Tras más de doce horas de exploración, la Policía Nacional no halla pruebas de que la mujer entre las paredes del templo aunque no descarta futuras diligencias
Buscan los restos de Marisa Villaquirán, desaparecida hace más de 20 años, en un templo evangélico de Miranda de Ebro
El paradero de Marisa Villaquirán sigue siendo una incógnita, al menos por ahora. La búsqueda de más de doce horas en la Iglesia Evangélica Filadelfia de la Parte Vieja de Miranda de Ebro concluyó a última hora de la tarde de ayer «sin éxito», según han confirmado a ABC fuentes policiales. Tras más de doce horas de exploración en el local situado en la calle de las Escuelas, en pleno casco histórico de la localidad burgalesa, y empleando «los medios más modernos», el gran dispositivo policial desplegado se volvió sin pruebas concretas que confirmen la hipótesis de que los restos de la mujer pudieran hallarse emparedados entre las paredes del templo. «No se han obtenido resultado», apuntaban las mismas fuentes, que indican que esto no significa que se cierre la investigación y no descartan futuras diligencias.
Los medios empleados hacía confiar a los mirandeses en que a lo largo de la jornada de ayer pudieran tener una respuesta a la pregunta que mantienen desde hace más de 20 años. ¿Dónde se encuentra Marisa Villaquirán?
El día que desapareció se encontraba, como cualquier otro, en su trabajo, limpiando en un portal de la calle Francisco Cantera de Miranda de Ebro (Burgos), pero no fue uno más. Fue el último en el que se le vio con vida después de que su exmarido, Rafael Gabarri, la introdujera a la fuerza en un coche. Más de veinte años han pasado desde aquel 7 de diciembre de 2004. Desde el principio, él fue el principal sospechoso de una desaparición que conmocionó a la localidad mirandesa, donde no olvidan el caso. La Policía, tampoco.
Nuevas pistas «bastante fidedignas» han vuelto a reabrir el caso, gracias a una llamada anónima, una investigación a la que nunca se dio carpetazo. Aunque Rafael, sobre quien pesaban denuncias previas por malos tratos, llegó a ser condenado a 14 años y cuatro meses de prisión por la desaparición de Marisa, pero no por su muerte ya que nunca se pudo encontrar su cuerpo. También fue penado como cómplice a ocho años de cárcel el conductor del vehículo, Isaac Duval, en el que Rafael llevó a su ex, según confirmaron testigos que vieron la escena. Pero, según un relato inverosímil que los agentes descartaron desde el inicio, aseguró que únicamente fueron hasta San Juan. Allí, a unos kilómetros de donde se llevó a su exmujer por la fuerza, la dejó en el Puente de Hierro.
Nunca se supo más de ella ni se encontró rastro alguno. Los nuevos indicios apuntaban a un lugar en el que ya se buscó sin éxito en un primer momento: la citada iglesia evangélica . A a un kilómetro, río Ebro de por medio, de donde fue vista por última vez la mujer, que entonces tenía 38 años de edad.
Sospechaban que el cuerpo sin vida de Marisa pudiera estar emparedado en ese edificio cuyos cimientos se estaban levantando en las fechas de la desaparición de la mujer. La obra se paró unos meses, pero prosiguió una vez que no encontraron nada. Ayer, antes del alba, los agentes despertaban a eso de las siete de la madrugada al pastor para entrar en el interior, orden judicial en mano.
Un amplio y a la vez discreto dispositivo de la Policía Nacional trabajó durante más de doce horas para encontrar algún resto humano. Estuvieron provistos de los «medios más modernos» para ejecutar trabajos «muy laboriosos, técnicos y minuciosos» en los que se emplean agentes de la Científica, Judicial y guías caninos, entre otros, en busca del cuerpo de Marisa, explicó el delegado del Gobierno en Castilla y León, Nicanor Sen.
Una llamada anónima ponía sobre la nueva pista que señalaba a una iglesia que hace pared con pared con la casa en la que en esa época vivían los padres de Rafael. La familia, también señalada en este tiempo, ofreció todo tipo de versiones sobre lo ocurrido aquella tarde. «No van a encontrar nada porque no hay nada», aseguró ayer a los medios Lisardo, el pastor evangélico, molesto al considerarse señalados por la investigación y una búsqueda en su templo que tachó de «vergüenza». Y recordó que ya hace veinte años se rastreó allí sin encontrar resto alguno. Ayer, fintalmente tampoco.
«Estamos limpios», defendió Lisardo, quien reconoció que los padres del siempre principal sospechoso y condenado «sí están viniendo ahora a la iglesia», pero ni Rafael ni Marisa tenían relación con el que es uno de los ahora dieciséis templos evangélicos de Miranda. La Policía siempre sospechó que la madre, J. J. H., sabía donde estaba su exnuera, pero no lo dijo. Sí fue detenida por enviar mensajes que ella misma «confeccionaba» a uno de los cuatro hijos de Marisa en los que «dejaba entrever que se encontraba viva». En el registro de su domicilio, hallaron numerosa documentación relacionada con el caso de la desaparición y escritos que acreditaban el envío de esos mensajes de texto. Llegó a juicio, pero como el resto de encausados, fue absuelta.
Sí fue condenado Rafael, el principal sospechoso desde el principio de la misteriosa desaparición, que fue denunciada una semana después, lo que dificultó la investigación y permitió margen de tiempo para poder borrar rastros. Ya entonces, sin pistas del paradero de Marisa, su exmarido entró en prisión provisional acusado de detención ilegal relacionada con un presunto caso de malos tratos. A los pocos días, quedó en libertad provisional tras pagar la familia una fianza de 15.000 euros. Ya con el veredicto firme, ingresó en prisión en agosto de 2008 para cumplir los 14 años y cuatro meses a los que fue condenado por la desaparición, aunque no por la muerte.
Desde 2021 está fuera en tercer grado, una vez cumplidas tres cuartas partes de la pena y sin haber obtenido beneficio penitenciario alguno en su tiempo entre rejas. No puede pisar Miranda de Ebro, pues el juez también dictó para Rafael Gabarri dieciocho años de alejamiento de la familia de Marisa. En ningún momento mostró arrepentimiento por un caso que sobrecogió a la localidad burgalesa y echó a la calle a la ciudadanía con numerosas movilizaciones. «No te olvidamos» rezaba alguna de las pancartas que más de un año después de su desaparición recordaban a Marisa. Su nombre volvió a resonar ayer especialmente en Miranda con la esperanza de encontrar los restos de la mujer más de veinte años después. La pregunta que desde hace más de 20 años atormenta a la sociedad mirandesa sigue, de momento, sin respuesta.
