La justicia ha hecho del republicano Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, y el demócrata Eric Adams, alcalde de Nueva York, extraños compañeros de viaje. Las cuitas legales del mandatario y la imputación por corrupción del regidor han acercado a dos teóricos rivales, como también lo ha hecho una cuestión que preocupa a los dos: la política migratoria. Nueva York ha recibido desde la primavera de 2022 a más de 225.000 extranjeros, cuya acogida ha costado a las arcas municipales más de 6.000 millones de dólares. La confluencia de intereses entre la política migratoria de Trump y la petición de ayuda de Adams para resolver la presión de los recién llegados ha obrado el milagro del entendimiento, tanto como el prometido perdón de Trump a la causa penal contra Adams, por recibir dinero de Turquía.
Mientras el Ayuntamiento de la Gran Manzana se desmorona por momentos —un alto cargo de la policía dimitió el fin de semana tras ser acusado de acoso sexual, y una asesora de Adams fue imputada el viernes por corrupción, la enésima de una larga lista de colaboradores—, los gestos de conciliación entre ambos políticos van a más. Trump ha manifestado que considera la posibilidad de indultar a Adams, después de que este le elogiara en repetidas ocasiones. Políticamente en horas bajas —pese a haber sido imputado, no renuncia a presentarse a la reelección el año próximo—, el expolicía convertido en alcalde acabó de enemistarse con sus correligionarios la semana pasada cuando, en una entrevista en la conservadora cadena de televisión Fox News, criticó a la Administración del presidente Joe Biden con unos argumentos tan derechistas que la presentadora le preguntó si se estaba planteando volver a afiliarse al Partido Republicano. Hace unos meses, Adams dejó caer la idea de que podría aspirar a la reelección como alcalde en las filas conservadoras, aunque lo desmintió poco después.
En esta desigual relación de intereses, es Adams quien tiene las de perder, y no sólo políticamente. La junta de financiación de campañas de Nueva York votó recientemente a favor de retener hasta 4,3 millones de dólares de fondos de contrapartida del alcalde, lo que complica bastante su candidatura a la reelección. Representante de la facción más moderada o centrista de los demócratas, Adams no es sin embargo el único demócrata de Nueva York que intenta congraciarse con la nueva Administración de Trump; también se ha mostrado dispuesta a la colaboración la gobernadora del Estado, Kathy Hochul, asimismo demócrata.
En la citada entrevista en Fox News, el regidor dijo que los demócratas perdieron las elecciones presidenciales porque habían dedicado la campaña a demonizar a Trump en vez de abordar “las necesidades reales de la gente”. Adams calificó al zar de la frontera de la futura Administración republicana, Thomas D. Homan, de socio; afirmó que la política fronteriza de la Administración de Biden había creado un “conducto [para la entrada en EE UU] de criminalidad”, y planteó la posibilidad de eludir las leyes vigentes en la ciudad, obligada a ofrecer un techo a los recién llegados, para permitir la colaboración de la policía local con los agentes de Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en sus siglas inglesas). Adams se refirió en concreto a permitir la entrada de los agentes federales en la tenebrosa cárcel de Rikers Island, donde cientos de irregulares, convictos o a la espera de juicio, se hacinan. Según el equipo de Trump, los primeros deportados en sus planes de expulsión masiva serán los extranjeros con antecedentes penales.
Tanto como la presión migratoria, sostenidamente a la baja en los últimos cinco meses —la ciudad tiene previsto cerrar 25 albergues para marzo—, Adams tiene una necesidad más apremiante: el juicio por corrupción, previsto para abril. Sus rivales políticos, y no pocos correligionarios demócratas, dicen que los elogios a Trump son una forma evidente de obtener un trato favorable si es condenado, algo que el regidor niega. Tras la victoria electoral del republicano, el regidor neoyorquino apuntó que el presidente electo había sido también perseguido políticamente en los tribunales, la frase favorita de Trump para calificar sus procesos judiciales.
El ánimo conciliador o cuando menos cauteloso de Adams difiere de la postura adoptada por las autoridades de Nueva York hace ocho años, cuando Trump fue elegido presidente por primera vez. También se distingue mucho del mensaje de gobernadores demócratas de Illinois o California, que han optado por una postura mucho más beligerante hacia la futura Administración, denunciando los planes de Trump, convocando sesiones legislativas urgentes y formando grupos especiales para preservar el Estado de derecho. El alcalde de Chicago, Brandon Johnson, ha prometido por ejemplo mantener las leyes santuario de la ciudad, recibiendo duras críticas por parte del zar de la frontera Homan, que amenazó con procesarle.
Adams, en cambio, ha manifestado su intención de recurrir incluso a una orden ejecutiva para cambiar esa política de acogida, vigente desde los años ochenta y que ha hecho de Nueva York una de las ciudades santuario (refugio) de EE UU. No contento con el giro, Adams también se ha hecho eco de una afirmación falsa, propalada por tierra, mar y aire por los republicanos —desde Trump a su número dos, J. D. Vance o el magnate Elon Musk, sin excepción—, según la cual cientos de miles de niños migrantes han desaparecido en la frontera y podrían ser víctimas de abuso laboral infantil o tráfico sexual. Adams se mostró dispuesto a “colaborar” con las autoridades migratorias republicanas para encontrar a los menores.
Además de Adams y Hochul, que coincide con el presidente electo y el alcalde en cuestiones de seguridad fronteriza, la fiscal general de Nueva York, la también demócrata Letitia James —que ha iniciado y ganado varios casos contra Trump en los tribunales—, ha apuntado que está dispuesta a trabajar con la Administración del republicano, “con él o con cualquier persona, independientemente del partido”. Este tipo de declaraciones han enfurecido a los representantes del ala más progresista o izquierdista del Partido Demócrata en Nueva York, aunque los más pragmáticos sostienen que enemistarse con Trump sólo perjudicaría a la ciudad y el Estado. Los republicanos tendrán a partir de enero el control de las dos Cámaras del Congreso, además de la presidencia, y han ganado terreno de manera evidente en la ciudad y en el Estado en las elecciones del pasado noviembre.