- Autor, Chris Bockman
- Título del autor, BBC News
Apretado entre un hospital y una concurrida autopista que se dirige a la costa mediterránea de Francia, se encuentra un extenso edificio amurallado que sirve de extraordinario refugio.
Orphéopolis, una institución que desempeña una función única, integra una red de tres orfanatos. Todos los huérfanos de este lugar perdieron a una madre o un padre que servían como agentes de policía.
En cada uno de los tres orfanatos se alojan alrededor de 70 niños. En total, Orphéopolis asiste a unos 1.000 niños huérfanos.
Muchos viven con uno de sus padres o familiares sobrevivientes, pero aún así necesitan atención psicológica o apoyo financiero permanentes.
Los padres de estos niños murieron por causas diferentes: enfermedades, ataques con armas o bombas, accidentes relacionados con su trabajo y, en algunos casos, por quitarse la vida tras una depresión o estrés postraumático.
Entre 50 y 70 agentes se suicidan cada año en Francia.
Unos 20 niños, de entre 10 y 18 años, viven en este orfanato de las afueras de la ciudad de Agde, en el sur de Francia.
“A pesar de sus trágicas situaciones personales, es vital que se integren en la sociedad. Por eso, van a las escuelas locales y almuerzan en los comedores como todos los demás”, le dijo el director de la institución Christophe Bart a la BBC.
“Incluso pueden invitar a amigos al centro. Es crucial romper con su aislamiento social”, agrega.
El duelo como unión
Un niño llamado Alexandre celebraba su cumpleaños mientras la BBC estaba en el orfanato. Nueve de sus amigos de la escuela habían sido invitados.
A los chicos se les permite la visita de amigos, novios y novias, aunque ninguno puede pasar la noche en el lugar.
Lo llamativo del orfanato es la red de seguridad que ofrece.
Unos 28 empleados a tiempo completo se ocupan de 20 niños las 24 horas del día, incluidos trabajadores sociales, psicólogos, cuidadoras, entrenadores deportivos y profesores de apoyo extraescolar.
Los niños viven en cuatro bloques de viviendas separadas donde cocinan, comen y socializan juntos. Arriba tienen dormitorios individuales.
Hay zonas de juegos comunes, un jardín y unas instalaciones deportivas al aire libre bien equipadas. Existen reglas internas estrictas sobre la hora de acostarse y el uso del teléfono móvil.
“Lo que une a estos niños es el duelo y un sentimiento abrumador de tristeza. Trabajamos en eso, en el diálogo”, dice Luis Rodríguez, trabajador social de 30 años.
“Una fortaleza para estos niños, que carecen de uno o ambos padres, es que pueden hablar entre ellos dado que todos se encuentran en situaciones similares y enfrentan experiencias comunes”.
Durante tres días la BBC pudo hablar con los niños. Primero en Agde, luego en otro centro en Bourges, en el centro de Francia.
Elena, de 16 años, lleva cuatro años en el orfanato. Su padre fue uno de los primeros agentes de policía en llegar al lugar del ataque a la sala de conciertos Bataclan, París, en noviembre de 2015.
Unas 130 personas murieron esa noche en ataques simultáneos con armas de fuego y bombas en toda la ciudad, incluidas 90 en la sala de conciertos.
Elena dice que no sabe si su padre se quitó la vida más tarde debido a la dura experiencia que vivió esa noche, pero el orfanato le ha permitido a ella curar las heridas.
“Después de la muerte de mi padre fue muy difícil para mi madre y para mí. No podía quedarme en casa y venir aquí me proporcionó cierta estabilidad”, dice.
“Hoy estaría mucho más enojada si no tuviera toda esta estructura de apoyo a mi alrededor. Ahora puedo seguir adelante, pronto dejaré el lugar para comenzar una carrera como trabajador social”.
La rabia
Rabia es una palabra que aparece mucho para describir a los niños cuando llegan por primera vez.
Ambre, de 12 años, es una apasionada de los deportes, entrena con el equipo de fútbol local siempre que puede. Cuando su padre murió de cáncer, ella no tenía más familiares a quienes acudir. Ya lleva cuatro años aquí.
“Estaba muy enojada cuando llegué. Fue muy difícil para mí. Pero ahora estoy mucho más tranquila y considero este lugar como mi segundo hogar”, recuerda.
Algunos de los chicos huérfanos son hermanos, muchos regresan a casa con sus padres o familiares los fines de semana, pero no todos cuentan con ese apoyo familiar. Están marcados emocionalmente por sus experiencias.
La psicóloga Laure Lamic ha pasado los últimos ocho años trabajando con los niños de Agde. La analista dice que puede darles la oportunidad de hablar “de manera confidencial, confiada y libre, donde no haya censura”.
“Esto es importante porque han sufrido una pérdida y si bien para todos es difícil hablar de la muerte, lo es aún más para los niños. Los ayudamos a crear un proceso de curación y se puede ver en sus informes escolares y en una mejora en su estado emocional”, dice Lamic.
Orphéopolis tiene un presupuesto anual de US$16,3 millones que incluye la gestión de los tres orfanatos. La mayor parte de sus recursos proviene de donaciones, 38.000 agentes de policía contribuyen a un fondo cada año.
La institución existe desde hace más de 100 años.
El primer orfanato se creó después de que dos agentes murieran, dejando a los niños sin familia que los mantuviera. El alcalde de Agde, un expolicía, proporcionó el terreno de forma gratuita.
Hasta el día de hoy, agentes de policía de alto rango forman parte de la junta y lo visitan periódicamente junto con políticos de alto nivel.
Algunos de los niños culpan a la Policía por la muerte de sus padres, sienten un gran resentimiento hacia la fuerza. Otros, quieren seguir sus pasos, a pesar de los peligros obvios que conlleva el trabajo.
La huella del oficio
El centro de Le Bourges prepara a los niños que quieran incorporarse a la Policía, con preparación para el examen de ingreso, actividades deportivas rigurosas y experiencia práctica en la comisaría más cercana.
Para Alexandre Revello, de 18 años, unirse a la Policía fue una elección natural. Su padre era un agente de policía involucrado en operaciones de búsqueda y rescate en la montaña que resbaló, cayó y murió en un trágico accidente.
“No se trata de honrar el nombre de mi padre ni nada de eso. Se trata de proteger a las personas para que estén tranquilas”, dice el joven.
Cada año, se considera que alrededor de 150 jóvenes son lo suficientemente fuertes física y mentalmente para abandonar Orphéopolis y seguir con sus vidas.
Es extremadamente raro que se permita la entrada a periodistas en los orfanatos franceses y es la primera vez que se invita a periodistas extranjeros.
La red de orfanatos dijo que lo hicieron porque quería destacar la efectividad del programa, para que pueda sea usado como modelo en otros lugares.
Información adicional de Paul Pradier.
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