PAVONES, Costa Rica — Chandler Brownlee estaba parado sobre un conjunto de rocas en un tramo de playa de Costa Rica, Biblia en mano, contemplando una de las olas más codiciadas del mundo para surfear.
Estaba a la caza —no de la ola perfecta, sino de surfistas dispuestos a aceptar a Jesús como su salvador.
Brownlee, de 52 años, nacido y criado en Florida, es un agente inmobiliario, un ávido conservacionista de vida silvestre y padre de tres hijas.
No obstante, también es otras dos cosas que pueden parecer contradictorias: un ex ministro bautista y un surfista de hueso colorado con tatuajes. Esas identidades se combinan para convertirlo en un miembro de alto rango de la organización Christian Surfers, un grupo internacional de misioneros que aman el surf.
Al anochecer, vio que la marea se calmaba y los surfistas se retiraban a la orilla. Al alejarse de la playa, se topó con tres canadienses quemados por el Sol que pasaban el rato en su destartalada casa rodante, compartiendo un cigarro de mariguana.
“¿De dónde vienen, chicos?”, les preguntó.
“Squamish”, respondió uno de ellos, un pueblo al norte de Vancouver, Canadá, a más de 8 mil kilómetros de allí. “Estábamos en Nicaragua. Llevamos más de un año manejando. A veces ha sido arriesgado. Pero hombre, las olas aquí”.
Brownlee sonrió.
“Es por eso que los surfistas son tan buenos misioneros”, dijo. “Duermen donde pueden y comen lo que haya a la mano”.
La organización Christian Surfers intenta unir el vínculo que los surfistas sienten con la naturaleza y mostrarles cómo ese sentimiento está cerca de formar una relación con Dios.
El grupo interdenominacional tiene más de 175 ramas en más de 35 países, entre ellos Japón, Noruega y EU. En Costa Rica, uno de los mejores lugares para practicar surf del mundo, fundaron su rama más nueva el año pasado en Pavones, en el extremo sur del País.
Pavones, con unos 4 mil habitantes, es hogar de la segunda ola izquierda, que rompe de derecha a izquierda, más grande del mundo. El aislamiento del pueblo, la falta de infraestructura y los caminos de tierra atraen sólo a los surfistas más comprometidos —algo que Brownlee espera aprovechar.
Christian Surfers se estableció en Australia a fines de los 70 para contrarrestar la discriminación que sus fundadores enfrentaban en las olas y en la iglesia.
Los miembros del grupo se reúnen para surfear cuando las olas son buenas, y cuando no, conviven comiendo hamburguesas o bebiendo cerveza para conectar sobre el deporte y hablar de las Escrituras.
La organización Christian Surfers depende de una familia, los Leon, para ampliar su presencia en Costa Rica. Una noche reciente en el pueblo de Esterillos Oeste, Kyle Leon cocinaba una olla de pasta y se preparaba para recibir a un grupo de niños y jóvenes adultos para un estudio bíblico dirigido por su esposo, Dennis.
Leon, de 43 años, se unió a Christian Surfers en Santa Bárbara, California, en los 90. Mientras cursaba la preparatoria, su padre mudó a la familia a Esterillos Oeste e introdujo Christian Surfers a Costa Rica. Fue allí donde conoció a Dennis Leon.
Al caer la noche, un grupo de jóvenes caminó hasta la casa de los Leon en la cima de una colina con vista al agua. Miraron videos de surf mientras devoraban spaghetti. Luego, llegó el momento del estudio bíblico.
“Sienten menos presión al venir aquí que a una iglesia”, dijo Dennis Leon, sobre las personas allí reunidas.