La Navidad, una de las festividades más celebradas en todo el mundo, tiene profundas raíces en el cristianismo. Cada 25 de diciembre, los creyentes conmemoran el nacimiento de Jesús, un acontecimiento que marcó el inicio de la Redención y que sigue siendo un pilar de esperanza y renovación espiritual.
El presbítero Luis Felipe Quesada, capellán mayor de la Universidad Panamericana campus Aguascalientes, describe la Navidad como «el inicio de la salvación para la humanidad, un momento en el que Dios se hace cercano y transforma nuestra perspectiva». Este día celebra la encarnación del Hijo de Dios, un acto que no solo muestra la humildad divina, sino también su inmenso amor por la humanidad.
Un Origen Teológicamente Calculado
La elección del 25 de diciembre está vinculada a la fiesta de la Encarnación, celebrada nueve meses antes, el 25 de marzo. Esta fecha, como señala el P. Felipe, se decidió para destacar el papel de la Pascua judía en la Redención y estructurar el calendario litúrgico cristiano.
Tradiciones con Historia
Elementos como el árbol de Navidad, originado en tradiciones alemanas, y el pesebre, popularizado por San Francisco de Asís en 1223, reflejan el espíritu cristiano de la festividad. Según la carta apostólica El Hermoso Signo del Pesebre, del Papa Francisco, «el nacimiento es como un Evangelio […] La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de [Dios]».
Una Celebración Centrada en lo Esencial
En un mundo donde la comercialización ha transformado muchas tradiciones navideñas, el P. Felipe enfatiza la importancia de mantener la misa como el centro de las celebraciones. «El nacimiento no es un adorno, sino un lugar de oración que nos invita a redescubrir nuestra fe», concluye.
