La reina del baile de bienvenida, Laura Palmer, es encontrada muerta a la orilla de un río. Esto llama la atención del agente especial Dale Cooper, quien investiga el crimen ocurrido en una pequeña ciudad de Estados Unidos. Así comienza Twin Peaks, una serie -de 1990- que lleva el mismo nombre de la metrópoli donde se cometió el asesinato, y que fue uno de los grandes éxitos de David Lynch.
Con esta producción se creó una revolución narrativa, porque mezcló investigación policial con tintes de surrealismo, comedia negra y terror, impactando a la industria y aclarando que el estilo del cineasta, que nació de lo alternativo, no se transformaba al entregarse a grandes masas, al contrario, su sello era peculiar y sombrío.
Siempre saltando entre la dualidad: de lo corriente y lo anómalo; lo bello y espantoso; lo lógico e ilógico, este genio marcó a su audiencia con la película ‘Cabeza borradora’ (1977), basada en la historia de una pareja y su bebé deforme; la relación entre Dorothy Vallens con Frank Booth y Jeffrey Beaumont en ‘Terciopelo azul ‘ (1986); la historia de John Merrick, alias el hombre elefante (1980) y otras producciones que en total suman 73 (incluidos documentales, comerciales y demás producciones audiovisuales), que realizó en 50 años de carrera y cuyo talento fue reconocido con más de 20 galardones en la industria.
Su fuerte era lo visceral. No obstante, en ‘El hombre elefante’ sensibilizó su perspectiva, porque es una cinta que retrata el dolor y la miseria del ser humano, a través de la historia de Joseph Merrick, un inglés que padeció mal formaciones desde la niñez. En el largometraje, Lynch se encargó de retratar la bondad y la maldad con sus personajes y de dignificar el interior del ser humano a pesar de ser pisoteado por la sociedad.
No obstante, entre su mar de éxitos sobresale un fracaso. Fue quien dirigió la primera adaptación de Dune a la pantalla grande e hizo que todo el mundo odiara la trama. Este film, para 1984, costó 40 millones de dólares y recaudó solo más de 30 millones de dólares en todo el mundo.
En una entrevista con National Public Radio, de Estados Unidos, Lynch (nacido en Montana, Estados Unidos, en 1946) dijo que el fracaso del que más había aprendido era de Dune: “Sabía que hay que tener un montaje final antes de firmar para hacer una película. Pero, por alguna razón, pensé que todo estaría bien y no puse un montaje final en mi contrato. De la forma en la que terminaron las cosas, Dune no era la película que quería hacer porque no tuve nada que decir”.
Algunos de los reconocimientos que obtuvo fueron: un premio César en 1982; una Palma de oro, en 1990; un premio en Cannes, en 2001; otro premio César en 2002 y el premio honorífico de los Óscar, en 2019; entre otros.
Con tupé y las camisas que siempre llevaba abotonadas hasta el cuello, era apreciado en la industria, que lo percibía amable y educado: “David tiene algo de genio, eso es indudable. Entiende la psique, las emociones y el corazón humano. También está jodido de la cabeza y proyecta su propio torbellino emocional y sexual en su trabajo”, concluye Mel Brooks (guionista, director y actor estadounidense) en el libro ‘Espacio para soñar’, un cruce entre biografía y memorias escrito a cuatro manos entre Kristinne McKenna y el propio Lynch.
Entre sus influencias, el cineastas destacó a los Hermanos Coen, Werner Herzog, Martin Scorsese, Aki Kaurismaki, Hitchcock y especialmente Fellini. Sin embargo, no se casó con ninguno de sus estilos y borró todo tipo de límites, que los grandes de la industria pudieron crear.
“Me encanta el surrealismo y lo absurdo, pero me gustan muchas otras cosas. El cine puede sostener todo. Puede ser surrealista, romántico, una historia sobre crimen o misterio, todo en la misma película”, dijo alguna vez a la Escuela Universitaria de Artes de Madrid.
Aunque las obras de Lynch alcanzaron la cima hace ya algunas décadas, hoy son recordadas. En horas de la tarde del 16 de enero, la familia del productor y director confirmó su muerte, a los 78 años de edad.
“Con profundo pesar, nosotros, su familia, anunciamos el fallecimiento del hombre y artista David Lynch. Agradeceríamos algo de privacidad en este momento. Hay un gran vacío en el mundo ahora que él ya no está con nosotros. Pero, como él diría, ‘Mantén la vista en el donut y no en el agujero’. Es un hermoso día con un sol dorado y un cielo azul en todo momento”, dijeron cercanos del artista a través de su página de Facebook. Tras batallar durante cuatro años con un enfisema pulmonar, luego de una vida entera como fumador.
De una infancia bonita nació el terror
Aunque Lynch es principalmente conocido por su filmografía, también trabajó en pintura, escultura, fotografía, grabado y música.
“Hay cosas de la pintura que están en el cine, la música está en el cine, la fotografía, por supuesto, está en el cine. Todas estas cosas están unidas, es un lenguaje muy mágico, un medio”, dijo alguna vez para la Escuela Universitaria de Artes de Madrid.
Y es que su madre le incentivó amor hacia la cultura, porque, realmente, Lynch deseaba ser pintor. Mientras que con su padre alimentó su espíritu aventurero, pues este hombre era un científico que trabajaba para el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos y Lynch solía acompañarlo al bosque a hacer experimentos.
“No hace falta sufrir para mostrar sufrimiento, y ser paranoico para describir pesadillas“, dijo en una entrevista para Giuseppe Videtti.
En últimas, su conocimiento multidisciplinar también hizo que viera los procesos creativos como pescar. “¿Cómo atrapas tu primer pez? Es muy raro. Tienes que ir a pescar y no sabes qué vas a atrapar. Así que todos los días estamos buscando ideas, aunque la mayoría de ellas no son tan emocionantes. Me gustan las ocurrencias por dos motivos: por la idea en sí misma y por cómo el cine puede contarla. Además, podría ser tan solo una pequeña fracción de toda la película. Así que me centro en lo que pienso y la escribo para recordar esa sensación, pensar y reflexionar. Muchas veces es una manera de atraer a los peces a ella y engancharlos. Y algo empezará a brotar”, compartió el cineasta cuando dictó un taller en España.
Según la Escuela Universitaria de Artes de Madrid, David Lynch empezó su formación artística en Academic of the Fine Arts, ubicada en Pennsylvania, ciudad que el artista recurrentemente utilizó en su universo creativo y que se convirtió en su inspiración para muchas de las escenas de sus películas. Allí, se ganó una beca de 5.000 dólares para estudiar en el American Film Institute, Centre for Advanced Film Studies, en el verano de 1970. Pese a ser un programa de 2 años, Lynch pasó 4 en esta última escuela y realizó ahí su primer largometraje, Eraserhead, estrenado en 1977.
De este modo, empezó a ver el estilo narrativo poco convencional de Lynch, y las características que hicieron parte de su obra a lo largo de su carrera. Efectos perturbadores y envolventes, es decir, el típico sonido lynchiano: torbellino y viento, y esa obsesión por los deseos y el inconsciente reprimido.
Su obra, además de ponerlo a la par de sus cineastas favoritos, le permitió marcar historia con mucho más que sus películas. En la celebración del centenario del nacimiento del cine, varios directores tuvieron la oportunidad de recrear una historia con la cámara de los Lumiere, entre ellos David Lynch. El resultado fue un corto de un minuto, sin sonido y con ambientación del siglo XIX, algo muy típico de su estilo.
María Jimena Delgado Díaz
Periodista de Cultura
@Mariajimena_delgadod