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MIGUEL QUINTANA
MADRID
Actualizado
En el Siglo XXI el Fútbol Club Barcelona ha goleado muchas veces al Real Madrid. Pero creo que en ninguna de ellas, ni en el 2-6 del primer Barça de Pep en el Bernabéu ni en el 5-0 en el Camp Nou frente a Mourinho, existió tanta diferencia entre ambos equipos como la que vimos ayer en el maltrecho césped de Yeda.
Fue un baño en toda regla. Desde el principio a pesar del gol de Mbappé hasta la expulsión de Szcesny, la cual realmente sólo igualó el partido. Esos minutos, en 11 para 10, que no en superioridad, quizás mantuvieron en el puesto a Carlo Ancelotti. Son minutos que en realidad hablan igual de mal o incluso peor de este Real Madrid, porque apenas consiguió generar peligro y se mostró claramente impotente, sin ningún tipo de respuesta. Pero ese tramo, a fin de cuentas, cortó una sangría que parecía encaminada a propiciar un resultado histórico que quizás no hubiera podido aguantar el italiano.
Si fue tanta la diferencia fue porque, en todas esas goleadas precedentes, en mayor o menor medida, lo que se enfrentaban eran dos equipos. Uno mejor y otro peor, pero dos equipos. Ayer lo que vimos fue a un equipo contra once futbolistas.
Un equipo convencido de su idea, que tiene un modelo de máximos que cuando logra ejecutarlo con concentración, energía y acierto puede golear a cualquier club de Europa. Como a este Barça de Flick yo sólo he visto jugar al Liverpool esta temporada.
Signifique lo que signifique esto en mayo, porque ahora mismo es cierto que está tercero en Liga, es motivo suficiente para que el culé sea optimista con el futuro. Sobre todo porque en los escenarios más importantes siempre vemos a un Barça reconocible. A un Barça que parece el Barça. Que quiere el balón, que lo mueve de forma vertical con una ocupación espacial perfecta, y que busca apretar arriba con una presión en bloque que convierte a once individuos que, por separado, quizás no estarían preparados todavía para el nivel que están ofreciendo, en un equipo capaz de poder doblegar a cualquiera.
El todo del Barça es más que la suma de las partes, al contrario de lo que sucede en el Real Madrid. El día después de caer ante el Milan comenté en mi editorial que el Real Madrid tenía solo una opción: sanar como equipo o morir como individuos. Desde entonces el Real Madrid ha mejorado la actitud, algún jugador se ha acercado a su mejor versión y Ancelotti ha recuperado piezas que estaban lesionadas, pero lo que seguimos sin ver es un equipo.
Esto ya no tiene que ver tanto con la actitud, aunque creo que ayer el Barça también le da un repaso en este aspecto, como con el hecho de que Ancelotti no está sabiendo configurar una identidad colectiva que proteja y potencie a todos los futbolistas. Las distancias entre líneas, la falta de sociedades productivas y la ausencia total de química entre algunos futbolistas fue alarmante.
Los síntomas galácticos son más que evidentes cuando ves a un equipo con enormes atacantes, pero tendente a partirse en dos, que se ha olvidado de invertir en calidad defensiva y que cada vez cuenta con menos centrocampistas, ya sean de facto como Kroos, Modrid o Casemiro o de alma como Ramos, Marcelo o Benzema.
Se dice que quien no conoce su historia está condenado a repetirla. El Barça ya sabe lo que le sucedió tras golear al Real Madrid en noviembre. El Madrid también sabe lo que le sucedió cuando hace años juntó a varios de los mejores jugadores del mundo pero no supo construir un equipo. Ahora está por ver quién ha aprendido más de sus errores.