 95 gramos de fragmentos del meteorito, que resultaron ser de condrita, un tipo de meteorito que representa alrededor del 90% de todos los recuperados.
De acuerdo a Science Alert, cada día entran a la atmósfera unas 48,5 toneladas de material meteórico, pero la mayoría se desintegra antes de llegar a la tierra, y el resto de los fragmentos tiende a caer en los océanos, dado que cubren la mayor parte del planeta.
“Es surrealista pensar en lo raro y cercano que fue este encuentro”, dijo Joe al medio Compass Media. “Si me hubiera quedado en ese punto exacto solo uno o dos minutos más, sin duda me habría golpeado un meteorito y probablemente me habría matado”.
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