Caroline Darian

  • Autor, Laura Gozzi
  • Título del autor, BBC News

Eran las 8:25pm, un lunes de noviembre de 2020, cuando Caroline Darian recibió una llamada que le daría un vuelco a su vida.

Al otro lado del teléfono estaba su madre, Gisèle Pelicot.

Advertencia: Esta historia contiene descripciones de abuso sexual.

“Me dijo que había descubierto esa misma mañana que [mi padre] Dominique había estado drogándola durante unos 10 años para que diferentes hombres la violaran”, recuerda Darian en una entrevista exclusiva con el programa Today de la BBC.

“En ese momento, perdí la vida normal que solía tener”, añade Darian, quien ahora tiene 46 años.

“Recuerdo que grité, lloré, incluso lo insulté”, cuenta.

“Fue como un terremoto, como un tsunami”.

Dominique Pelicot fue sentenciado a 20 años de cárcel tras un histórico juicio que duró tres meses y medio en diciembre.

Más de cuatro años después, Darian afirma que su padre “debería morir en prisión”.

Cincuenta hombres reclutados vía internet por Dominique Pelicot para que violaran y agredieran sexualmente a su esposa Gisèle, mientras estaba inconsciente, también fueron sentenciados y están tras las rejas.

La policía lo atrapó después de que lo descubrieran en un supermercado tomando fotografías de las partes íntimas de mujeres, por debajo de sus faldas, sin su consentimiento.

Esto llevó a las autoridades a investigar más sobre este abuelo jubilado y aparentemente inofensivo.

Tras revisar su computadora portátil y sus teléfonos, encontraron miles de videos y fotos de su esposa Gisèle, claramente inconsciente, mientras era violada por desconocidos.

El juicio no sólo abordó los temas de la violación y la violencia de género, sino que también puso de relieve un asunto del que poco se habla: la sumisión química, es decir, cuando las drogas facilitan una agresión sexual.

Caroline Darian

Fuente de la imagen, Jeff Overs/BBC

Pie de foto, Caroline ha escrito un libro sobre el trauma de su familia, “I’ll Never Call Him Dad Again” (Nunca volveré a llamarlo papá).

Caroline Darian ahora se dedica a luchar contra la sumisión química, que se cree que pocas personas la denuncian, debido a que la mayoría de las víctimas no tienen ningún recuerdo de las agresiones y puede que ni siquiera se den cuenta de que fueron drogadas.

“Sé que me drogó, pero no tengo ninguna prueba”

Luego de la llamada telefónica de Gisèle, Darian y sus hermanos, Florian y David, viajaron al sur de Francia, en donde vivían sus padres, para apoyar a su madre mientras asimilaba la noticia de que, como cuenta Darian, su marido era “uno de los peores depredadores sexuales de los últimos 20 o 30 años”.

Poco después, la policía contactó a Darian y su mundo se hizo añicos nuevamente.

Le mostraron dos fotos que encontraron en la computadora portátil de su padre. En ellas se ve a una mujer inconsciente y acostada en una cama. Llevaba solamente una camiseta y ropa interior.

Al principio no pudo distinguir que esa mujer era ella misma.

“Viví un efecto de disociación. Me costó mucho reconocerme desde el principio”, explica.

“El policía me dijo: ‘Mira, tienes la misma marca marrón en la mejilla… eres tú’. Entonces comencé a ver esas dos imágenes de manera diferente… Estaba acostada sobre mi lado izquierdo, como mi madre en todas sus fotos”.

Darian dice estar convencida de que su padre también abusó de ella y la violó, algo que él siempre ha negado, aunque ha ofrecido explicaciones contradictorias sobre las fotos.

“Sé que me drogó, probablemente para abusar sexualmente de mí, pero no tengo ninguna prueba”, afirma.

A diferencia del caso de su madre, no hay pruebas de lo que Pelicot pudo haberle hecho a Darian.

“¿Y cuántas víctimas hay así? No les creen porque no hay pruebas. No las escuchan, no las apoyan”, afirma.

Gisèle Pelicot

Fuente de la imagen, Reuters

Pie de foto, La decisión de Gisèle Pelicot de abrir el juicio al público causó conmoción.

“Nunca volveré a llamarlo papá”

Poco después de que salieran a la luz los crímenes de su padre, Darian escribió un libro.

La obra “I’ll Never Call Him Dad Again” (Nunca volveré a llamarlo papá, en español) explora el trauma de su familia.

También profundiza en la cuestión de la sumisión química, en la que las drogas que se suelen utilizar “vienen del botiquín familiar”.

“Analgésicos, sedantes. Son medicamentos”, explica Darian.

Como sucede con casi la mitad de las víctimas de sumisión química, ella conocía a su abusador: el peligro, dice, “viene desde dentro”.

Ella afirma que en medio del trauma de descubrir que había sido violada más de 200 veces por diferentes personas, a su madre Gisèle le resultó difícil aceptar que su marido también pudo haber abusado de su hija.

“Para una madre es difícil integrar todo eso de una sola vez”, señala.

Sin embargo, cuando Gisèle decidió abrir el juicio al público y a los medios de comunicación para exponer lo que le habían hecho su marido y decenas de hombres.

Madre e hija estuvieron de acuerdo: “Sabía que habíamos pasado por algo… horrible, pero que teníamos que afrontarlo con dignidad y fortaleza”.

Ahora, Darian necesita aprender a vivir sabiendo que es hija tanto del torturador como de la víctima, algo que ella considera como “una carga terrible”.

Ahora es incapaz de recordar su infancia con el hombre al que llama Dominique, y sólo ocasionalmente vuelve a caer en el hábito de referirse a él como su padre.

“Cuando miro hacia el pasado, no recuerdo realmente al padre que creía que era. Miro directamente al criminal, al criminal sexual que era”, afirma.

“Pero tengo su ADN y la razón principal por la que me comprometo tanto con las víctimas invisibles es también porque para mí es una forma de distanciarme de ese tipo”, prosigue.

“Soy diferente a Dominique”.

Darian añade que no sabe si su padre era un “monstruo”, como algunos lo han llamado.

“Él sabía perfectamente lo que hacía y no está enfermo”, asegura.

“Es un hombre peligroso. No hay manera de que pueda salir (de la cárcel). De ninguna manera”.

Dominique Pelicot, dibujo.

Fuente de la imagen, Reuters

Pie de foto, Dominique Pelicot no es un monstruo porque sabía lo que hacía, afirma su hija

Pasarán años antes de que Dominique Pelicot, de 72 años, sea elegible para la libertad condicional, por lo que es posible que nunca vuelva a ver a su familia.

Mientras tanto, los Pelicot intentan reconstruir sus vidas. Gisèle, cuenta Darian, está agotada por el juicio, pero también “se está recuperando… Está bien”.

En cuanto a Darian, la única cuestión que le interesa ahora es crear conciencia sobre la sumisión química y educar mejor a los niños sobre el abuso sexual.

Encuentra fuerzas en su marido, sus hermanos y su hijo de 10 años, su “hijo querido”, añade sonriendo y con la voz llena de cariño.

Los acontecimientos que se desataron aquella noche de noviembre la convirtieron en quien es hoy, concluye.

Ahora, esta mujer cuya vida fue destrozada por un tsunami aquella noche intenta sólo mirar hacia adelante.

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