Omitir el almuerzo durante la jornada laboral no es una práctica recomendable y, según expertos en nutrición, puede ocasionar complicaciones crónicas de salud en el futuro.
Aunque no existen métricas oficiales sobre la población trabajadora que incurre en este mal hábito, generalmente predomina entre quienes consideran que reservar un espacio para alimentarse puede quitarles tiempo valioso.
En la era de la digitalidad, la conexión permanente puede abrumar a oficinistas que reciben mensajes permanentemente a través de Whatsapp y correos con nuevas peticiones o problemas para resolver. En ese afán de evacuarlo todo, el momento para almorzar se pospone y, en muchos casos, se elimina por completo.
Un momento vital
Constanza Marino, nutricionista y coordinara de Gestión Investigativa de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana, subrayó que “se debe tener en cuenta que el almuerzo es el tiempo de comida que cubre el mayor porcentaje del valor calórico total del consumo de una persona durante el día; el cual está entre 30% y 35%; mientras que las otras comidas (desayuno, cena y onces) aportarán el resto del porcentaje”.
Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, cada día, los hombres y las mujeres deben ingerir 2.000 y 1.600 calorías, respectivamente, a través de dietas balanceadas. “El almuerzo, comparado con los otros tiempos de comida, es el que va a aportar un buen porcentaje de la cantidad de nutrientes que se deben ingerir en un día para garantizar una adecuada nutrición”, expuso la doctora Marino.
¿Qué pasa cuando el cuerpo no recibe los alimentos? Intuitivamente, las personas entienden que renunciar a una dieta completa es malo para salud, pero no dimensionan por completo que esta es la puerta de entrada a enfermedades no transmisibles que, incluso, pueden reducir la expectativa de vida.
Marino detalló que “omitir este tiempo de comida implicará que se dejarán de consumir macro y micronutrientes que son necesarios para el adecuado funcionamiento del organismo, lo que se verá reflejado en una afectación en el rendimiento de los individuos para la realización de sus actividades”.
Tal como lo enfatizó, este mal hábito deriva en disminución de la concentración, cansancio y, si la conducta es repetitiva, llegan los problemas gástricos y de malnutrición que, a futuro, desatarán complicaciones crónicas de salud.
La nutricionista hizo notar que la situación se puede agudizar porque “los trabajadores, adicionalmente, pueden no estar consumiendo un desayuno balanceado, por ejemplo, por la necesidad de salir temprano a sus trabajos, por lo que solo consumen una bebida láctea, café o un cereal”.
“Además, quizá, para reemplazar el almuerzo consumen alimentos de tipo panadería o paquete, que son altos en calorías, carbohidratos y grasas saturadas y no tienen una adecuada calidad nutricional”, añadió.
Promoción institucional
Con corte a 2022, cerca de 2.500 millones de adultos padecían sobrepeso y las dietas con las fuentes calóricas incorrectas han contribuido a este panorama de salud pública.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, OIT, dependiendo de cada jornada la prolongación de las pausas varía, pero, generalmente, los empleados deberían contar con un tiempo mínimo de 30 minutos para almorzar. De ahí la importancia de las campañas internas para promover los buenos hábitos de alimentación.
Presión para sistemas de salud y seguros
A priori las problemáticas colectivas de la malnutrición, según cálculos de la OMS, cuestan entre 2% y 3% del PIB mundial, que equivale a más de US$3.500 millones anuales. Con corte a 2010, las enfermedades no transmisibles relacionadas ya generaban pérdidas por hasta US$2.100 millones. Las consecuencias a gran escala de los malos hábitos disminuyen la capacidad laboral y la eficiencia. Todo ello genera cargas a los sistemas de salud que, en países emergentes, enfrentan déficits financieros y en el caso de las pólizas, aumentan las primas que asumen los usuarios.